La cotizaci¨®n de Mart¨ªn y Soler
La renaissance que ha registrado en Espa?a la obra de Vicente Mart¨ªn y Soler en los ¨²ltimos dos a?os culmina con el arribo al Teatro Real de L'arbore di Diana, en la producci¨®n -aunque con distinto reparto vocal- que abri¨® la actual temporada lice¨ªsta. Valencia por su parte, que ya program¨® en 2008 este t¨ªtulo, ofreci¨® en diciembre Una cosa rara, el otro gran hit del compositor valenciano. Lo de hit no es falta de respeto: Mart¨ªn y Soler fue y se supo autor de m¨²sica de consumo para p¨²blicos masivos: se hizo hueco en Italia, fue el autor mimado de la corte vienesa, triunf¨® en Londres y luego en San Petersburgo, donde ocup¨® cargos de relieve hasta su ca¨ªda en desgracia con el zar Alejandro I. Ten¨ªa fama de libertino, como su libretista Lorenzo da Ponte. Muri¨® arruinado en San Petersburgo en 1806, cuando su m¨²sica hab¨ªa sido olvidada del todo.
L'ARBORE DI DIANA
De Vicente Mart¨ªn y Soler sobre
un libreto de Lorenzo da Ponte.
Int¨¦rpretes: L. Petrova,
M. Comparato, A. Garmendia,
M. Martins, J. P¨¦rez, P. Breslik,
D. Korchak, S. Orfila. Orquesta del Teatro Real . Direcci¨®n esc¨¦nica:
F. Negr¨ªn. Direcci¨®n musical:
O. Dantone. Madrid, 17 de marzo.
?Ha valido la pena exhumarla ahora? Por supuesto que s¨ª, siempre y cuando la operaci¨®n no se quiera hacer trascendente en exceso. Mart¨ªn y Soler fue, ¨¦l solito, una multinacional del entretenimiento del siglo XVIII, que dio beneficios tan espectaculares como fulminante fue su ca¨ªda en las cotizaciones de la bolsa art¨ªstica europea as¨ª que empezaron a detectarse en el mercado los primeros brotes verdes de romanticismo. M¨²sica especulativa, pues, la de Mart¨ªn y Soler, sin otro objetivo que el de agradar en el acto al espectador-consumidor y llevarse buenos dividendos a casa.
A todo eso hace referencia la dramaturgia de Francisco Negr¨ªn, muy h¨¢bil tejiendo referencias procedentes del pop, los manga o el cine, especialmente el de ascendencia almodovariana: es una traslaci¨®n autorizada del esp¨ªritu de la factor¨ªa martiniana a la actual cultura de masas. Otra cosa es que aguante el producto. Desde luego hay arias muy bellas y concertantes de excelente factura. Pero eso interesa m¨¢s a la musicolog¨ªa que al espectador de teatro. ?ste, cuando compra una entrada, lo que pide es emocionarse: re¨ªr, llorar, incluso indignarse si eso deja un m¨ªnimo poso de pensamiento. Pues bien, ah¨ª est¨¢ el punto d¨¦bil de la renaissance: el humor musical de esta ¨®pera, edificado sobre el fin¨ªsimo ca?amazo literario de Da Ponte, viaja mal a trav¨¦s de los siglos. Uno se imagina las carcajadas que debi¨® provocar en el Burgtheater de 1787 esta f¨¢bula disparatada de ninfas y pastores que ensalza las costumbres licenciosas representadas por el dios Amor -identificado con el emperador Jos¨¦ II, presente en el estreno- frente a la mojigater¨ªa de Diana cazadora y sus huestes puritanas, las cuales, c¨®mo no, acaban cayendo en las redes de la sensualidad general. Pero en el Real, la noche del mi¨¦rcoles, carcajadas ni una: m¨¢s bien deserciones en el entreacto, y al final aplausos de cortes¨ªa. Es lo que tiene la oferta cuando no est¨¢ bien adaptada a la demanda.
Y es una pena, porque musicalmente este Arbore funciona. Solvente la Diana de Lyubov Petrova, aunque de timbre no siempre grato, y muy bien cantado y actuado el Amor de Marina Comparato. Completaron con eficacia las voces masculinas de Sim¨®n Orfila, Dimitri Korchak y Pavol Breslik. En¨¦rgica tambi¨¦n la direcci¨®n musical de Ottavio Dantone. Probablemente se merec¨ªan todos un reconocimiento mayor, pero las leyes del mercado son implacables.
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