Arriba el campo
Me lo dijo una vez Dionisio Ridruejo, cuando yo iba a verle a su casa de la calle de Ibiza, y ¨¦l estaba escribiendo en su despacho, entre jerseis, estufas y versos:-Lo que m¨¢s verg¨¹enza me daba de todo aquel montaje propagand¨ªstico que ten¨ªamos en Burgos era eso de ?Arriba el campo?.
En Valladolid, cuando yo era as¨ª de peque?o, ve¨ªa en las cartas oficiales eso de ?Arriba el campo!, escrito as¨ª, con admiraciones, en la esquina del papel, a imprenta, y me impresionaba mucho y me daba un poco de miedo aquella manera epistolar que ten¨ªa el sistema, a base de interjecciones como porras.
Luego me enter¨¦ de que, a pesar de todo, el campo no estaba nada arriba. Ha sido ahora, cuando en las cartas ya no pone ?Arriba el campo?, cuando el campo, mi duro y tierno campo castellano, se ha echado para arriba con tractores como cigarrones gigantes de los trigales de Medina. La revista Playboy hizo un n¨²mero parodiando lo que ser¨ªa el Playboy ruso, y en lugar de la chica desnuda del mes, puso en el desplegable un tractor en colores. M¨¢s o menos, como el ?Arriba el campo? del Servicio Nacional del Trigo vallisoletano. Anda estos d¨ªas por Madrid Miguel Delibes y me dice:
-He tra¨ªdo a la Academia cincuenta p¨¢jaros.
-Pues ten cuidado, que D¨¢maso te va a re?ir por el alboroto.
Lo que ha tra¨ªdo mi querido Miguel son fichas sobre cincuenta especies de p¨¢jaros desconocidas en el diccionario.
-Y tengo muchas m¨¢s -a?ade con orgullo de paleto genial.
Eso es lo que ha pasado en Espa?a: que mucho ?Arriba el campo?, pero cuando les preguntas a los l¨ªderes madrile?os por sus programas agrarios, no dicen m¨¢s que generalidades y t¨®picos. El diccionario ignora miles de p¨¢jaros y la pol¨ªtica ignora miles de campesinos, millones. Arriba el campo con todos sus p¨¢jaros, pero de verdad y sin interjecciones.
El otro d¨ªa creo que se han presentado en la galer¨ªa Antonio Machado los programas agrarios de algunos partidos. A ver si es verdad. Me lo dijo Pem¨¢n en el estreno de El divino impaciente, antes de que las beatas le sacasen a hombros:
-Lo malo de este pa¨ªs es que los pol¨ªticos no saben si las vacas tienen los cuernos delante o detr¨¢s de las orejas.
P¨¢jaros de Miguel para la Academia. Y no s¨®lo la Alondra de verdad de Gerardo, o el mirlo que ¨¦l oye cantar en Alonso Mart¨ªnez, donde ya no se oyen m¨¢s que frenazos. P¨¢jaros de verdad para el diccionario. Y un campo de verdad, no el de la Feria del Campo, querido M¨¢ximo, aquella feria totalitaria que mi amigo Pastor fotografiaba muy bien en el Arriba y a la que ¨ªbamos a comer sardinas de Santurce y ligar noruegas de paso, pero que era, como la demostraci¨®n sindical del Bernab¨¦u y las bienales de arte en el deporte, una manera camp de fabricar paletos artificiales, alineados y de coros y danzas, m¨¢s all¨¢ de la zarzuela, pero mucho m¨¢s ac¨¢ de la actual revoluci¨®n de los tractores.
-Ahora dice que ni el Calder¨®n ni el Bernab¨¦u volver¨¢n a utilizarse para actos pol¨ªticos -salta el parado, que los d¨ªas de partido vende gorritas merengue a la puerta del estadio.
-Bueno, a m¨ª me parece que nunca hab¨ªan servido para otra cosa, porque tan pol¨ªtica era una demostraci¨®n sindical de mayo, como una final de Copa.
-Han pedido a la Oposici¨®n que sea intermediaria entre los tractoristas y el Gobierno -me informa el abrecoches.
-Hombre, menos mal que la Oposici¨®n sirve para algo.
La pol¨ªtica es urbana, incluso semiol¨®gicamente, desde su propia palabra. ?Arriba el campo? era un grito excesivo, como todo lo de entonces. No hace falta subir tanto el campo. Basta con subirle un poco al campesino el precio de las patatas .
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