Los frutos del ¨¢rbol del conocimiento
Dec¨ªa Tales de Mileto que la felicidad del cuerpo se funda en la salud y la del entendimiento en el saber y, quiz¨¢ por eso, los grandes pa¨ªses son los que dedican m¨¢s recursos a la educaci¨®n, investigaci¨®n y al gasto social.
La ciencia moderna es una actividad transitiva y trascendente, que no pertenece al cient¨ªfico aislado de los dem¨¢s, sino a la sociedad en general, y que pierde todo sentido cuando se encierra en sus l¨ªmites m¨¢s reducidos. Se investiga por y para la ciudadan¨ªa, para generar conocimiento, que suele acabar transform¨¢ndose en progreso y en bienestar de todos. As¨ª ha sido a lo largo de toda la edad moderna y la edad contempor¨¢nea, en las que muchos de los adelantos m¨¢s revolucionarios estuvieron precedidos por avances cient¨ªficos. Como observaba Gregorio Mara?¨®n, "la verdadera grandeza de la ciencia, adem¨¢s del conocimiento, acaba valor¨¢ndose por su utilidad".
La ciencia espa?ola ocupa el noveno lugar en producci¨®n pero deja que desear en calidad y patentes
Actualmente, el 70% de las patentes se origina fuera de Europa
Es bien conocido, en efecto, que la revoluci¨®n cient¨ªfica del siglo XVII allan¨® el camino para el pensamiento ilustrado del siglo XVIII y para la revoluci¨®n industrial del siglo XIX. No es casualidad que el Reino Unido, el pa¨ªs donde surgi¨® esa revoluci¨®n industrial, sea uno de los pa¨ªses con m¨¢s premios Nobel, porque conocimiento, ciencia y progreso social suelen ir unidos de la mano. Al seguir Louis Pasteur su m¨¢xima de "si no conozco una cosa, la investigar¨¦", estaba dando respuesta a las necesidades de los ciudadanos y comprometi¨¦ndose socialmente. De esta forma, con sus descubrimientos, provoc¨® avances gigantescos en un buen n¨²mero de procesos industriales, m¨¦dicos y farmacol¨®gicos. Logr¨® que mejorase desde la fabricaci¨®n de la cerveza, o la obtenci¨®n de la seda, hasta la detecci¨®n de enfermedades contagiosas y el desarrollo de vacunas.
En Europa, nos sentimos justamente orgullosos de nuestra rica tradici¨®n art¨ªstica, de nuestros paisajes y de nuestra arquitectura, pero en Europa, adem¨¢s y sobre todo, se desarrollaron los conocimientos fundamentales de la revoluci¨®n cient¨ªfica que subyacen al mundo actual: Cop¨¦rnico, Galileo, Newton, Darwin, Einstein, Watson, Crick... son buenos ejemplos de ese pasado. Estos cient¨ªficos contribuyeron al desarrollo de nuevas disciplinas como la astronom¨ªa, la biolog¨ªa, la f¨ªsica, la biolog¨ªa molecular y el desarrollo tecnol¨®gico, promoviendo un nuevo marco de conocimiento que permiti¨® un extraordinario avance en la agricultura, la industria y el comercio, y que dio lugar a una prosperidad que, a su vez, permiti¨® un mayor desarrollo de las artes.
Hoy, la creciente dependencia del desarrollo tecnol¨®gico, el efecto de la globalizaci¨®n y la escasez de los recursos, requierede cambios econ¨®micos, pol¨ªticos y sociales profundos, cambios seguramente tan radicales como los que supusieron la transici¨®n de las sociedades agrarias a las industriales hace 500 a?os, y que, con toda seguridad, tambi¨¦n van a requerir del avance del conocimiento. La lucha contra el cambio clim¨¢tico, la crisis energ¨¦tica, el envejecimiento de las sociedades occidentales y los flujos migratorios representan, sin duda, situaciones que requieren nuevas formas de pensar, de vivir, de actuar y cuyas soluciones quiz¨¢s ser¨¢n tan relevantes hoy como la revoluci¨®n industrial lo fue para la superaci¨®n del Antiguo R¨¦gimen.
En contra de lo que postulan algunos profetas apresurados, no hemos llegado todav¨ªa al final de la historia; al menos no en ciencia, en donde apenas hemos empezado a levantar el velo de la ignorancia. Seguiremos necesitando, pues, la curiosidad, la creatividad, la inteligencia, el rigor, la constancia y la inagotable sed de conocimiento de los cient¨ªficos, para seguir haciendo de este planeta un h¨¢bitat m¨¢s amigable para sus miles de millones de habitantes.
