Ablaci¨®n, silencio y esperanza
Dos mujeres que se han sometido a la operaci¨®n de reconstrucci¨®n de cl¨ªtoris en la cl¨ªnica Dexeus de Barcelona relatan su experiencia. El proyecto del doctor Barri Soldevila es un rayo de luz para 130 millones de mujeres que han sufrido la mutilaci¨®n de sus genitales
Fatou no sabe a qu¨¦ edad la mutilaron. Debi¨® de ser a los pocos d¨ªas de vida, no recuerda nada. S¨®lo sabe que fue su abuela la que le practic¨® la ablaci¨®n, porque ¨¦sa es la tradici¨®n entre los mandinga, la etnia de la que proviene. Le ha costado 26 a?os recuperar su vida, esa vida feliz que llev¨® hasta los 13 a?os, cuando se dio cuenta de que no era una chica como las dem¨¢s. Entonces empez¨® su calvario: 26 a?os de sufrimiento y de rabia, de mentiras con las amigas para que no se dieran cuenta de lo que le pasaba, de verg¨¹enza al entrar en cualquier consulta m¨¦dica, de noches sin dormir y pastillas, de falta de ganas de tener relaciones sexuales, de falta de ganas de vivir.
"Este infierno se vive en silencio", explica con la mirada firme, "es como estar en una tumba, incomunicada".
"Este infierno se vive en silencio", dice Fatou de la ablaci¨®n, "es como estar en una tumba, incomunicada"
"Dormir, despertar y ser ya otra", cuenta en relaci¨®n con la operaci¨®n de reconstrucci¨®n, "el sue?o de toda una vida"
A sus 39 a?os, ha vuelto a la vida. Ha recuperado la ilusi¨®n, las ganas de relacionarse. Ha descubierto las posibilidades de su sexualidad. El pasado septiembre le hablaron de la operaci¨®n de reconstrucci¨®n genital que el doctor Barri Soldevila practica en el Instituto Universitario Dexeus. No pudo dormir en toda la noche. A la ma?ana siguiente estaba en la cl¨ªnica. Un mes m¨¢s tarde entraba en el quir¨®fano: "Dormir, despertar y ser ya otra, el sue?o de toda una vida", dice Fatou con una sonrisa. "Si hoy me muero, me muero feliz".
Fatou es un nombre ficticio para proteger la identidad de esta mujer senegalesa. Ella dice que alg¨²n d¨ªa se pondr¨¢ al frente en la lucha contra la ablaci¨®n y no le importar¨¢ que se la reconozca en la foto, pero a¨²n es pronto para eso.
Su historia es la de m¨¢s de 100 millones de mujeres a lo largo y ancho del planeta. La inmensa mayor¨ªa, procedentes de ?frica. Millones de mujeres a las que se les amput¨® la vida para seguir ancestrales tradiciones machistas que a¨²n hoy perviven: cada d¨ªa, 8.000 ni?as corren el riesgo de ser sometidas a la amputaci¨®n de sus genitales, seg¨²n un informe de Amnist¨ªa Internacional.
Entre los mandinga, cuenta Fatou, la ablaci¨®n viene de tiempos en que los hombres se iban a la guerra. "Lo hac¨ªan para evitar que las mujeres tuvieran tentaciones, para evitar que tuvieran ganas".
Fatou naci¨® en Thies, a 70 kil¨®metros de Dakar, en una familia "moderna". Se cri¨® en un ambiente en el que se estudiaba, en el que se hablaban idiomas: el padre, profesor; la madre, secretaria. Las primeras conversaciones de sexo con las amigas, en plena adolescencia, despertaron los primeros temores. Se daba cuenta de que, anat¨®micamente, no era como ellas. "Empec¨¦ a sentirme un bicho raro", recuerda. En la televisi¨®n se empezaba a hablar por aquellos a?os de la ablaci¨®n, ese fen¨®meno al que hab¨ªa que poner freno.
