Guerra, amor y asesinato
Sopla el levante en C¨¢diz y mueve el l¨¢tigo de un asesino, en 1811, tiempos de guerra. Napole¨®n sitia una ciudad que, en fatal decadencia poco visible todav¨ªa, quiere sobrevivir haciendo nuevo lo viejo. Las Cortes Constituyentes se re¨²nen en C¨¢diz, "culo de Europa y ¨²lcera del Imperio, con la maldita Espa?a rebelde reducida a una isla inconquistable", seg¨²n el capit¨¢n de la artiller¨ªa francesa. Caen bombas. Un asesino mata como un carnicero sucio. Se hacen negocios. La gente se enamora. Todo pasa, todo sigue. Es el mundo de El asedio, Arturo P¨¦rez-Reverte en plenitud.
Muchachas casi adolescentes aparecen destrozadas a latigazos, y, puesto que hay un asesino, tiene que haber un polic¨ªa: el comisario Tiz¨®n mira con espanto y fr¨ªo detenimiento profesional a esas ni?as de la edad que tendr¨ªa su hija, si no se la hubiera quitado la muerte. Descubre una conexi¨®n entre dos cosas: las bombas vuelan y el asesino mata a pocos pasos de donde caen. El enemigo m¨¢s cruel no es el que dispara desde posiciones francesas: est¨¢ en la ciudad. El polic¨ªa, habitual ajedrecista de caf¨¦, ve c¨®mo C¨¢diz se convierte en tablero. ?D¨®nde estallar¨¢ la pr¨®xima bomba? ?D¨®nde matar¨¢ otra vez el criminal? Viejo perro callejero, husmea cada huella, cada indicio, pero, con el colmillo izquierdo de oro, es menos un detective l¨®gico, a lo Holmes, que un sabueso de Serie Negra, con una conciencia instintiva de que la actividad policial guarda m¨¢s relaci¨®n con la delaci¨®n y la tortura que con una investigaci¨®n cient¨ªfica.
El asedio
Arturo P¨¦rez-Reverte
Alfaguara. Madrid, 2010
736 p¨¢ginas. 22,50 euros
Los rotundos personajes de P¨¦rez-Reverte se cruzan en C¨¢diz, barco sitiado pero felizmente abierto al mar. Bulle de vecinos, 100.000, refugiados, comerciantes, chusma portuaria, curas, soldados, cronistas, diputados en Cortes. Lolita Palma, soltera, de 32 a?os, pertenece a la mejor sociedad gaditana. Se sienta en el sill¨®n del padre difunto, al frente de su familia y de la raz¨®n social Palma e Hijos. Armadora de buques que trafican con Am¨¦rica y Rusia o navegan con patente de corso, podr¨ªa ser una de esas mujeres de negocios que populariz¨® Hollywood en los a?os cuarenta, o una empresaria de ahora mismo. Es jefa y socia del capit¨¢n Lobo, corsario, no un caballero probablemente, pero sabio en su profesi¨®n, valiente, reflexivo y sin doblez, del tipo de criaturas que parecen condenadas al desamor y el fracaso heroico.
Los actores de reparto son excelentes. El artillero Desfosseux agujerea C¨¢diz con sus bombas y se toma la guerra como un problema matem¨¢tico. Su enemigo no son los espa?oles, sino los obst¨¢culos que imponen la ley de la gravedad, la materia y los vientos de la bah¨ªa. El esp¨ªa taxidermista Fumagal, librepensador solitario que ha hecho de la raz¨®n su delirio, vive en un para¨ªso de animales disecados y palomas mensajeras. Morraja, salinero, cazador furtivo, duro como el cuero viejo, escopetero del rey, se gana miserablemente la vida en la paz y en la guerra y tiene una ni?a sirviendo en casa de los Palma. Los personajes de El asedio llevan nombres parlantes, emblemas de su condici¨®n.
Siente P¨¦rez-Reverte devoci¨®n por las palabras, fetichista de las palabras y las cosas perdidas o en v¨ªas de perderse, y hay una incesante felicidad evocativa en su relato, que se demora en el papel de cartas de Lolita, en el bast¨®n brutal de Tiz¨®n, en las ropas, en la levita color nuez del lechuguino angl¨®filo, en el corbat¨ªn algo flojo del comerciante que exhibe en ese m¨ªnimo desarreglo su sometimiento a una "intensa y honorable jornada laboral". Pasan en una r¨¢faga los fracs oscuros de los diputados, la casaca verde del embajador ingl¨¦s, una chaquetilla con pesetas de plata como botonadura, la infantil alegr¨ªa her¨¢ldica de los uniformes militares. Y surcan el mar faluchos, bergantines, polacras, balandras y goletas. Si P¨¦rez-Reverte recurre a un vocabulario de a?osa literatura, lo usa con la verdad f¨ªsica, inmediata, de una conversaci¨®n. Aqu¨ª y all¨ª saltan expresiones que parecen de toda la vida, entre lo anacr¨®nico y el anacronismo: a la mujer que va para soltera "se le pasa el arroz", y, si no, que baje Dios y lo vea. Coger al asesino es buscar una aguja en un pajar. El que quiera higos de Lepe, que trepe. ?Aguanta el sospechoso torturado? Pues se le puede seguir dando hilo a la cometa, y le siguen dando. Es inocente.
El asedio tiene fuerza pl¨¢stica y potencia narrativa. La fluidez entre ambientes y episodios es perfecta. Guerra y negocios discurren juntos. La gloria b¨¦lica resplandece en la desordenada ejecuci¨®n de tres desertores, bajo un diluvio negro, en el fango. Aqu¨ª, como en toda buena f¨¢bula, el mundo est¨¢ hecho de contraposiciones, entre los afectos, la guerra, el comercio, la pol¨ªtica, el amor entre la Palma y el Lobo, de un fr¨ªo candente, mortal para el metal menos templado. Hay vidas, como la del capit¨¢n y la criada de Lolita, que no decide el destino, sino el inter¨¦s esencial o accidental de la casa Palma e Hijos. C¨¢diz es a la vez espl¨¦ndido y crepuscular, espectacular y subterr¨¢neo, el escenario id¨®neo para que coincidan la disciplina cient¨ªfica de la guerra moderna y el ancestral misterio del crimen. -
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