Desoccidentalizaci¨®n
Las clases medias son las que mandan. Al menos en los pa¨ªses democr¨¢ticos, donde los gobernantes deben atender sobre todo a sus necesidades para ganar elecciones. Son muy distintas de un pa¨ªs a otro y m¨¢s todav¨ªa de un continente al otro, pero en todas partes quieren finalmente lo mismo: paz, estabilidad y prosperidad; y traducido a cuestiones concretas: puestos de trabajo, salarios decentes, viviendas dignas, educaci¨®n de calidad, pensiones razonables. A diferencia de las clases dominantes en periodos anteriores de la historia de la humanidad, ¨¦stas son amplias y extensas. Nada que ver con la aristocracia del Antiguo R¨¦gimen ni con la alta burgues¨ªa del capitalismo cl¨¢sico, elitistas y cerradas, condenadas con frecuencia al solipsismo y a la decadencia. Puede darse que no sean democr¨¢ticas en sus valores o por el sistema pol¨ªtico en el que se encuadran, pero s¨ª lo son sociol¨®gicamente all¨ª donde son hegem¨®nicas.
De las clases medias chinas, indias y brasile?as depender¨¢ en buena parte el futuro de las libertades y de la democracia en el mundo
Son clases luchadoras, aunque su lucha nada tenga que ver con la lucha de clases. Luchan por existir y ensancharse: el Partido Comunista Chino reivindica la mayor aportaci¨®n a la historia de las clases medias. Asegura que ha sacado de la pobreza a 500 millones de personas en una generaci¨®n, m¨¢s de la tercera parte de su poblaci¨®n actual. Y si sus dirigentes prefieren no o¨ªr ni hablar de apertura democr¨¢tica y sit¨²an la culminaci¨®n de su modernizaci¨®n para dentro de 100 a?os, es porque todav¨ªa cuentan con 150 millones de pobres a los que no les han alcanzado los beneficios del capitalismo comunista, y est¨¢n firmemente convencidos de que no van a sacarles de la pobreza en un sistema descentralizado, pluralista y respetuoso con los derechos humanos como el que exigen los disidentes y les proponen los pa¨ªses occidentales.
Las clases medias crecer¨¢n en Asia a un ritmo desenfrenado en los pr¨®ximos a?os, pero se estancar¨¢n o s¨®lo crecer¨¢n ligeramente en el resto del planeta y sobre todo all¨ª donde ya son el grueso de la sociedad, como es el caso de lo que solemos llamar Occidente. Aunque la mutaci¨®n sea pac¨ªfica, es decir, sin guerras entre las clases medias de los distintos pa¨ªses y ¨¢reas, sabemos que se producir¨¢ y se est¨¢ ya produciendo en forma de una intensa competici¨®n. Pero los grandes cambios econ¨®micos y geopol¨ªticos que nos esperan en este siglo XXI, y que en buena medida ya han empezado, son producto fundamentalmente de la expansi¨®n de las clases medias en todo el mundo.
La globalizaci¨®n que ha impulsado el crecimiento de las clases medias tiene dos caras: una positiva, que reparte beneficios sin¨¦rgicos a todos; y otra negativa, en la que los efectos son de suma cero. Ejemplos de esta ¨²ltima: los puestos de trabajo que se crean en China desaparecen de Estados Unidos; el petr¨®leo que consumen los coches en Par¨ªs sube de precio cuando son muchos los que en Mumbai quieren ir en coche; las emisiones a la atm¨®sfera de los pa¨ªses industrializados a lo largo de la historia limitan las posibilidades de desarrollo futuro de los pa¨ªses emergentes y les obligan a invertir en tecnolog¨ªas menos contaminantes. Como en todo juego de suma cero, lo que ganan los nuevos lo pierden los veteranos, en el reparto del poder mundial y en el peso en las instituciones internacionales. Es la mutaci¨®n del G-8 al G-20 e incluso la desenvoltura con que los dirigentes de estas nuevas potencias del siglo XXI osan plantar cara al presidente de Estados Unidos. Sin sus clases medias detr¨¢s, presionando y exigiendo, con un enorme potencial de consumo, un peso creciente en la econom¨ªa global e incluso un nuevo orgullo nacional, no ser¨ªan posibles estas nuevas actitudes que traen de cabeza a las diplomacias norteamericana y europea.
Las clases medias europeas y americanas han demostrado que donde mejor crecen es en r¨¦gimen de libertad y democracia. Pero no significa que la libertad y la democracia sean el abono imprescindible para su expansi¨®n. En Espa?a conocemos de primera mano la expansi¨®n de las clases medias en dictadura. Gracias a la dictadura, dir¨¢n los esc¨¦pticos en materia de libertades. A pesar de la dictadura, responder¨¢n los liberales. No es una reflexi¨®n historicista: vale para el mayor vivero de clases medias de la historia que es China. Y trasciende el marco chino.
El mundo se est¨¢ desoccidentalizando a marchas forzadas, seg¨²n expresi¨®n de Javier Solana, utilizada hace pocos d¨ªas en Barcelona, en su primera conferencia como presidente del Centro para la Econom¨ªa Global y la Geopol¨ªtica de ESADE. Y nos estamos conformando ya al desplazamiento de su centro de gravedad. El problema es saber si nos vamos a conformar tambi¨¦n a que nuestros valores queden diluidos o devaluados. De c¨®mo encaren las clases medias chinas, indias y brasile?as su relaci¨®n con las libertades individuales y la democracia parlamentaria depender¨¢ en buena parte el futuro de las libertades y de la democracia en el mundo. Nada menos.
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