No basta un mes¨ªas
Los resultados del primer a?o de pol¨ªtica exterior de Obama son decepcionantes. Parte de la culpa es suya, pero de otros, m¨¢s.
?Cu¨¢nto hace que no se oye a nadie mostrar su entusiasmo por la pol¨ªtica exterior de Barack Obama? ?Cu¨¢nto hace que sienten ese entusiasmo ustedes mismos? En el pasado a?o, China, Rusia e Ir¨¢n han mordido o apartado a un lado la mano que les tend¨ªa en se?al de amistad. Israel acaba de hacer un desplante a su Gobierno. No est¨¢ nada claro que su refuerzo de tropas en Afganist¨¢n est¨¦ sirviendo de algo, y Pakist¨¢n est¨¢ al borde del desastre. La pasi¨®n de los Gobiernos europeos por el nuevo presidente estadounidense ha demostrado ser tan fugaz como (seg¨²n nos cuentan fuentes poco fiables) la de Carla Bruni por Nicolas Sarkozy. Su elocuente apertura al mundo isl¨¢mico parece haberse quedado empantanada. La Cumbre de Copenhague sobre el clima fracas¨® en medio de mutuas recriminaciones entre Estados Unidos y China. Hace un a?o, el mundo se emocionaba con el lema de Obama: "?S¨ª, podemos!". Ahora parece responder: "?No, no puedes!".
Decepciona el balance exterior de Obama. China, Rusia, Ir¨¢n e Israel le hacen ostentosos desplantes
El mayor problema de la pol¨ªtica exterior de EE UU hoy se llama Congreso
Aparte de mejorar la imagen popular de Estados Unidos en el mundo -que no es poca cosa, desde luego-, la pol¨ªtica exterior de Obama, hasta ahora, no ha obtenido ning¨²n ¨¦xito claro y de peso. ?Por qu¨¦? He aqu¨ª algunas de las explicaciones que se ofrecen. La decepci¨®n era inevitable: ning¨²n simple mortal pod¨ªa satisfacer las expectativas mesi¨¢nicas de su presidencia. En vez de ser un mes¨ªas, Obama es un presidente en su primer mandato, con escasa experiencia personal en asuntos internacionales. Como demostr¨® su predecesor, la pericia de los asesores no siempre basta para compensar la falta de experiencia del propio presidente.
Los republicanos afirman que su estrategia "progresista", racional y propensa a buscar acuerdos, facilita esos desprecios que le hacen en Pek¨ªn y Jerusal¨¦n. Como destac¨® ¨¦l mismo durante un discurso en Mosc¨² el verano pasado, citando a un estudiante ruso, "el mundo real no es tan racional como el de papel". Los dem¨®cratas replican que su verdadero problema es el maldito caos que le dej¨® como herencia George Bush: en el extranjero, Irak, el abandono de Afganist¨¢n, el enfado de los musulmanes y la impopularidad de Estados Unidos, y en casa, la inmensa deuda, la crisis financiera y la recesi¨®n.
Otros mencionan problemas acumulados desde hace m¨¢s tiempo: los consumidores estadounidenses a los que, durante a?os, se ha alentado a vivir por encima de sus posibilidades; el abandono de las infraestructuras nacionales por los gastos de la pol¨ªtica imperial; un sistema de gobierno disfuncional. Mientras tanto, el centro pol¨ªtico en el que sol¨ªan obtenerse los acuerdos se ha evaporado en una pol¨ªtica cada vez m¨¢s
polarizada. Y otro argumento, de m¨¢s sustancia, es que los hist¨®ricos traslados de poder actuales significan que estamos entrando en lo que Fareed Zakaria llama el mundo post-americano. En este orden multipolar, o desorden sin polos, a EE UU le ser¨¢ cada vez m¨¢s dif¨ªcil salirse con la suya contra la voluntad de las nuevas grandes potencias, en especial China.
Todas estas explicaciones no son mutuamente excluyentes. Si examinamos cualquier aspecto concreto de pol¨ªtica exterior y nos preguntamos por qu¨¦ no lo ha hecho mejor Obama, debemos observar la influencia de varios de esos factores. Por ejemplo, Ir¨¢n. No me parece que la Administraci¨®n de Obama haya dado con la estrategia m¨¢s conveniente al respecto. El a?o pasado se centr¨® de manera demasiado exclusiva en la oferta de negociaciones nucleares, sin tener en cuenta que dentro del pa¨ªs se estaba abriendo una enorme oportunidad de cambio pol¨ªtico que luego se cerr¨® parcialmente (el movimiento verde iran¨ª est¨¢ en horas bajas, pero no ha desaparecido). Tras el desaire de Teher¨¢n en la cuesti¨®n nuclear, Washington est¨¢ invirtiendo demasiado capital pol¨ªtico en intentar que se aprueben unas sanciones internacionales que, en mi opini¨®n, no van a conseguir que el r¨¦gimen iran¨ª actual acepte una renuncia negociada a su programa nuclear, aun en el caso de que China y Rusia se sumaran a las sanciones, cosa que parece poco probable.
