La Casa de Campo
No, don Juan, por favor, quieto, se?or De Arespacochaga, no nos toque la Casa de Campo, de verdad, nos gusta as¨ª, como est¨¢, sucia, libre, salvaje, abandonada, fea, pero nuestra; porque en cuanto ustedes pongan las manos en. ella, aunque la dejen tan bonita, ya ni, nos va a parecer nuestra, o sea del personal, el pueblo de Madrid mayormente, que si usted se recuerda, don Juan, la Casa de Campo se la debemos a una desamortizaci¨®n republicana, con perd¨®n,Lorenzo L¨®pez-Sancho, columnista si los hay, tambi¨¦n ha dicho m¨¢s o menos lo mismo, y ¨¦l es cronista de la Villa, o sea que tiene tina autoridad, que yo s¨®lo soy cronista de Nadiuska, que por cierto nos sacan esta semana haciendo manitas en una revista, o sea dibujados, lo cual que no es verdad, que ella es la m¨¢s decente y yo el m¨¢s espa?ol. Tambi¨¦n dice Lorenzo que ojo con la Casa de Campo, cuidado, que han anunciado ustedes, se?or De Arespacochaga, que la ' van a mejorar, que la van a reestructurar, que la van a dotar de cosas, y uno ya est¨¢ acostumbrado y maleado a que las reformas municipales consisten en quedarse con lo reformado, ?ay Jes¨²s!
No, don Juan, por mis muertos, que anoche pas¨¦ por la Casa de Campo, que ven¨ªa yo de cenar en casa de Berlanga, y medit¨¦ una vez m¨¢s en la belleza del paraje, que la Casa de Campo fue una conquista democr¨¢tica del pueblo de Madrid, como la amnist¨ªa puede serlo del pueblo de Espa?a, que la Casa de Campo es una amnist¨ªa de ozono y aire libre para los pulmones reclusos del madrile?o.
Con la Casa de Campo pasa como con la democracia, jefe, que tiene que ser seca, porque si es on the rocks, ya no es democracia, o es org¨¢nica, y eso ya es otra cosa. Ni agua, ni hielo, ni soda ni principios fundamentales. La democracia es como el Chivas, cosa de hombres, y tambi¨¦n un poco de Pilar Brabo, para que no digan las feministas, y una democracia adjetivada puede ser como una Casa de Campo reformada por usted, se?or alcalde, que a lo mejor se nos queda en un kindergarten.
No, jefe, de ninguna de las maneras, le agradecemos mucho el esfuerzo, la atenci¨®n y la cosa, pero le prometo que no hac¨ªa falta., Por qu¨¦ se ha molestado, hombre; claro que se agradace el detalle, pero mejor vamos a dejarlo, si quiere, porque se ponen ustedes a mejorar la Casa de Campo y a lo mejor nos quedamos sin Casa de Campor, qui¨¦n sabe.
Por supuesto que no es la primera vez. Todo alcalde de Madrid tiene ese momento imperial y expansivo en que decide tomar la Casa de Campo como cuando Napol¨¦¨®n decidi¨® tomar Rusia. Y ya ve usted c¨®mo acab¨® el Emperador, en calzoncillos de aquellos largos. O sea que m¨¢s vale dejarlo, que ya han puesto muchas bobadas en la Casa de Campo: un zoo, un telef¨¦rico, un bat¨¢n, un parque de atracciones que no atrae a nadie, una Feria del Campo, que como bien expres¨® aqu¨ª el genial M¨¢ximo, era una co?a marinera, pero en vertical, y as¨ª.
De verdad, jefe, resista usted esa tentaci¨®n de partir para la guerra de los trescientos a?os, para la Reconquista de la Casa de Campo, que una Rep¨²blica le arrebat¨® al Estado, y que los Ayuntamientos quieren ir siempre recuperando para la edificaci¨®n, la explotaci¨®n y la mejora, pues no faltaba m¨¢s, que aqu¨ª te obligan a ser feliz, te llevan al cielo a patadas y te arreglan la Casa de Campo, aunque no quieras, que est¨¢ as¨ª tan bonita, tan grande, tan salvaje, con sus totov¨ªas, sus ni?os de la capea, sus atletas madrugadores, sus remeros de domingo y sus cantuesos, sobre todo el cantueso. Queremos esa provincia de libertad y resina para el pueblo de Madrid, queremos ese continente salvaje, esa Atl¨¢ntida municipal, esa cosa, como queremos un pedazo de democracia as¨ª de grande, con sus libertades y sus reivindicaciones y sus parejas besuconas, que en la democracia y en la Casa de
Campo el personal se besuquea mucho. De verdad que nos gusta as¨ª de fea, pero nuestra, la Casa de Campo. No nos la arregle, que es peor, se?or De Arespacochaga. Ande.
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