La muerte valiente de Zapata
El castrismo desacredita al disidente fallecido tild¨¢ndole de "preso com¨²n" - Sus compa?eros de lucha recuerdan su humildad y destacan su coraje
Antes de convertirse en m¨¢rtir y s¨ªmbolo de la disidencia cubana, Orlando Zapata Tamayo era un opositor desconocido, callado y con poco peso espec¨ªfico. Nunca destac¨® ni tuvo afanes de protagonismo. Quiz¨¢s por ello el 20 de marzo de 2003, d¨ªa en que fue detenido en La Habana junto a Marta Beatriz Roque y otros cuatro disidentes, el Gobierno lo excluy¨® del grupo de los 75 a los que enjuiciar¨ªa despu¨¦s por "conspirar" con Estados Unidos.
Mientras ¨¦stos fueron condenados de inmediato a penas de prisi¨®n de hasta 28 a?os de c¨¢rcel, Zapata, un humilde alba?il negro que entonces ten¨ªa 35 a?os, qued¨® fuera del escarmiento.
Su juicio no fue sumar¨ªsimo. Se realiz¨® meses despu¨¦s y fue sancionado a tres a?os de privaci¨®n de libertad por desobediencia y desacato. Orlando Zapata nunca lleg¨® a ser el n¨²mero 76 de aquel grupo selecto de disidentes, pero al final se convirti¨® en el primero de la lista debido a una huelga de hambre de 85 d¨ªas que lo dej¨® en el camino y que ha movilizado como nunca antes al movimiento opositor cubano.
A Zapata lo dejaron morir tras una huelga de hambre que dur¨® 85 d¨ªas
En los a?os noventa emigr¨® a la capital cubana y trabaj¨® duro como alba?il
Nunca form¨® parte del Grupo de los 75, los llamados disidentes 'oficiales'
Su caso ha alentado la unidad y servido de acicate para la dividida oposici¨®n
Activistas de la vieja guardia como ?scar Espinosa Chepe, uno de los 75 condenados aquella primavera de 2003, asegura que su muerte ha provocado una "conmoci¨®n sin precedentes" en las filas de la disidencia. "En los ¨²ltimos 50 a?os no suced¨ªa nada as¨ª", afirma este economista de 70 a?os de edad, condenado a 20 de prisi¨®n en aquellos procesos y luego puesto en libertad con una 'licencia extrapenal' por motivos de salud.
"Era un hombre muy humilde, no quer¨ªa hablar ni aparecer en las fotos. Fue el r¨¦gimen el que lo convirti¨® en l¨ªder y en m¨¢rtir con su intolerancia", piensa Chepe.
A su entender, la muerte de Orlando Zapata marca un "antes y un despu¨¦s" en su pa¨ªs, "y no s¨®lo para la disidencia, tambi¨¦n para el Gobierno". De modo similar piensan todos los opositores consultados para este reportaje, de todas las tendencias (y muchas veces no bien avenidos): el criterio general hoy es que el "caso Zapata" ha fomentado la unidad y servido de acicate al movimiento opositor, mientras que para el Gobierno, en t¨¦rminos de imagen, el resultado es demoledor.
En los ¨²ltimos d¨ªas, media docena de presos pol¨ªticos y un periodista disidente se han declarado en huelga de hambre en la isla, adem¨¢s de varios m¨¢s en ayuno, para protestar por la muerte de Orlando Zapata. Tambi¨¦n exigen la liberaci¨®n de todos los prisioneros pol¨ªticos, que seg¨²n datos de la Comisi¨®n de Derechos Humanos y Reconciliaci¨®n Nacional (CDHRN) son alrededor de 200, de ellos 65 adoptados por Amnist¨ªa Internacional como prisioneros de conciencia.
Orlando Zapata Tamayo era uno de esos presos de conciencia. Pero la historia de c¨®mo ese joven alba?il negro de una peque?a localidad del oriente cubano lleg¨® a convertirse en el m¨¢rtir de la disidencia que es hoy, es larga y gris. Zapata era el segundo hijo de una familia humild¨ªsima de Banes, un pueblo de 35.000 habitantes situado a 830 kil¨®metros al este de La Habana. De all¨ª era oriundo Fulgencio Batista, contra quien se alzaron en armas Fidel y Ra¨²l Castro, que nacieron a pocos kil¨®metros del lugar, en el asentamiento de Bir¨¢n.
Zapata nunca destac¨® ni tuvo carisma, est¨¢ claro. Sus compa?eros de disidencia lo recuerdan como alguien "muy sencillo" y de "pocas palabras", pero "valiente". "No ten¨ªa miedo", asegura Marta Beatriz Roque, la disidente del grupo de los 75 que fue arrestada junto a ¨¦l aquel 20 de marzo de 2003. "Aquel d¨ªa, cuando lleg¨® la polic¨ªa y nos detuvo, le pegaron: a cada golpe gritaba ?vivan los Derechos Humanos?". Marta Beatriz Roque (sancionada a 20 a?os de c¨¢rcel, en libertad por motivos de salud) admite que entonces casi nadie lo conoc¨ªa y que hasta hace no mucho eran pocos los que se preocupaban por su situaci¨®n, "aunque ahora todo el mundo habla de ¨¦l y lo quiere mucho".