Ten¨ªa relaciones con chicos, pero nunca llegaba "hasta el final". No ten¨ªa por qu¨¦ dar m¨¢s explicaciones; en pa¨ªses como Senegal, de la mujer se espera que llegue virgen al matrimonio. Fue en una visita al ginec¨®logo, a los 22 a?os, cuando tom¨® plena conciencia de lo que le pasaba, la maldita palabra se convirti¨® en condena: ablaci¨®n. Fatou entr¨® en estado de shock. No ten¨ªa nadie con quien comentarlo. Ni con su familia, ni con sus amigas, ni con sus novios. "La ablaci¨®n es un tab¨²: nadie habla de ella, no se ve nada en ning¨²n lado, no se puede sospechar que existe, pero all¨ª est¨¢".
Tras a?os trabajando como profesora en su pa¨ªs de origen, lleg¨® a Espa?a en octubre de 1999. Una nueva visita al ginec¨®logo volvi¨® a desatar el tormento. La especialista no hab¨ªa visto nunca a una mujer v¨ªctima de la ablaci¨®n. Mir¨®, se call¨® y se fue a cuchichear con la enfermera. Fatou volvi¨® a sentirse, una vez m¨¢s, un bicho raro. Humillaci¨®n. Impotencia. Rabia. Una rabia contenida a lo largo de a?os que a¨²n viaja bajo sus palabras:
"Aquella visita al ginec¨®logo fue un suplicio para m¨ª. Volv¨ª llorando a casa. ?Por qu¨¦? Ten¨ªa muchos porqu¨¦s en mi cabeza. ?Por qu¨¦ tengo que vivir yo esto? ?Acaso alguien me pregunt¨® si yo quer¨ªa someterme a la ablaci¨®n? ?Me hacen una cosa con la que tengo que cargar toda mi vida y la gente, encima, viene a mirarme con curiosidad! Empec¨¦ a tener depresiones, duraron muchos a?os. Sent¨ªa tal impotencia, y una rabia interior..., me hab¨ªan quitado algo que no volver¨ªa a tener en mi vida. Las chicas segu¨ªan cont¨¢ndome lo bien que se lo hab¨ªan pasado con sus novios y sus maridos. '?Y yo no voy a poder vivir eso en mi vida!', me dec¨ªa a m¨ª misma. Eso era lo m¨¢s duro. Me daba rabia cada vez que un m¨¦dico me miraba. Cada vez que me pasaba algo y ten¨ªa que ir a urgencias, era un sufrimiento, no lo soportaba. ?S¨ª, ya lo s¨¦, soy un bicho raro, esto es lo que me han hecho! Ya no lo soportaba. Durante mucho tiempo dej¨¦ de ir al m¨¦dico. Empec¨¦ a investigar en Internet, ten¨ªa que haber algo. 'No puedo nacer, vivir y morir sin tener la sensaci¨®n de qu¨¦ es ser una mujer', pensaba. No me sent¨ªa una mujer completa. Me faltaba algo. Esto es como ver la vida en gris".
Buscando en Internet, se encontr¨® con que en Francia hab¨ªa un m¨¦dico que realizaba operaciones de reconstrucci¨®n de los genitales femeninos, el doctor Pierre Foldes. Ella viv¨ªa por aquel entonces en Valencia. Ya estaba dispuesta a irse a Francia cuando se enter¨® de que en Barcelona hab¨ªa un cirujano que tambi¨¦n realizaba esa intervenci¨®n.
Pere Barri Soldevila se acomoda en la butaca de su consulta en el Instituto Dexeus de Barcelona. Las operaciones de reconstrucci¨®n de cl¨ªtoris son s¨®lo un 1% de su actividad, pero le reportan grandes satisfacciones profesionales. Este cirujano de 33 a?os conoci¨® la t¨¦cnica del doctor Foldes durante su estancia en el hospital Bichat-Claude Bernard de Par¨ªs, en 2005.
