Encuentros en la tercera fase
Expectaci¨®n esc¨¦ptica al principio. Frustraci¨®n moderada al final. No era mucho lo que cab¨ªa esperar de la reuni¨®n entre la Comisi¨®n Pro-pacto y los representantes del PP. Las lentes bi¨®nicas de Crist¨®bal Montoro no casaban bien, en efecto, con la elegancia distante de la vicepresidenta segunda. Tampoco los discursos ni los intereses respectivos. Es lo que tienen los encuentros entre apocal¨ªpticos y moderados. Dos especies distintas. Una trata de salvaguardar lo que se pueda del statu quo. De un Estado de bienestar llevado hasta los l¨ªmites de sus costuras por la crisis econ¨®mica. Otra, dispuesta a rasgar estas costuras en nombre de la "destrucci¨®n constructiva" schumpeteriana.
S¨ª parece factible llegar a un consenso solapado en torno a algunas medidas
Con todo, y a pesar de las reticencias mutuas, el gran ¨¦xito es que se produjo el encuentro. Si bien se desvanece la idea de un gran pacto de Estado entre los dos grandes partidos, s¨ª parece factible llegar a un consenso solapado en torno a alg¨²n paquete de medidas. Fue una aproximaci¨®n t¨ªmida. La ¨²nica posible quiz¨¢s, si lo que el PP pretende es mantener un margen suficiente para seguir haciendo oposici¨®n y no marginarse a la vez del clamor popular favorable a la concertaci¨®n interpartidista. Hemos entrado, pues, en una tercera fase. La primera consisti¨® en la relativa inacci¨®n inicial del Gobierno y la clamorosa ausencia de propuestas por parte de la oposici¨®n. La segunda, en el juego de desencuentros entre los dos grandes partidos en el pleno del Congreso sobre posibles pactos. Y ahora ha llegado la tercera, la de las dif¨ªciles aproximaciones entre antagonistas. No quedaba otra. Cuando se ponderan consideraciones de riesgo-pa¨ªs, el juego partidista se convierte en una r¨¦mora y s¨®lo puede hacernos da?o.
Ahora, al menos, tenemos propuestas espec¨ªficas encima de la mesa. Lleva raz¨®n el PNV cuando denuncia que ya no es el momento de la exhibici¨®n medi¨¢tica en el palacio de Zurbano. Ten¨ªamos tan desengrasado el mecanismo de los pactos, tan arraigada la cultura de la confrontaci¨®n, que ya no nos acord¨¢bamos de que los grandes acuerdos que hicieron posible la democracia espa?ola se forjaron en oscuros cen¨¢culos y en un duro trabajo en comisiones cargadas de humo y de duros tira y afloja. Que lo importante era sacar a la luz aquello sobre lo que coincid¨ªamos, no los puntos sobre los que disent¨ªamos. Ahora, la oposici¨®n parece preferir lo contrario: hacer un alarde p¨²blico de sus diferencias. Es perfectamente leg¨ªtimo, claro est¨¢. Lo que no se acaba de entender es por qu¨¦ lo hacen antes de sentarse a negociar, no despu¨¦s de un posible fracaso de la negociaci¨®n. O por qu¨¦ se enrocan en la cuesti¨®n de la subida del IVA, quiz¨¢ el m¨¢s relevante de sus desacuerdos, en vez de comenzar por aquello que, a priori, parecer¨ªa m¨¢s f¨¢cil: buscar una significativa reducci¨®n del aparato de las administraciones p¨²blicas en las que gobiernan y exigir lo propio en las dem¨¢s. O en buscar una sensata soluci¨®n pactada al problema financiero de las cajas.
Si ha habido algo que ha contribuido a la desaz¨®n general no ha sido s¨®lo el ensimismamiento del Gobierno a lo largo de tantos meses. Tambi¨¦n han tenido un efecto adverso la gran cantidad de medidas que aparec¨ªan en los medios para ser retiradas despu¨¦s. Respecto de las pensiones, de los sueldos de los funcionarios y tantas otras. Mucho ruido de fondo pero pocas decisiones s¨®lidas. Ahora, la oposici¨®n parece haber entrado en un similar juego de despiste de la opini¨®n p¨²blica. Gran cantidad de medidas, en efecto, pero poca propensi¨®n a hacerlas casar con las de los otros grupos. Como ya se?alara en otro lugar, lo que la gente quiere son soluciones, no un abanico de propuestas que al final acabar¨¢ desapareciendo detr¨¢s de la polvareda levantada por el proceso negociador. Ya estamos hartos de tanto amagar y no dar. Lo que deseamos es que se nos diga de una vez qu¨¦ es lo que hay que hacer y sobre qu¨¦ hay consenso, no qu¨¦ podr¨ªa hacerse. Estamos dispuestos a remangarnos y ponernos a trabajar, pero una vez que sepamos al fin cu¨¢l es la hoja de ruta.
No queda mucho tiempo. Y no estamos solos. No se trata s¨®lo de los famosos "mercados". Quien m¨¢s nos contempla son nuestros socios del espacio monetario com¨²n. Todav¨ªa estamos a tiempo de escaparnos del precedente griego y de no ser una carga para el resto de nuestro entorno. Lo que est¨¢ en juego no es ya s¨®lo nuestro bienestar econ¨®mico, sino nuestra misma capacidad para decidir por nosotros mismos qu¨¦ es lo que podemos hacer para enderezar la nave.
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