Vidas sentenciadas
Ahmed Tommouhi, Rafael Ricardi y Ricardo Cazorla fueron condenados injustamente como violadores en serie. Despu¨¦s de a?os en prisi¨®n, ahora tratan de rehacerse. Pero la ley, que es implacable a la hora de castigar, se resiste a resarcir de sus errores a las v¨ªctimas
?Sabe c¨®mo es un pollo sin cabeza? As¨ª me siento yo". Sin rumbo, corriendo de un sitio a otro sin esperar nada, con la cabeza aturullada, explica el marroqu¨ª Ahmed Tommouhi. Al igual que el gaditano Rafael Ricardi , fue encarcelado por cr¨ªmenes que no hab¨ªa cometido. La justicia los tom¨® por violadores en serie cuando no lo eran. Uno pas¨® 15 a?os preso; el otro, 13. Toda una vida. Tommouhi, que a¨²n lucha porque se reconozca su inocencia, lleva libre desde 2006. Ricardi, desde 2008, y a¨²n espera una indemnizaci¨®n que no llega. La justicia, que no tiembla al condenar, remolonea para resarcir a las v¨ªctimas.
Pueden pasar a?os antes de que reciban algo de dinero. Mientras tanto, ?de qu¨¦ vive alguien con 50 a?os, como Ricardi, al que se le ha cercenado la vida? No tiene nada. Ni un euro con el que comer. Se le acaba de terminar una subvenci¨®n de 400 euros que le concedieron tras salir de prisi¨®n. "Me han roto, destrozado", dice. "Al menos que me permitan ahora vivir en condiciones; quiero ducharme con agua caliente y tener un plato de comida". El grancanario Ricardo Cazorla sali¨® hace un mes de la c¨¢rcel. Est¨¢ en la misma situaci¨®n. ?l s¨®lo pas¨® tres a?os preso injustamente. Tampoco tiene nada.
"A veces pienso que dentro estaba mejor. Te quitan la vida y luego se desentienden", declara Ricardi
La historia de Tommouhi, es, quiz¨¢, la m¨¢s aterradora. ?l no busca dinero, sino recuperar su dignidad. "?D¨®nde voy a reclamar ahora?", se pregunta en una cafeter¨ªa del centro de Barcelona. "Me han cerrado todas las puertas. La justicia es para los ricos. Yo soy pobre y no les importo. Me han dejado vac¨ªo. No me quito la vida porque hay que aguantar hasta el final, pero siento que estoy muerto. Que soy algo que ya no va a dar brotes. Ilusi¨®n... ?c¨®mo voy a tenerla con lo que me ha pasado? Me han puesto una cuerda en el cuello y no la sueltan. Si al menos reconocieran que soy inocente, podr¨ªa respirar tranquilo. Ver limpio mi nombre y el de mi familia".
Cuando se le pregunta por qu¨¦ no se intenta olvidar de la injusta justicia que le ha tocado padecer en Espa?a y empieza de nuevo, mira con extra?eza. "?Para qu¨¦ voy a volver a Marruecos? ?A morirme de hambre? ?A que mi mujer sufra conmigo? A tu pa¨ªs no regresas con las manos vac¨ªas despu¨¦s de tantos a?os. Y menos con esta mancha. Lo ¨²nico que quiero es que me la quiten. S¨®lo eso me importa". Es un hombre tranquilo, que habla despacio en un castellano bastante correcto. Mira muy fijamente a los ojos.
