El desierto como patria literaria
'El arte de la resurrecci¨®n', del chileno Hern¨¢n Rivera Letelier, logra el galard¨®n
"El desierto soy yo". As¨ª de contundente es Hern¨¢n Rivera Letelier, que ayer gan¨® el Premio Alfaguara con El arte de la resurrecci¨®n. La voz del escritor chileno llegaba por tel¨¦fono al sal¨®n de actos del Grupo Santillana desde Antofagasta, pero la reverberaci¨®n parec¨ªa traerla de ultratumba. No cab¨ªa mejor puesta en escena para un autor nacido en 1950 en Talca, al sur de Chile, pero asentado desde los dos meses en el gran norte del desierto de Atacama, el m¨¢s seco del mundo. Ni para una obra basada en la historia real de Domingo Z¨¢rate Vera, el Cristo de Elqui, un hombre que no sab¨ªa leer ni escribir pero que "hac¨ªa llorar a las piedras" cuando predicaba: se pas¨® los a?os cuarenta del siglo pasado proclamando que era la reencarnaci¨®n del hijo de Dios y que el fin del mundo estaba al caer.
El protagonista no sabe leer, pero hace "llorar a las piedras" cuando habla
Autor de una decena de novelas, entre ellas Fatamorgana de amor con banda de m¨²sica, Mi nombre es Malarrosa y El fantasista, Rivera Letelier relat¨® que se hab¨ªa basado en su experiencia como acompa?ante de su padre, predicador evang¨¦lico, para componer un personaje con barba, pelo largo y t¨²nica -todo un Cristo de p¨®ster- en cuyo camino se cruza una prostituta beata de la Virgen del Carmen. Mientras ella trabaja, ¨¦l sermonea a los hombres que esperan turno.
Z¨¢rate Vera es en Chile un personaje m¨ªtico al que Nicanor Parra dedic¨® en 1977 un libro entero: Sermones y pr¨¦dicas del Cristo de Elqui, prolongado en otro escrito dos a?os m¨¢s tarde. "La neurosis no es una enfermedad / es una concentraci¨®n de energ¨ªa ps¨ªquica / que debemos saber aprovechar / un neur¨®tico bien administrado / rinde el doble o el triple que un sujeto normal / tomen el caso de Napole¨®n Bonaparte, / de don Miguel de Cervantes Saavedra". As¨ª hablaba el Cristo de Parra. El de Rivera Letelier es, seg¨²n su autor, una mezcla de investigaci¨®n e imaginaci¨®n.
La investigaci¨®n le llev¨® a seguir los pasos del mes¨ªas del salitral y a no perder de vista un acontecimiento al que ya hab¨ªa dedicado en 2002 su novela Santa Mar¨ªa de las flores negras: la matanza de la escuela de Santa Mar¨ªa de Iquique. El 21 de diciembre de 1907 los militares masacraron a cerca de 3.000 mineros en huelga. La imaginaci¨®n, entre tanto, es hija del boom y nieta de Juan Rulfo. La magia del autor de Pedro P¨¢ramo, la maravilla de Garc¨ªa M¨¢rquez, la sabidur¨ªa de Borges y el humor de Cort¨¢zar son los ingredientes que, repasando el santoral, el nuevo premio Alfaguara dijo haber metido "en una batidora" para escribir El arte de la resurrecci¨®n. El batido le vali¨® ayer los cerca de 130.000 euros del galard¨®n.
"?Una estupenda novela que no podr¨¢ adaptarse al cine sin dejar en evidencia al director!", dijo el presidente del jurado, Manuel Vicent, sobre "la precisi¨®n y el barroquismo" del estilo "no filmable" de la obra galardonada, que se presentar¨¢ en torno al 18 de mayo pr¨®ximo. "?Claro que se puede filmar. Est¨¢ llena de im¨¢genes potent¨ªsimas!", sali¨® al paso el productor y director de cine Gerardo Herrero, miembro tambi¨¦n de un jurado completado por la escritora y acad¨¦mica Soledad Pu¨¦rtolas, el novelista colombiano Juan Gabriel V¨¢squez, Juan Miguel Salvador (de la librer¨ªa Di¨®genes, de Alcal¨¢ de Henares) y Juan Gonz¨¢lez (de Santillana). A ellos se sum¨® en el acto de ayer Ignacio Polanco, presidente de PRISA, grupo editor de Alfaguara y EL PA?S.
Rivera Letelier terci¨® en la discusi¨®n para decir que si alg¨²n director se animaba... Espera, eso s¨ª, tener mejor suerte que Garc¨ªa M¨¢rquez e Isabel Allende con las adaptaciones. El escritor chileno public¨® el a?o pasado La contadora de pel¨ªculas. Se hab¨ªa estrenado en 1994 con La reina Isabel cantaba rancheras. Ten¨ªa 44 a?os. Se hab¨ªa pasado 30 "explotado como obrero". En el desierto aprendi¨® a leer y a escribir. Por eso dijo que El arte de la resurrecci¨®n es una novela contada "desde la piedra misma". Lo hab¨ªa avisado, con eco, nada m¨¢s levantar el tel¨¦fono al otro lado del mundo: "Basta con verme la cara para comprobar que no soy un intelectual. Tengo m¨¢s pinta de boxeador en decadencia. Mi rostro es la cartograf¨ªa del desierto".
Babelia
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