Le Pen contra Le Pen
Marine Le Pen, la hija del l¨ªder del partido franc¨¦s de extrema derecha, se ha convertido en una figura pol¨ªtica emergente, tras conseguir transformar la imagen del FN y moderar su discurso
En el fondo, la segunda vuelta de las elecciones regionales francesas s¨®lo ha dejado un acontecimiento destacable.
Por supuesto, tambi¨¦n la clamorosa victoria de la izquierda capitaneada por Martine Aubry.
Y la derrota de Sarkozy, Fillon y sus 20 ministros.
Y un ¨ªndice de abstenci¨®n apenas menos indecente que el domingo anterior.
Pero acontecimientos serios, reales, acontecimientos seria y realmente dignos de ese nombre, acontecimientos de los que quepa predecir hoy que ya son portadores de cierto futuro, lamentablemente, s¨®lo ha habido uno, y es el retorno al primer plano de un partido al que cre¨ªamos muerto o, en todo caso, moribundo: el Frente Nacional de Jean-Marie y, ahora, Marine Le Pen.
En el momento de su elecci¨®n como presidente a Sarkozy le pareci¨® astuto hacer lepenismo sin Le Pen
En el FN se ha producido el relevo decisivo que puede transformar la organizaci¨®n facciosa en un partido de Gobierno
Tres razones explican tal acontecimiento.
En primer lugar, un teorema que cre¨ªamos archiestablecido desde los a?os ochenta, pero cuya f¨®rmula parecemos haber perdido por el camino: entre el original y la copia, los electores -aqu¨ª como en todas partes- escogen siempre el original. Hace tres a?os, en el momento de su elecci¨®n como presidente, Sarkozy crey¨® poder cazar en el coto del FN. Para ganar, le pareci¨® astuto hacer lepenismo sin Le Pen, y sin creer en ¨¦l. V¨ªctima de la misma clase de ceguera que quienes se creen propietarios de sus votos y rastrean el campo electoral para optimizar su rendimiento, Sarkozy pretendi¨® "canalizar", por no decir "escamotear", los votos de un Frente reducido al papel de ej¨¦rcito de reserva electoral. Lamentable. Los electores no son agua sucia. Ni siquiera los del Frente. Los pueblos, aun pose¨ªdos por la fiebre populista, no son un torrente informe al que un Maestro de los Discursos pueda encauzar o desviar a su antojo. Y, como esa clase de gran ilusi¨®n nunca dura m¨¢s de lo que duran los estados de gracia, los electores, hoy, recuperan su libertad, y entre el verdadero discurso y ese otro del que no han dejado de escuchar que s¨®lo hab¨ªa sido pronunciado para llevarlos al huerto, tienen todos los motivos para optar por el primero.
Despu¨¦s, una verdad muy simple de la que, tras dos d¨¦cadas de experiencia, deber¨ªamos ser conscientes, pero que parece haber olvidado, tanto a derecha como a izquierda, buena parte de la clase pol¨ªtica: el problema con el FN no son s¨®lo las gentes, tambi¨¦n las ideas; no son s¨®lo las respuestas, tambi¨¦n las preguntas; ni siquiera son s¨®lo las preguntas, tambi¨¦n los miedos, o los fantasmas, que esas preguntas expresan y liberan; y a base de ignorar demasiado esta evidencia, a base de darle demasiadas vueltas a las buenas preguntas, que se supone desvirt¨²a el p¨¦rfido FN con sus malas respuestas, a base de tener demasiado en cuenta el mensaje que vehiculan los votos ansiosos de los partidarios de Jean-Marie Le Pen, corremos el riesgo de banalizar, legitimar y, por tanto, sobreexcitar toda una serie de reflejos que la funci¨®n misma de la mediaci¨®n democr¨¢tica deber¨ªa inhibir. Es lo que hizo el ministro Eric Besson al lanzar su debate sobre una "identidad nacional" cuyo solo enunciado invocaba ya a los espectros del extremismo. Es lo que hizo tambi¨¦n Georges Fr¨ºche, candidato en Languedoc, al deplorar, en nombre de la "franqueza", el n¨²mero de jugadores de color que hay en el seno de la selecci¨®n francesa de f¨²tbol. Y es lo que hicieron, finalmente, ciertos responsables socialistas al tomar, entre ambas vueltas, el camino de Montpellier para intentar ser consagrados por la ¨²ltima figura de lo que otros, desde la direcci¨®n de su partido, no han dudado en llamar "nueva tentaci¨®n doriotista" -en alusi¨®n al colaboracionista Jacques Doriot-. En cada caso, la pol¨ªtica pierde su honor. En cada caso, los puntos de referencia se confunden todav¨ªa un poco m¨¢s. Y, en cada caso, es como un permiso para votar expedido a aquellos que, en el electorado popular de ambos campos, se sienten tentados por la transgresi¨®n FN.
Y para terminar, la tercera raz¨®n de este inquietante resultado (17% de media en las 12 regiones en las que el Frente Nacional a¨²n se manten¨ªa) obedece al nuevo aliento que el partido de extrema derecha ha sabido darse y que en una d¨¦cada ha conseguido transformarlo. La autora de esta transformaci¨®n se llama Marine Le Pen. Ella es quien, suavizando la imagen del partido, moderando el antiguo discurso, contando desde hace a?os a todo aquel que quer¨ªa escucharla su infancia de pobre "hija de" que carga con un apellido maldito; confiando a uno sus comienzos de joven abogada defensora de los "sin papeles", pues los-pobres-diablos-no-son-responsables-de-los-cr¨ªmenes-del-sistema, a otro su pasi¨®n por una Rep¨²blica -e incluso por un laicismo- sacrificada por un establishment pol¨ªtico ganado por las tesis comunitaristas, y a un tercero que no cree que las c¨¢maras de gas sean un "detalle" de la historia de la Segunda Guerra Mundial, es ella, digo, quien ha inventado esta extrema derecha de rostro m¨¢s humano que desaprueba las exageraciones del viejo jefe, al que, delicada, pero firmemente, empuja hacia la salida. ?Ah, la terrible sonrisa de la joven a la que Michel Field preguntaba, al final de la noche, si no tem¨ªa que el ¨¦xito diera alas a su viejo padre! Ese aire de ferocidad parricida que no osar¨¦ calificar de "shakespeariano" para no mancillar un nombre tan grande, sin embargo, dec¨ªa bien a las claras que el tiempo de los dinosaurios ha pasado y que en lo sucesivo hay que contar con la joven guardia para hacer del FN un partido respetable. En la familia Le Pen, Marine es m¨¢s peligrosa que Jean-Marie. En la historia del FN se ha producido el relevo decisivo que transformar¨¢ la organizaci¨®n facciosa de anta?o en un posible partido de gobierno. Y a esto es a lo que hemos llegado. Y mucho me temo que ¨¦sta sea una lecci¨®n de alcance nacional.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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