Existen tres tipos de ablaci¨®n. La tipo I consiste en la escisi¨®n del cl¨ªtoris. La tipo II a?ade la amputaci¨®n de los labios menores y es la m¨¢s com¨²n. La tipo III supone adem¨¢s el sellado de labios mayores, dejando un peque?o orificio para las funciones fisiol¨®gicas.
El doctor Pierre Foldes, ur¨®logo, empez¨® a investigar hace ya 20 a?os, tras varios de cooperaci¨®n humanitaria en ?frica. Para reconstruir el cl¨ªtoris adapt¨® una t¨¦cnica de alargamiento de pene. El cl¨ªtoris mide 10 cent¨ªmetros, s¨®lo una peque?a parte es externa. Est¨¢ anclado a la base del pubis mediante un ligamento. Seccionando el ligamento, se consigue que vuelva a emerger. "Luego queda anclarlo a la base del pubis, darle volumen y darle forma", explica Barri Soldevila. "Los resultados son muy buenos. A los chicos les pasa inadvertido que una chica ha sido operada".
La operaci¨®n que realiza Barri Soldevila es gratuita. Forma parte de la l¨ªnea de responsabilidad social corporativa de la cl¨ªnica Dexeus y de la ONG que de ella depende, Matres Mundi. El coste de la operaci¨®n, en realidad, gira en torno a los 1.800 euros, dice Barri, excluidos los honorarios del cirujano y el anestesista. "Es fundamental que las instituciones se involucren; lo ideal ser¨ªa que estas operaciones las cubriera la Seguridad Social", reclama. El Departament de Salut de la Generalitat anunci¨® en abril de 2008 su compromiso de financiar la operaci¨®n a las mujeres que lo soliciten.
El hospital Dexeus tiene asumido seguir haciendo en torno a 15 intervenciones al a?o. Esperan que la t¨¦cnica se traslade a otros hospitales de Espa?a. La primera reconstrucci¨®n la realizaron en 2007. Desde entonces han efectuado m¨¢s de 20. En el 90% de los casos se consigue una restituci¨®n anat¨®mica. En el 75%, una restituci¨®n funcional, es decir, la mujer recupera la capacidad de tener orgasmos.
Fatou ha recobrado esa capacidad. "Ahora estoy menos nerviosa, antes ten¨ªa mucho car¨¢cter. Me siento mucho m¨¢s guapa y orgullosa de mi cuerpo". Se cas¨® en mayo pasado en su pa¨ªs de origen, Senegal. Su marido, que vive all¨ª y pronto vendr¨¢ a Espa?a, a¨²n no sabe que ella se ha operado. Han estado juntos hace un mes, ¨¦l no se ha dado cuenta de nada, ella no le ha dicho nada. "Alg¨²n d¨ªa se lo dir¨¦. De momento, quiero disfrutar de mi victoria dentro de m¨ª".
La vida de Aminata tambi¨¦n ha cambiado, se siente m¨¢s valiente, m¨¢s fuerte que antes. Aminata (nombre ficticio) tambi¨¦n decidi¨® pasar por la cl¨ªnica Dexeus desafiando todas las creencias que le fueron inculcadas. Se oper¨® en junio del a?o pasado. Naci¨® en Espa?a, pero sus padres proceden de Gambia.
A sus 27 a?os, luce look juvenil y pa?uelo en la cabeza; es musulmana. "En nuestra religi¨®n, el sexo es tema tab¨²", cuenta. La operaci¨®n para ella ha sido muy dolorosa, pero est¨¢ satisfecha: "Antes no ten¨ªa fantas¨ªas sexuales", cuenta, "y no me apetec¨ªa hacer el amor. Ahora s¨ª".
Aminata sufri¨® la ablaci¨®n en territorio europeo. Cerca de Girona. En su caso, fue un aut¨¦ntico trauma. Se lo hicieron a los nueve a?os. Fue consciente de lo que le estaba pasando. Recuerda que aquella ma?ana se subi¨® a un coche y sus padres le dijeron que iban a una fiesta. A ella le extra?¨® que, si hab¨ªa fiesta, no le acompa?aran sus hermanos, pero subi¨® al coche sin darle m¨¢s vueltas al asunto.