El marroqu¨ª lleg¨® a Espa?a en marzo de 1991 y pocos meses despu¨¦s lo encarcelaron porque varias mujeres lo hab¨ªan reconocido como su violador. Su supuesto compinche era un compatriota llamado Abderrazak Mounib a quien en realidad Tommouhi no hab¨ªa visto jam¨¢s. Les impusieron dos condenas por violaciones conjuntas en Barcelona y Tarragona; a Tommouhi le pusieron una m¨¢s por violaci¨®n y otra por robo y detenci¨®n ilegal. Cuatro a?os despu¨¦s volvi¨® a producirse otra ola de agresiones sexuales del mismo tipo; con el mismo modus operandi. Las v¨ªctimas se?alaron a Tommouhi y a Mounib en los ¨¢lbumes policiales. Pero era imposible que fueran los autores: llevaban a?os encarcelados y no hab¨ªan tenido un solo permiso. Finalmente, la polic¨ªa logr¨® detener a uno de los verdaderos culpables: el espa?ol Antonio Garc¨ªa Carbonell, gitano, que hablaba cal¨® -lengua que las v¨ªctimas confundieron con el ¨¢rabe- y que se parec¨ªa mucho a Tommouhi. Al segundo violador nunca lo encontraron, pero las pruebas de ADN determinaron que era un familiar cercano de Garc¨ªa Carbonell.
Por el empe?o de un guardia civil que hab¨ªa seguido el caso de Tommouhi y Mounib, Reyes Ben¨ªtez, se revisaron sus expedientes. Quedaban a¨²n restos para analizar de una de las violaciones, y el informe forense determin¨® que los dos marroqu¨ªes eran inocentes: Garc¨ªa Carbonell hab¨ªa cometido esa agresi¨®n en 1991 con otra persona. Esa condena se anul¨® en 1997. Pero, como en los otros casos, no hab¨ªa ADN guardado y el recurso de revisi¨®n ante el Supremo -que exige hechos nuevos que prueben la inocencia del condenado- es muy estricto, las tres condenas restantes se mantuvieron (dos por violaci¨®n y una por robo y detenci¨®n ilegal). El alto tribunal, sin embargo, consciente de que el sentido com¨²n indicaba que tanto Tommouhi como Mounib eran inocentes, recomend¨® el indulto. El entonces fiscal jefe de Catalu?a, Jos¨¦ Mar¨ªa Mena, lo solicit¨® para ambos en 1999 por las "dudas razonables" que exist¨ªan sobre su culpabilidad. Tommouhi no lo quer¨ªa. "El indulto es para los culpables y yo soy inocente", repet¨ªa. El Gobierno, tras casi nueve a?os de silencio, lo deneg¨® en 2008, siendo ministro de Justicia Mariano Fern¨¢ndez Bermejo. El titular anterior, Juan Fernando L¨®pez Aguilar, explic¨® en una entrevista en este peri¨®dico que el Gobierno hab¨ªa decidido que no era "un mensaje asumible indultar a una persona condenada por violaci¨®n". Pero la cuesti¨®n no era el delito por el que se le acusaba, sino las dudas reconocidas por la justicia sobre su culpabilidad.
Tommouhi, que no entiende de leyes, no comprende nada. Este es su recuerdo de la historia: "En noviembre de 1991 estaba en Terrasa. Acababa de trasladarme all¨ª desde Girona para trabajar de paleta. La tarde que lleg¨® la polic¨ªa a la pensi¨®n en la que viv¨ªa, yo acababa de llegar a la habitaci¨®n. Hab¨ªa salido a comprar leche y magdalenas. Una mujer que trabajaba all¨ª me dijo que quer¨ªan hablar conmigo. Apareci¨® un polic¨ªa. Luego otro. Pusieron las camas patas arriba y nos llevaron a mi compa?ero de cuarto y a m¨ª a la comisar¨ªa. Yo cre¨ª que era por los papeles. Entonces casi no entend¨ªa el espa?ol".
El interrogatorio lo recuerda delirante. "Les expliqu¨¦ que no hablaba el idioma y ellos insist¨ªan en que s¨ª; dec¨ªan que hablaba catal¨¢n y espa?ol. Me miraron los dientes. Me hablaban de coches, de robos, de pistolas. Apareci¨® un marroqu¨ª que me explic¨® lo que estaba pasando. Yo estaba confiado. No ten¨ªa coche ni pistola. Ni siquiera sab¨ªa conducir. Lo ¨²nico que ten¨ªa era una mochila con mi paleta".
