La dudosa voluntad de la Uni¨®n de convertirse en potencia global
A Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso le gusta decir que Europa debe decidir si quiere ser el tercero en discordia en el G-2 que se dibuja en el horizonte entre Estados Unidos y China o quedar en los m¨¢rgenes de la escena global. Con la tinta del Tratado de Lisboa a¨²n h¨²meda, China dio a Europa una bofetada en la conferencia de Copenhague, y Barack Obama le ha hecho el feo al retrasar hasta finales de a?o una cumbre UE-EE UU dise?ada por la presidencia espa?ola de la Uni¨®n para mayo.
El tratado se ha vendido como la plataforma que la Uni¨®n Europea necesita para estar bien presente en el mundo. No es del todo cierto. "Catherine Ashton s¨®lo puede actuar si tiene el acuerdo un¨¢nime de todos los Estados miembros", advierte Karen Don-fried, vicepresidente del German Marshal Fund (GMF), un centro de estudios de Washington especializado en las relaciones entre EE UU y Europa.
La realidad es que las ambiciones de Europa se limitan a su ¨¢rea geogr¨¢fica inmediata, con Oriente Pr¨®ximo y ?frica como principales referencias. China, que juega con Europa a placer en funci¨®n de sus relaciones con los distintos socios, est¨¢ ausente del pensamiento estrat¨¦gico de la UE. En las tres horas del examen al que el Parlamento Europeo someti¨® a Ashton nadie consider¨® pertinente inquirir sobre China. Am¨¦rica Latina es poco m¨¢s que una an¨¦cdota, pese a los esfuerzos espa?oles por centrar el foco. ?frica atrae mucha ayuda europea, pero la influencia del contacto personal con los l¨ªderes franc¨®fonos no ser¨¢ lo que pueda explotar la monoling¨¹e Ashton.
Donfried recuerda la gran sa-tisfacci¨®n que produjo en Was-hington la trabajada entrada en vigor del Tratado de Lisboa, que "ofrece a la UE la promesa de un papel pol¨ªtico en el mundo en consonancia con su peso econ¨®mico. Pero est¨¢ por ver si ese papel es lo que sus Estados desean".
"Queremos que la UE mire al mundo", dice la responsable del GMF, para quien Afganist¨¢n, Ir¨¢n o la recesi¨®n econ¨®mica global son cargas que Estados Unidos sobrellevar¨ªa mejor con ayuda europea. "No hay suficiente Europa", se lamenta. Detecta, sin embargo, corrientes no satisfactorias. "Con George Bush era f¨¢cil reducir los problemas a que ¨¦l no era suficientemente multilateralista. Obama, en cambio, dice cosas que gustan a los europeos. Pero en la relaci¨®n no hay un problema c¨ªclico sino estructural", diagnostica. "Los americanos tienen una visi¨®n del mundo tras el 11-S distinta de la de los europeos. Los dirigentes europeos tienen que explicar el mundo que vivimos, que si est¨¢n en Afganist¨¢n no es por Obama. Ah¨ª es donde tienen que demostrar voluntad pol¨ªtica y liderazgo".
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