?Burgueses del mundo, un¨ªos!
Las clases medias crecen a un ritmo de v¨¦rtigo en los pa¨ªses emergentes, pero no combaten a los reg¨ªmenes autoritarios que los gobiernan
La expansi¨®n de las clases medias en los pa¨ªses emergentes avanza a un ritmo vertiginoso. El crecimiento econ¨®mico sostenido de muchos pa¨ªses muy poblados est¨¢ impulsando el ascenso social de grandes masas. M¨¢s de 1.840 millones de personas viven ya en hogares con una renta por habitante de entre 10 y 100 d¨®lares al d¨ªa, seg¨²n un estudio publicado recientemente por la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE). En 2000, eran 1.360, s¨®lo 140 millones m¨¢s que en 1992, aclara Homi Kharas, economista autor del estudio. Utilizando otros par¨¢metros, algunos analistas calculan que la mitad de la poblaci¨®n mundial pertenece a la clase media. Los datos difieren seg¨²n el criterio elegido, pero nadie discute la tremenda aceleraci¨®n del avance burgu¨¦s en la ¨²ltima d¨¦cada.
1.840 millones de personas tienen una renta de entre 10 y 100 d¨®lares al d¨ªa
El n¨²mero de democracias es hoy igual que en 1995: 116
Muchos analistas y pol¨ªticos vinculan a esta hist¨®rica y asombrosa elevaci¨®n social esperanzas de una expansi¨®n y arraigamiento de la democracia y las libertades civiles. En Occidente, en siglos pasados, precisamente las clases burguesas fueron alma y m¨²sculo del desarrollo liberal. Sin embargo, tras una etapa de notable crecimiento a principios de los noventa, el n¨²mero de democracias en el mundo es hoy igual que en 1995: 116, seg¨²n la prestigiosa Freedom House, instituci¨®n fundada en 1941 y con sede en Washington.
Al final de una d¨¦cada de fuerte desarrollo, las clases medias de pa¨ªses tan relevantes como China o Rusia siguen pareciendo m¨¢s aquiescentes ante reg¨ªmenes autoritarios que garanticen estabilidad, que ansiosas por conquistar nuevas parcelas de libertad. ?Por qu¨¦ no siguen el camino de sus antecesores occidentales?
"Estas nuevas clases medias en pa¨ªses emergentes son todav¨ªa fr¨¢giles y temen la inestabilidad. Est¨¢n dispuestas a aceptar reg¨ªmenes autoritarios que ofrezcan orden, a cambio de que ¨¦stos no frustren con excesiva corrupci¨®n y clientelismo su ambici¨®n de avance social, su aspiraci¨®n a competir en igualdad de condiciones y su deseo de transmitir a los hijos un futuro mejor", opina el historiador brit¨¢nico Lawrence James, autor de The middle class: a history, en conversaci¨®n telef¨®nica desde Oxford.
Cada pa¨ªs tiene sus caracter¨ªsticas, y los obst¨¢culos al camino democr¨¢tico en un pa¨ªs isl¨¢mico no son los mismos que en un r¨¦gimen comunista o una dictadura militar. Pero existen rasgos comunes en un grupo social que, en el fondo, persigue los mismos intereses en todas partes. La preocupaci¨®n de los neoburgueses por conservar los logros recientes, por ejemplo, es un esquema cl¨¢sico. Como se?ala James, oficinistas y profesionales chinos, rusos o vietnamitas deben de sentir ahora algo muy parecido a lo que muchos espa?oles sintieron en los a?os sesenta.
Los neoburgueses, sin embargo, tienen un potencial obst¨¢culo ulterior en el camino a la plenitud democr¨¢tica y al Estado de derecho. Las burgues¨ªas occidentales que arrollaron inexorablemente un r¨¦gimen tras otro son cuerpos sociales dotados de una profunda espina dorsal, que tiene su ra¨ªz en el pensamiento griego y el derecho romano; contin¨²a con la Carta Magna brit¨¢nica, el Renacimiento y la Ilustraci¨®n; y culmina con las revoluciones francesas y americanas. La falta de ese bagaje podr¨ªa complicar el viaje de los nuevos burgueses.