Pero la maquinaria ya era imparable. Algunas mujeres lo reconocieron. Aunque ¨¦sa era la ¨²nica prueba en su contra, fue condenado. Cuando en 1995 apareci¨® en escena Antonio Garc¨ªa Carbonell, respir¨® aliviado. "Pens¨¦, que, al fin, todo se iba a solucionar. Que, como siempre esper¨¦, se descubrir¨ªa la verdad". Los compa?eros le dec¨ªan: "Tranquilo, que en poco tiempo vas a estar fuera de aqu¨ª". No fue as¨ª. Siguieron en pie las condenas por los casos sin ADN por la rigidez del sistema. "Fue otro clavo en el coraz¨®n. ?C¨®mo aguantas eso?".
Le dieron la libertad condicional en 2006 y el a?o pasado se extingui¨® definitivamente su condena. Ahora reside con su hijo Khaled, su nuera y su nieto en Sant Quint¨ª de Mediona, un pueblecito barcelon¨¦s del Alto Pened¨¦s, con 1.500 habitantes. No tiene papeles. Ni empleo. "?Qui¨¦n me va a dar trabajo tan mayor, ahora que no hay ni para los j¨®venes?", se pregunta. Recibi¨® una indemnizaci¨®n del Estado por la condena que s¨ª han reconocido como err¨®nea. Tard¨® cuatro a?os en llegar y fue de 108.000 euros. Un tercio se lo qued¨® el abogado. El resto se lo dio a los familiares que hab¨ªan mantenido a su esposa y ni?os durante los 15 a?os que estuvo preso.
Tiene tres hijos que "se criaron hu¨¦rfanos", se lamenta. "Eran muy peque?os cuando me metieron en la c¨¢rcel". Dos de ellos viven en Catalu?a y otra est¨¢ en Marruecos con su madre. Hace casi 20 a?os que no las ve. "No puedo volver. As¨ª, no. De momento estoy aqu¨ª, luego no s¨¦ qu¨¦ har¨¦. No estoy tranquilo en ning¨²n sitio. Sin futuro. Sin nada. Paseo. Mato el tiempo. Miro al cielo".
El periodista Braulio Garc¨ªa Ja¨¦n, que ha escrito un libro sobre el caso Tommouhi y Mounib -Justicia po¨¦tica. El caso de dos condenados por la cara-, ve pocas posibilidades de que el marroqu¨ª consiga que se declare su inocencia. En la investigaci¨®n que llev¨® a cabo para escribir el libro descubri¨® una prueba nueva: restos de semen que podr¨ªan identificar al conductor del Renault 5 con el que se hab¨ªan cometido dos de las violaciones por las que fueron condenados Mounib y Tommouhi. Con este nuevo camino abierto, se present¨® un nuevo recurso de revisi¨®n ante el Supremo. El tribunal no lo admiti¨® a tr¨¢mite porque las muestras no eran de una violaci¨®n por las que estuvieran condenados Tommouhi y Mounib, aunque s¨ª se hab¨ªan cometido con el mismo coche. "El recurso de revisi¨®n es muy estricto, exige evidencias directas, y el Supremo adem¨¢s siempre lo interpreta restrictivamente", se?ala Garc¨ªa Ja¨¦n. "Lo que quer¨ªamos era que se comparara el ADN de esa tercera violaci¨®n del Renault 5 con el de Garc¨ªa Carbonell, para que se viera que era ¨¦l el que comet¨ªa las violaciones con ese coche. Cerrada esta puerta, no s¨¦ qu¨¦ m¨¢s se puede hacer. La Audiencia de Barcelona no tuvo en cuenta en una de las condenas, de la que fue ponente la vocal del Consejo General del Poder Judicial, Margarita Robles, que un an¨¢lisis de semen exclu¨ªa la autor¨ªa de Ahmed. Los jueces no entendieron el informe. Pero tampoco parece que esto pueda revisarse a estas alturas. Har¨ªa falta un abogado muy entregado, con mucho tiempo, para ver si queda alg¨²n resquicio". Con algunos letrados, adem¨¢s no ha tenido mucha suerte. Los hay que le han cobrado incluso por escritos que no llegaban a presentar.