Lleg¨® a una casa. Hab¨ªa una mujer esperando. Le pidi¨® que se desnudara. Ella se resisti¨®. Le taparon la cara. Recuerda que vio un cuchillo.
Cuando acab¨® la tortura, su padre se la llev¨® en brazos al coche. Estuvo a punto de morir.
El cuchillo. El arma con la que se siguen practicando ablaciones en ?frica. Una pr¨¢ctica que tambi¨¦n se realiza con bistur¨ª y de modo clandestino en hospitales. "En Mal¨ª se sigue practicando a escondidas", confirma en conversaci¨®n telef¨®nica desde Mal¨ª Virginie Monkouro, mujer que lleva 25 a?os luchando contra la ablaci¨®n en su pa¨ªs desde el Centro Djoliba. La ONG Save the Children, que trabaja de la mano con este centro en Mal¨ª, ha conseguido acabar con esta pr¨¢ctica en 40 pueblos de este pa¨ªs en el que el 85% de las mujeres han sido v¨ªctimas de la ablaci¨®n.
Practicar una operaci¨®n de reconstrucci¨®n de cl¨ªtoris es peligroso en m¨¢s de un pa¨ªs africano. Los m¨¦dicos que lo hacen est¨¢n amenazados. El doctor Barri lo ha podido comprobar en sus viajes de cooperaci¨®n humanitaria a ?frica; nunca realiza esta operaci¨®n. De la ablaci¨®n ha vivido mucha gente durante a?os, es un negocio para matronas de pueblos remotos y cirujanos que la siguen practicando a pesar de prohibiciones gubernamentales.
"En Gambia, 60 mujeres practicantes han enterrado el cuchillo en diciembre". Lo cuenta Mama Samateh, gran luchadora contra la ablaci¨®n en Catalunya. Gambiana de 52 a?os, Samateh trabaja como mediadora cultural y vive en Premi¨¤ de Mar, cerca de Barcelona.
Desde el a?o 1998 est¨¢ al frente de la Asociaci¨®n de Mujeres Antimutilaci¨®n. Ya ha podido salvar a unas 30 ni?as en territorio espa?ol a base de derribar creencias. El ¨²ltimo caso que fren¨® fue en Lloret de Mar, el a?o pasado.
La lucha de Mama Samateh consiste en recorrer los pueblos y concienciar a comunidades de inmigrantes africanos. Acude a bodas y bautizos, a reuniones sociales en las que pueda divulgar su mensaje. Su objetivo: que los musulmanes entiendan que el Cor¨¢n no ampara la ablaci¨®n, una creencia generalizada que ella intenta desmontar. "Me siguen acusando de colaborar con los blancos para ir en contra de la religi¨®n musulmana", explica apesadumbrada. Samateh reclama una sede para su asociaci¨®n, un espacio que le permita continuar con sus actividades.
Hay m¨¢s de 500.000 mujeres en territorio europeo que han sido v¨ªctimas de esta pr¨¢ctica. "Lo consideramos una forma de tortura", clama Giulia Tamayo en la sede de Amnist¨ªa Internacional en Madrid.
Tamayo recuerda que las mujeres que corren el peligro de sufrir la ablaci¨®n ya pueden pedir asilo en Europa, pero muchas veces no est¨¢n informadas de sus derechos.
Fatou y Aminata han conseguido dar la vuelta al gui¨®n que les hab¨ªan escrito. Gracias al progreso cient¨ªfico, que es capaz de dar bofetadas al curso de la historia y de las tradiciones, han vuelto a ver la luz. Su experiencia es una historia de esperanza para millones de mujeres. S¨®lo unas pocas consiguen acceder a esta operaci¨®n y revertir a?os de sufrimiento.
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