Una encuesta del Pew Global Attitudes Project publicada el a?o pasado ofrece datos interesantes al respecto. El estudio, centrado en 13 pa¨ªses emergentes, sugiere que sus clases medias desean con mayor intensidad que sus conciudadanos m¨¢s pobres el establecimiento de la democracia y el respeto de las libertades civiles. El desfase entre el grupo social medio y el bajo se repite con distancias significativas en casi todos los apartados del sondeo. En Rusia, por ejemplo, el 51% de la clase media cree que es "muy importante" que las elecciones sean limpias. S¨®lo el 37% de la clase baja lo cree as¨ª.
Sin embargo, las variaciones entre pa¨ªses son muy grandes. Al 51% de Rusia o de Egipto, se corresponde un 80% en Chile y un 69% en Brasil. La base de impulso de reformas democr¨¢ticas en algunos pa¨ªses es muy inferior que en otros. El bienestar va acompa?ado de una mayor sensibilidad democr¨¢tica y liberal, pero el punto de partida s¨ª pesa para alcanzar una masa cr¨ªtica, un umbral que desencadene la lucha pol¨ªtica.
"El desarrollo econ¨®mico es naturalmente un aspecto de importancia fundamental, pero no lo es todo. El bagaje cultural tambi¨¦n importa", considera Richard Wike, director adjunto del Pew Global Attitudes Project, desde Washington. "El desarrollo facilita y sostiene la democracia, pero no la garantiza".
Homi Kharas -que trabaja en The Brookings Institution y ha publicado de The emerging middle class in developing countries en enero- considera, sin embargo, que la cuesti¨®n cultural no es muy relevante. "Creo que en definitiva siempre son los intereses materiales los que empujan a luchar. Las clases medias que han luchado en el pasado no lo han hecho por ideas abstractas, sino en vista de beneficios concretos", dice Kharas, desde Washington. "Es cierto que estas clases no han cosechado claros avances pol¨ªticos, pero s¨ª han logrado la expansi¨®n de las libertades econ¨®micas, que es lo que m¨¢s les ha interesado hasta ahora. Han tenido un impacto, aunque no han hecho que cayeran reg¨ªmenes".
"La herencia cultural tiene su importancia", argumenta James, "y algunos pa¨ªses emergentes cuentan con la semilla de los valores del Estado de derecho sembrada desde la etapa colonial. Pero para que se produzcan empujones contra reg¨ªmenes a menudo dispuestos a utilizar la fuerza son necesarios puntos de ruptura, elementos de exasperaci¨®n. Un caso t¨ªpico es la excesiva corrupci¨®n de un r¨¦gimen, que afecta a la vida cotidiana, obstaculiza los negocios y desata la rebeli¨®n", apunta James. Es significativo recordar en esa ¨®ptica el actual esfuerzo del Kremlin y del Partido Comunista chino para frenar la corrupci¨®n local.
Con inteligencia, muchos reg¨ªmenes han ablandado puntos de fricci¨®n con esas clases que pueden arrasarlos con la fuerza de una oleada. La exitosa fase de expansi¨®n de la democracia en Europa del Este tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn -en la que el n¨²mero de pa¨ªses democr¨¢ticos pas¨® de 76 a 118 entre 1990 y 1996- fue un abrazo deseado durante d¨¦cadas de opresi¨®n y penurias. Ahora, una mezcla h¨¢bil de creciente bienestar y formas de control menos opresivas pueden garantizar a los reg¨ªmenes autoritarios que las clases medias se queden mansas en el plano pol¨ªtico.
Historias positivas no faltan, las clases medias tienen mucho que ver con el admirable rumbo democr¨¢tico seguido por grandes pa¨ªses como Brasil o Indonesia, pero el dato estad¨ªstico de Freedom House pesa como una piedra: 116 democracias hoy, igual que en 1996. Entonces, hab¨ªa 600 millones de burgueses menos en el mundo.
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