Est¨¢ claro que Orlando Zapata no era un disidente medi¨¢tico y adem¨¢s hab¨ªa llegado relativamente tarde a la oposici¨®n. En los a?os noventa del pasado siglo emigr¨® de Banes a la capital cubana y se busc¨® la vida como pudo, fundamentalmente de obrero y alba?il. Cuenta Roque que tuvo muchos problemas... "Le pagaban poco, lo trataban mal, se sent¨ªa enga?ado y dec¨ªa que constantemente violaban sus derechos... Fue as¨ª como poco a poco entr¨® en contacto con el movimiento de derechos humanos".
Inicialmente se vincul¨® al grupo de Oscar El¨ªas Biscet, l¨ªder de la Fundaci¨®n Lawton, y tambi¨¦n apoy¨® en las calles la iniciativa del Proyecto Varela, de Oswaldo Pay¨¢, y milit¨® en el Movimiento Alternativo Republicano, un peque?o grupo opositor. Pero su trayectoria como activista fue corta.
La polic¨ªa la interrumpi¨® en diciembre de 2002, cuando se dedicaba a actividades opositoras junto a Biscet. Fue acusado de "alteraci¨®n del orden" y "des¨®rdenes p¨²blicos", pero el 9 de marzo de 2003 sali¨® en libertad condicional. A los pocos d¨ªas se sum¨® a un ayuno en demanda de la libertad de Biscet que organizaban Roque, el opositor Nelson Molinet -otro de los presos del grupo de los 75, condenado a 20 a?os de c¨¢rcel- y tres disidentes m¨¢s.
De aqu¨ª en adelante su historia es conocida. Descartado como disidente de primera divisi¨®n, los tribunales lo condenaron a una sanci¨®n menor fuera del grupo de los 75. Tres a?os de privaci¨®n de libertad. "Pero Orlando era de los bravos, de los que no se doblegan ni tolera las injusticias", recuerda Oswaldo Paya. "En la c¨¢rcel lo maltrataron brutalmente, pero el siempre se rebel¨®", asegura el opositor, que explica que s¨®lo as¨ª, "por la sa?a de los carceleros", pudo acumular 36 a?os de condenas en juicios realizados dentro de la propia prisi¨®n.
Elizardo S¨¢nchez, presidente de la CDHRN, considera que la "intolerancia del r¨¦gimen totalitario" y el "ensa?amiento" de sus victimarios fue lo que convirti¨® a Orlando Zapata en un s¨ªmbolo de la disidencia y en un "m¨¢rtir de la naci¨®n cubana". "S¨®lo de ellos es la responsabilidad, y aunque ahora van a tratar de desprestigiarlo su muerte va a suponer un punto de inflexi¨®n".
Sanchez recuerda que Zapata inici¨® la huelga de hambre s¨®lo para exigir un trato humanitario. Pero ahora, dice, su s¨ªmbolo va a "radicalizar el discurso y las acciones" del movimiento opositor y esta "indignaci¨®n" se va a traducir en una mayor "unidad". "Ya estamos viendo movilizados juntos a los grupos de la disidencia tradicional con las Damas de Blanco y los blogueros y ciberdisidentes", opina.
Ayer, cinco d¨ªas despu¨¦s del fallecimiento de Orlando Zapata, la prensa cubana mencion¨® por primera vez su caso y, efectivamente, lo hizo para desacreditarle. Seg¨²n Granma, "pese a todos los maquillajes" Zapata era un simple "preso com¨²n".
El diario comunista dice que fue "procesado por los delitos de violaci¨®n de domicilio (1993), lesiones menos graves (2000), estafa (2000), lesiones y tenencia de arma blanca (2000: heridas y fractura lineal de cr¨¢neo al ciudadano Leonardo Sim¨®n, con el empleo de un machete)". El peri¨®dico asegura, adem¨¢s, que "adopt¨® el perfil pol¨ªtico cuando ya su biograf¨ªa penal era extensa" y ratifica la posici¨®n oficial: todos los opositores son "mercenarios" al servicio de Washington.
Disidentes de todas las tendencias, de nuevo unidos, criticaron al Gobierno por la "canallada" de estos argumentos. La mayor¨ªa coincidieron en que si Zapata tuvo antecedentes, tambi¨¦n los tuvieron muchos pr¨®ceres cubanos y eso no les resta m¨¦ritos. Activistas de l¨ªnea dura y socialdemocratas como Manuel Cuesta Mor¨²a consideran que "lo importante es que estuvo dispuesto a dar la vida pac¨ªficamente por demostrar la soberbia del Gobierno". Afirma Cuesta Mor¨²a que "curiosamente, el Gobierno lo subestim¨® por ser negro, ser humilde y no pertenecer a ning¨²n partido opositor conocido"; y ahora, aquel "a quien dej¨® morir", el preso que nunca fue de los 75, "se ha convertido en el s¨ªmbolo de una sociedad que vive en un minuto de desesperaci¨®n hist¨®rica y que merece la atenci¨®n del mundo".
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