Bailando con el jaguar
La experiencia se empe?a en desmentir el refr¨¢n de que dos no se pelean si uno no quiere. Cuando ya se daba por zanjado el ¨²ltimo incidente con el presidente venezolano, Hugo Ch¨¢vez, las declaraciones de su canciller, Nicol¨¢s Maduro, arremetiendo contra el juez Eloy Velasco, han vuelto a poner al Gobierno en un brete. El jefe de la diplomacia espa?ola, Miguel ?ngel Moratinos, se apresur¨® ayer a echar agua al vino asegurando que esas declaraciones son anteriores al comunicado conjunto del pasado s¨¢bado, en el que Caracas negaba toda colaboraci¨®n con ETA y rechazaba "sin paliativos" las actividades de la "organizaci¨®n terrorista". Pero eso no resta gravedad a la embestida contra un magistrado espa?ol y un ex presidente, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, a quienes Maduro vincul¨® con la "mafia". Moratinos tiene poderosas razones para evitar a toda costa el enfrentamiento. En Venezuela residen 158.000 espa?oles (la tercera colonia m¨¢s numerosa en el extranjero, s¨®lo por detr¨¢s de Argentina y Francia) y tambi¨¦n hay fuertes intereses de empresas espa?olas, como Repsol, que el a?o pasado anunci¨® el descubrimiento en aguas venezolanas del mayor yacimiento de gas de su historia. Moratinos presume de haber logrado que el Santander obtuviera una compensaci¨®n satisfactoria por la nacionalizaci¨®n del Banco de Venezuela y de haber arrancado a Caracas el compromiso de revisar las expropiaciones de fincas sufridas por 200 espa?oles. Pero el Gobierno no puede mirar a otro lado ante el auto del juez Velasco, ya que incluye serios indicios de que los etarras afincados en Venezuela desde finales de los ochenta siguen en activo y cuentan al menos con la complicidad de elementos del r¨¦gimen bolivariano. La respuesta que d¨¦ Ch¨¢vez a las ¨®rdenes de b¨²squeda y captura que Velasco anuncia en su auto marcar¨¢, m¨¢s que los exabruptos, el futuro de las relaciones bilaterales.
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