En la actualidad, Europa produce el 33% de las publicaciones cient¨ªficas y el 34% de las m¨¢s citadas en la literatura, mientras Estados Unidos, con una producci¨®n del 24%, contribuye al 43% de las publicaciones m¨¢s citadas. Solamente dos universidades europeas se encuentran en el ranking de las 20 universidades m¨¢s prestigiosas.
Con una contribuci¨®n cada vez mayor de China e India a la generaci¨®n de conocimiento y con un decreciente n¨²mero de premios Nobel europeos, es ciertamente preocupante observar que en la actualidad el 80% de los investigadores, el 75% de la investigaci¨®n y el 70% de las patentes se originan fuera de Europa.
En este contexto, la ciencia espa?ola, que ha experimentado un crecimiento extraordinario en los 25 a?os de democracia y ocupa la novena posici¨®n en producci¨®n cient¨ªfica mundial (el 3,34%), dista mucho de alcanzar esos niveles en las publicaciones de alto impacto o en las publicaciones de mayor citaci¨®n, en el ranking de instituciones de excelencia, o en la generaci¨®n de patentes (el 0,8%).
Es, por tanto, necesaria una actuaci¨®n de emergencia donde el objetivo, ante este necesario cambio, es que nos veamos a nosotros mismos como lo que somos, un pa¨ªs de talento cultural pero tambi¨¦n cient¨ªfico que necesariamente ha de incorporarse a la investigaci¨®n de excelencia. Caminamos hacia la Gran Ciencia, caracterizada por proyectos con elevado presupuesto, por la interdisciplinariedad y dependientes de la colaboraci¨®n internacional dentro del marco de la cada vez m¨¢s creciente globalizaci¨®n. Si se quiere estar en ella, y se debe estar, hay que estimular la ciencia y la tecnolog¨ªa con el calor de todos. Es necesario el apoyo de los Gobiernos, las instituciones, la implicaci¨®n del sector productivo, de toda la sociedad, especialmente de esa juventud entre la que se encuentran o deber¨ªan encontrarse los miembros de la comunidad cient¨ªfica del ma?ana.
Ante esta nueva situaci¨®n, donde Europa ha perdido el liderazgo del pasado, una apuesta por la excelencia y la ciencia de frontera parece m¨¢s necesaria que nunca. Esa ciencia asociada a la protecci¨®n de los datos y vinculada a la colaboraci¨®n con la iniciativa privada, que es la directamente responsable de la generaci¨®n de riqueza (en Europa ¨¦sta invierte en I+D+i solamente el 1%, comparado con el 1,69% en Estados Unidos o el 0,47% en Espa?a), ha de aportar las bases para dar respuesta a la nueva situaci¨®n mundial.
Dec¨ªa Goethe que "el esp¨ªritu humano avanza de continuo, pero siempre en espiral". En este siglo XXI, la espiral virtuosa de crecimiento se seguir¨¢ generando a partir del saber. Asistiremos a la revoluci¨®n del conocimiento. Se lograr¨¢n nuevos hallazgos y se avanzar¨¢ socialmente; entonces, la nueva situaci¨®n permitir¨¢ avanzar a¨²n m¨¢s y crear m¨¢s riqueza, una actividad fundamentalmente desarrollada por el sector productivo. ?ste, sin embargo, tiene clara la necesidad de apostar por la generaci¨®n de conocimientos con fondos p¨²blicos, como expresaban los presidentes de las 25 mayores empresas de EE UU en una carta abierta al Congreso que, entre otras cosas, dec¨ªa: "Nuestro mensaje es simple. Nuestro sistema educativo y sus programas de investigaci¨®n juegan un papel cr¨ªtico y central en el avance de nuestro conocimiento... Sin el apoyo federal la industria americana dejar¨¢ de tener acceso a tecnolog¨ªas b¨¢sicas... Por lo tanto, respetuosamente solicitamos que se mantenga el apoyo a un vibrante programa de investigaci¨®n...".
Stephan Zweig explic¨® con enorme sencillez la relevancia de los empresarios en el progreso del mundo. Dijo una vez: "Las invenciones y descubrimientos decisivos se inician siempre con un est¨ªmulo intelectual o moral como fuerza motivadora, pero, normalmente, el ¨ªmpetu final a la acci¨®n humana lo ponen los impulsos materiales... Los mercaderes fueron la fuerza motriz tras los h¨¦roes de la edad de los descubrimientos; el primer impulso heroico de conquistar el mundo eman¨® de fuerzas muy mortales: en el principio, fueron las especias". Quiz¨¢s, las especias hoy capaces de cambiar el mundo est¨¢n representadas por el conocimiento.
Carlos Mart¨ªnez Alonso es profesor del CSIC.
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