El vino seg¨²n los gallegos
Un libro repasa los usos hist¨®ricos de los caldos, de f¨¢rmaco a elixir contra el fr¨ªo
Neruda le dedic¨® una oda y Baudelaire invitaba a emborracharse con ¨¦l "sin tregua". Intelectuales gallegos como Castelao o B¨®veda, adem¨¢s de a los consabidos usos l¨²dicos, aludieron incluso al poder del vino para "construir una patria". Fue en A Nosa Terra, en 1934, donde las dos figuras del nacionalismo gallego se cebaron con los desleigados que sucumb¨ªan a modas externas. "Quen en Galicia toma aperitivos alleos, auga pintada con nomes pomposos en vez do noso insuperable branco Ribeiro, ¨¦ un inimigo da patria", dec¨ªan.
El vino, que en Galicia fue durante siglos bebida de unos cuantos afortunados, centra el ¨²ltimo trabajo del historiador Xavier Castro (Cangas do Morrazo, 1954), que ayud¨¢ndose de ordenanzas municipales, tratados de higienistas y m¨¦dicos, refraneros, obras literarias y conversaciones con taberneros, bodegueros y vecinos ha trazado una historia cultural del licor m¨¢s exportado de la comunidad.
Un buen caldo ten¨ªa que ser tinto, espeso y con mucho color
El consumo del hombre era p¨²blico, el de la mujer, a veces a escondidas
A rosa do vi?o. A cultura do vi?o en Galicia (Galaxia) repasa los usos sociales del vino, las formas de consumo y la pertenencia de clase que implic¨® su consumo a lo largo de los siglos. "El blanco era para los ricos y se sacaba para las visitas", explica Castro, profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Universidade de Santiago. El prestigio lo ten¨ªa el blanco, pero el vino del pueblo fue siempre el tinto, "espeso y con mucho color", que favorec¨ªa el crecimiento de los ni?os y el restablecimiento de las mujeres despu¨¦s del parto. Un buen caldo deb¨ªa pintar la taza y dejar una rosa dibujada en la porcelana. El tinto calentaba m¨¢s -"la historia de Galicia, y probablemente la de la mayor parte de la humanidad, se hizo temblando de fr¨ªo", asegura Castro en el libro- y tradicionalmente este tipo de cepas era m¨¢s numeroso.
Era tinto tambi¨¦n el vino que se exportaba a Am¨¦rica Latina para que los inmigrantes calmaran la nostalgia, y el que se usaba para preparar las sopas de cabalo canso. Con la filoxera, declarada calamidad p¨²blica a finales del siglo XIX, se autoriz¨® la introducci¨®n de variedades americanas -las "damiselas neur¨®ticas", como las apod¨® Otero Pedrayo-, menos sensibles.
A lo largo de la historia, el vino sirvi¨® para casi todo, refresco, estimulante, medicamento para el cuerpo y el alma, sello de acuerdos o recreaci¨®n m¨¢s o menos enfermiza. En todos los casos se aconsejaba la moderaci¨®n, el "saber beber" y estaba mal visto incitar al vecino a la borrachera. "?Ojo con la vuelta de las fiestas, que las cabezas van calientes, y cuando el vino se empe?a...es tan loco!", aconsejaba Emilia Pardo Baz¨¢n a las chicas que quer¨ªan conservar su buen nombre. "El consumo del hombre era p¨²blico, en la taberna, pero el de la mujer se limitaba a la casa, a veces a escondidas", cuenta Castro. Tambi¨¦n beb¨ªan a escondidas los ni?os, aunque el alcohol no sol¨ªa estarles vetado. Como ejemplo, Castro evoca al ni?o Perucho de Los pazos de Ulloa, que se emborracha con el benepl¨¢cito de sus mayores, que miden con vino su fortaleza. En la actualidad, el inicio en el consumo de alcohol se sit¨²a en los 13,5 a?os, pero hasta bien andado el siglo XX los peque?os empezaron a beber mucho antes. La escasez limit¨® las adicciones: muchas familias s¨®lo probaban el fruto de la vid en Navidad o en la fiesta del patr¨®n; el resto del a?o beb¨ªan agua, o sidra en el mejor de los casos. "El alcoholismo es un invento sueco de finales del siglo XIX. Antes hab¨ªa simplemente viciosos", explica.
En la taberna se cerraban negocios, se deshac¨ªan matrimonios -las pacientes esposas se cansaban de esperar e iban a buscar al marido ebrio a la cantina- y se acced¨ªa a la aceptaci¨®n en una comunidad nueva. Era lo que les suced¨ªa a los hombres que se casaban con una mujer de una parroquia distinta a la suya: los vecinos de la novia, que no perdonaban la ruptura de la endogamia local, exig¨ªan una retribuci¨®n en vino, que cobraban casi siempre, a pesar de que la justicia persegu¨ªa a quien impon¨ªa esta costumbre a la fuerza.
?lvaro Cunqueiro apadrin¨® el albari?o calific¨¢ndolo de "pr¨ªncipe dorado de los vinos" y el Ribeiro, que "tradicionalmente representaba a Galicia", perdi¨® la batalla de la imagen. Los cantos de taberna cesaron con la entrada de la televisi¨®n en los locales y el mercado trajo nuevas bebidas: primero, a finales del siglo XIX, el caf¨¦ y el chocolate, despu¨¦s los refrescos y la cerveza. El vino tampoco se bebe igual: ya no es muy frecuente ver a varios amigos bebiendo de la misma taza. Dice Castro que siempre hab¨ªa un aprovechado que se lo llevaba todo.
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