Rold¨¢n, compadecido
A nadie mejor que a Luis Rold¨¢n, uno de los m¨¢s famosos pr¨®fugos espa?oles
de todos los tiempos,
se le deber¨ªa aplicar la m¨¢xima de condenar el delito y compadecer al delincuente. Y no tanto porque haya pasado en la c¨¢rcel los ¨²ltimos 15 a?os de su vida como por el hecho de que, seg¨²n su propia confesi¨®n, haya llegado a la edad de jubilaci¨®n en una deplorable situaci¨®n econ¨®mica. Si hay que hacer caso a sus palabras, lo que le espera a partir de este momento es peor de cuanto ha conocido hasta ahora. Rold¨¢n, aquel mismo Rold¨¢n
al que se descubri¨® nadando en la abundancia y entregado a rumbosas francachelas en pa?os menores, deber¨¢ vivir de la caridad el tiempo que le quede, albergado en un modesto piso familiar en Zaragoza
y consumiendo la monoton¨ªa de los d¨ªas con ese gesto entre ab¨²lico y nost¨¢lgico de quien conoci¨® jornadas de gloria antes de precipitarse en la estrechez y no gozar del alivio del olvido.
Claro que, por mucha que sea la compasi¨®n, en los asuntos relacionados
con Rold¨¢n conviene tentarse la ropa antes
de dar nada por cierto. Alguien que consigui¨® falsificar una biograf¨ªa y un curr¨ªculo para llegar hasta la cima del poder, qued¨¢ndose en la antesala de un nombramiento como ministro que hubiera culminado una exitosa carrera de impostor, bien podr¨ªa reinventarse como jubilado sin recursos. Y hasta obtener una pensi¨®n, contributiva o no, a poco que la Administraci¨®n bajase la guardia.
Porque al igual que en sus momentos de esplendor presumi¨® de t¨ªtulos universitarios de los que no dispon¨ªa, en estas horas bajas podr¨ªa hacer exactamente lo contrario y fingir que carece de aquello que tiene en abundancia. Tres lustros de b¨²squeda no han bastado para localizar los 14 millones de euros que Rold¨¢n obtuvo de comisiones y desv¨ªos de fondos, ocultos hasta hoy en para¨ªsos fiscales donde nadie ha podido seguirles la pista. Tal vez la ¨²nica persona capaz de dar cuenta de ellos hubiera sido Francisco Paesa. Pero Paesa dispon¨ªa de cualidades iguales o superiores a las de Rold¨¢n. Si ¨¦ste se hace pasar por menesteroso para no devolver el dinero, Paesa, por su parte, se hizo pasar por muerto. Tan triste final merece, al menos, tanta compasi¨®n como Rold¨¢n.
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