Plataforma ciudadana
Estos d¨ªas viajo bastante hablando de mi novela Lo que esconde tu nombre y piso mucho aeropuerto y mucha estaci¨®n de tren. He de decir que cada d¨ªa aprecio m¨¢s la hermosura de la T-4 de Barajas; l¨¢stima que se haya convertido en un asunto tan tenso el ir a tomar un avi¨®n. Desde que pongo el pie en su encerado suelo hasta que por fin piso la moqueta del aparato tengo que superar unos cuantos estados de ¨¢nimo. Tensi¨®n hasta que con la tarjeta de embarque en la mano supero el control entre abrigos, botas, cinturones, trolleys como cajas de cerillas y empleados que me miran con recelo, con mal humor. ?Qu¨ªtese los zapatos! ?Por qu¨¦? Porque hay que quit¨¢rselos. Ayer no me hicieron quit¨¢rmelos en este mismo control. Pues ahora hay que quit¨¢rselos. Vale. La sumisi¨®n tiene la ventaja de que te evita tiempo y saliva. As¨ª que lo mejor es dejarse mandar e ir desembocando al otro lado del arco descalzos y con los pantalones medio ca¨ªdos y las camisas fuera como si nos acab¨¢semos de dar un revolc¨®n unos con otros en esa inquietante frontera entre la tierra firme y el cielo. Seguramente dentro de unos a?os estas pr¨¢cticas nos parecer¨¢n un atropello; ahora, entre la novedad, el desconcierto y el miedo no sabemos qu¨¦ pensar, ni qu¨¦ decir y, sobre todo, tenemos prisa por coger ese vuelo que se nos escapa. La verdad es que el espect¨¢culo que montamos en el llamado control es entre estrafalario y simb¨®lico, casi un rito de iniciaci¨®n para emprender el viaje. Pens¨¢ndolo bien, es hasta bonito. Porque normalmente vamos y venimos sin pensar, ponemos en marcha el coche sin prestar atenci¨®n a lo que hacemos, andamos por la calle d¨¢ndole vueltas a nuestra ¨²ltima obsesi¨®n u oyendo m¨²sica. Y mira por d¨®nde, a la fuerza, en el aeropuerto no tenemos m¨¢s remedio que tomar conciencia de que nos estamos marchando a otro lugar.
Guadalajara no merece esconder nada tan inquietante como los residuos nucleares
Superado el examen, me pongo los zapatos y me relajo tanto que casi me entra sue?o. Estoy en la gloria. Ahora ya puedo dedicarme a comprar un par de libros en el Relay y a darme cremas en el Duty Free. Para¨ªso que se acabar¨¢ para m¨ª el d¨ªa que introduzcan el esc¨¢ner corporal para terminar de controlarnos y amedrentarnos. Por ah¨ª no pienso pasar y entonces dir¨¦ adi¨®s a la T-4 y a todos los aeropuertos del mundo.
Resulta que nos cre¨ªamos que el avi¨®n arrinconaba al tren, y ahora el AVE est¨¢ acabando con el avi¨®n. Pens¨¢bamos que la televisi¨®n acababa con la radio, y la radio tiene m¨¢s audiencia que la televisi¨®n. Nos tememos que el e-book termine con el libro de papel y qui¨¦n sabe si no volveremos a escribir en papiros.
En el tren quien m¨¢s quien menos va enfrascado en el ordenador o manda mensajes con el m¨®vil. Por el momento la pantalla ha ganado la partida al paisaje. Nos encanta lo extraplano, objetos sin contornos que parezcan que los estamos viendo en Internet m¨¢s que en la realidad. Internet nos ofrece la vida en un puzle, sin fondo, como si vivi¨¦semos en Planolandia (la ingeniosa novelita de Edwin Abbot), mientras que por la ventanilla uno ve la tierra y luego unos pinos y detr¨¢s un monte y formas sorprendentes, y aire y sol y sensaciones que la vida extraplana no nos puede ofrecer. No digo que nuestros inventos no tengan su gracia y que desde luego nos aburrir¨ªamos si no le di¨¦ramos al mag¨ªn hasta conseguir la visi¨®n en 3D, pero de ah¨ª a que nos guste m¨¢s una p¨¢gina web que ver caer la lluvia sobre las florecillas del campo...
Y para campo y paisaje espl¨¦ndidos, los de Guadalajara, tan abiertos y claros como los sonidos de su propio nombre. Estas tierras no se merecen esconder nada inquietante como son los residuos nucleares, no se merecen ser el dep¨®sito de esa porquer¨ªa tan peligrosa que afectar¨¢ a no s¨¦ cu¨¢ntas generaciones despu¨¦s de la nuestra. Guadalajara ya ha hecho bastante por la energ¨ªa de todo el pa¨ªs soportando dos centrales nucleares. Y sus ciudadanos han dicho ?basta!, prefieren concentrarse en la explotaci¨®n de sus recursos naturales y montar industrias en los terrenos destinados a ser almacenes radiactivos. As¨ª que, hoy s¨¢bado, me marcho corriendo a la manifestaci¨®n convocada por la Plataforma Anticementerio Nuclear de Guadalajara, a la que tambi¨¦n acudir¨¢n madrile?os que sienten muy cercano el problema. Cuando ustedes lean estas l¨ªneas, la marcha pertenecer¨¢ al pasado, y ojal¨¢ tambi¨¦n el problema. Como me temo que no ser¨¢ as¨ª, seguiremos diciendo no y no. No queremos ser cementerio nuclear. No queremos esconder nada.
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