Pero si nos preguntamos por qu¨¦ despreci¨® Ir¨¢n la mano tendida de Obama, tenemos que fijarnos en el legado de los a?os de Bush, incluido el hecho de que la guerra de Irak fortaleci¨® la posici¨®n de Ir¨¢n en la regi¨®n. Si nos preguntamos por qu¨¦ es tan dif¨ªcil convencer a China, hay que recordar los traslados de poder y la necesidad creciente que tiene la econom¨ªa china del petr¨®leo iran¨ª. Si nos preguntamos por qu¨¦ el Gobierno de Obama est¨¢ actuando de esta forma, debemos tener en cuenta las presiones del Congreso y el miedo a que Israel pueda emprender una acci¨®n militar unilateral contra las instalaciones nucleares iran¨ªes. A su vez, el hecho de que Washington haya dado prioridad a Ir¨¢n ayuda a explicar por qu¨¦ no ha presionado m¨¢s a China y Rusia en otros frentes, como el de los derechos humanos.
Los resultados del primer a?o de pol¨ªtica exterior de Obama son escasos, pero es demasiado pronto para perder las esperanzas. EE UU no volver¨¢ a gozar nunca de la casi supremac¨ªa que tuvo despu¨¦s de 1945 y despu¨¦s de 1989, una supremac¨ªa que supo utilizar bien en el primer caso y mal en el segundo. Pero todas las nuevas potencias tienen tambi¨¦n grandes problemas, entre ellas China. Los estadounidenses est¨¢n sufriendo los suyos ahora. A los dem¨¢s les llegar¨¢ su momento. Seguramente, EE UU saldr¨¢ de esta crisis econ¨®mica en mejor situaci¨®n que Europa. Dispone de unos recursos que pocos pueden igualar: el tama?o, la flexibilidad, el esp¨ªritu emprendedor, la capacidad de utilizar la energ¨ªa creativa de los inmigrantes, las innovaciones tecnol¨®gicas, una cultura popular de alcance mundial y, cosa muy importante, la libertad individual. Obama encarna todas esas virtudes.
Muchas otras presidencias tuvieron unos comienzos tambaleantes. El primer mandato de Bill Clinton no fue demasiado bueno, por no hablar del de George W. Bush. Tal vez tienen algo de raz¨®n quienes dicen que Obama fue demasiado blando al principio, haciendo concesiones a China (como el aplazamiento de una cita con el Dalai Lama) y Rusia (el abandono del escudo antimisiles en Centroeuropa) sin obtener nada a cambio. Est¨¢ aprendiendo a las malas. Hemos empezado a ver cierta firmeza en la relaci¨®n con China. En los ¨²ltimos d¨ªas, Washington ha reaccionado con una indignaci¨®n p¨²blica poco frecuente ante la afrenta cometida por el Gobierno de Netanyahu.
A base de probar y equivocarse, el equipo de Obama puede recuperar la agenda "realista" y, encabezada por la seguridad que ha dominado su primer a?o, su preocupaci¨®n por el desarrollo, la democracia y el imperio de la ley y su inter¨¦s por una econom¨ªa mundial abierta (menos distorsionada por la manipulaci¨®n china de las divisas). Un multilateralismo complejo siempre exige m¨¢s tiempo que el unilateralismo mec¨¢nico, pero al final puede ser m¨¢s eficaz. Si se consigue aprobar alguna versi¨®n de la reforma sanitaria y la econom¨ªa se recupera, Obama podr¨ªa obtener un segundo mandato en el que recoger los frutos de sus decisiones pol¨ªticas estrat¨¦gicas. Un segundo mandato que podr¨ªa hacer realidad algunas de las esperanzas con las que comenz¨® el primero.
Hay demasiados condicionales ah¨ª, pero el mayor obst¨¢culo no tiene nada que ver con el car¨¢cter, la ideolog¨ªa ni el equipo de Obama, ni tampoco con el ascenso de China, India y Brasil. Es el sistema pol¨ªtico estadounidense. Este magn¨ªfico invento del siglo XVIII se ha pervertido en el XXI hasta dar unos poderes y una capacidad de inmiscuirse en la pol¨ªtica exterior como en ninguna otra gran democracia a unas c¨¢maras legislativas que est¨¢n, al mismo tiempo, profundamente divididas entre un partido y otro y descaradamente influidas por los intereses especiales.
El mayor problema de la pol¨ªtica exterior estadounidense hoy no se llama Obama, Bush ni China; se llama Congreso. Ya se trate de las relaciones comerciales, el cambio clim¨¢tico, China o Ir¨¢n, el Congreso es siempre donde las pol¨ªticas marcadas se enredan, se tergiversan y se quedan estancadas. Si Estados Unidos quiere verdaderamente hacer realidad las esperanzas de un mundo en el que su poder relativo, desde luego, ha disminuido, deber¨ªa establecer mandatos de cuatro a?os para los miembros de la C¨¢mara de Representantes, reformar la financiaci¨®n de las campa?as y controlar a los lobbies que disfrutan de lo que el poeta ingl¨¦s Rudyard Kipling llam¨® una vez "el poder sin responsabilidad: la prerrogativa de la ramera desde tiempo inmemorial". La buena pol¨ªtica exterior empieza en casa.
Timothy Garton Ash, catedr¨¢tico de Estudios Europeos, ocupa la c¨¢tedra Isaiah Berlin en St. Antony's College, Oxford, y es profesor titular de la Hoover Institution, Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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