Historia de un neologismo
Personalmente, he tratado muy poco con Miguel Delibes; nos hemos visto dos veces; sin embargo, puedo decir que la primera dur¨® una semana, en la que nos ve¨ªamos a diario. En los a?os cincuenta -debi¨® de ser el 57 o el 58-, al Ministerio de Cultura -o como se llamara por entonces- le dio por organizar viajes de escritores, para que conoci¨¦ramos Espa?a y, probablemente, tambi¨¦n para que nos conocieran en distintas regiones. Los elegidos por el ministerio ser¨ªamos una veintena y, con los acompa?antes, llen¨¢bamos un autob¨²s. De amigos m¨ªos anteriores ven¨ªan Medardo Fraile, Ignacio Aldecoa, Jos¨¦ Mar¨ªa de Quinto, y la regi¨®n destinada era La Mancha. Y all¨ª ven¨ªa tambi¨¦n Miguel Delibes, seis a?os mayor que yo, un hombre alto y muy guapo, jovial, simp¨¢tico, que enseguida le cay¨® bien a todo el mundo y al que yo mismo me arrimaba siempre que pod¨ªa. Me limitar¨¦ a contar s¨®lo un detalle, que fue muy celebrado, porque lo he tenido siempre muy vivo en la cabeza: invent¨® un neologismo. Era en relaci¨®n con el sistema de hospedaje que hab¨ªan establecido en casi todos los pueblos que visitamos, pueblos muy grandes, como es propio de La Mancha: en cada pueblo el ministerio hab¨ªa concertado que entre los notables m¨¢s o menos ricos se repartiesen a los escritores, uno cada uno, para que le preparasen una habitaci¨®n con una cama. Estos vecinos no s¨®lo eran personas muy educadas, sino que, aunque muchos completamente ajenos a la literatura, parec¨ªa que les hac¨ªa ilusi¨®n hospedar a un escritor y ponerse a su lado en las comidas colectivas. Pues bien, al segundo d¨ªa est¨¢bamos dos o tres charlando con Delibes cuando nos cont¨® que hab¨ªa le¨ªdo una novela de aventuras en la que un barco con una veintena de europeos visitaban algunas islas del Pac¨ªfico, si no recuerdo mal, y unas tribus de ind¨ªgenas muy hospitalarios hab¨ªan acordado que cada uno de los extranjeros fuese acogido y hospedado por uno de los notables del lugar y, tal como se cuenta de otras culturas antiguas, la hospitalidad comportaba una relaci¨®n de honor y un v¨ªnculo permanente an¨¢logo a una especie de parentesco; pues bien, en aquellas islas, el v¨ªnculo establecido entre el ind¨ªgena y el europeo se designaba como "tayo", y no puedo recordar si el nombre era rec¨ªproco, tanto del hu¨¦sped como del hospedado, o s¨®lo el hu¨¦sped era tayo del segundo. El caso es que todos celebramos tanto la comparaci¨®n de Delibes con nuestro propio sistema de hospedaje, que el neologismo se extendi¨® inmediatamente y todos acabamos diciendo "mi tayo" para designar al vecino que nos hospedaba.
Alto y muy guapo, jovial, simp¨¢tico, enseguida cay¨® bien a todos
Much¨ªsimos a?os despu¨¦s he conocido a Miguel Delibes de Castro, que se ocupaba del Coto de Do?ana y entre los dos hicimos un trabajo -yo de entrevistador y ¨¦l de entrevistado- sobre cuestiones de la "naturaleza" y la conservaci¨®n de las especies; a ¨¦l quiero dedicar mis sentimientos por la muerte de su padre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.