"Desde el primer d¨ªa he dicho la verdad, y la dir¨¦ hasta el ¨²ltimo de mi vida", dice Tommouhi. "A los poderosos no les importa porque para ellos soy s¨®lo un moro. Me van a dejar en este cementerio en vida". Su compa?ero, Abderrazak Mounib, muri¨® en prisi¨®n en 2000 de un infarto.
A 1.100 kil¨®metros del pueblo de Tomouhi, en el Puerto de Santa Mar¨ªa, Rafael Ricardi se pelea por conseguir una indemnizaci¨®n. Sali¨® de la c¨¢rcel hace casi dos a?os despu¨¦s de 15 de prisi¨®n. Durante los primeros 18 meses recibi¨® un subsidio de 421 euros. "No me alcanzaba, me ayudaban los vecinos, pero al menos iba tirando", dice mientras se toma un caf¨¦ en el puerto al lado de su novia, Tamara. "Yo no hab¨ªa hecho nada, pero a veces hasta pienso que dentro estaba mejor. Ahora me muero de hambre. No puedo pagar los 200 euros de alquiler de la casa. Al final me van a acabar echando. Nos ba?amos con agua fr¨ªa. Debo tres meses de luz. Hace d¨ªas que no como m¨¢s que lo que me regalan por ah¨ª". Dando un paseo por el pueblo con Ricardi, un repartidor de pan se acerca a ¨¦l, lo saluda, y le da una hogaza redonda y grande sin cobrarle. "Menos mal que hay gente as¨ª. Si no, no s¨¦ lo que har¨ªa". Tamara, su novia, tampoco tiene empleo. "Pasamos hambre tela".
Ricardi prefiere no recordar sus a?os en prisi¨®n, donde le metieron en 1995, b¨¢sicamente, porque era bizco. "No estoy muy bien", dice. "Tengo muchas secuelas. A veces estoy durmiendo y salto de la cama por miedo. Me vienen cosas de lo que he pasado. Tomo pastillas para todo: para la ansiedad, para la depresi¨®n; y ni s¨¦ si voy a poder pagarlas". Las v¨ªctimas de varias violaciones lo identificaron porque el violador real ten¨ªa un "defecto en un ojo". El ADN acab¨® probando su inocencia, pero la justicia tard¨® a?os en hacer caso a un informe policial que expresaba las dudas sobre el caso.
Ha intentado buscar trabajo, pero no lo ha conseguido. "Aqu¨ª no hay para nadie. Y mi familia est¨¢ muy mal como para echarme una mano. Todos en el paro. Eran todos alba?iles y no hay nada en el sector". El ¨²nico que pod¨ªa ayudarme era mi hermano m¨¢s chico, que muri¨® cuando yo estaba dentro. Una de mis hijas limpia casas, pero hasta el verano no hay trabajo". La foto del hermano fallecido preside el sal¨®n de su modesta vivienda, que ha ido arreglando como ha podido para hacerla habitable.
Su abogada, Antonia Alba, se indigna cuando explica por qu¨¦ un hombre que ha sufrido una injusticia semejante se est¨¢ muriendo de hambre. "La indemnizaci¨®n hay que solicitarla primero al Ministerio de Justicia. Les hemos pedido 10 millones de euros. Ellos tienen que contestar. Si no responden en seis meses o proponen una cantidad con la que no estamos de acuerdo, tendremos que recurrir la decisi¨®n en los tribunales". En definitiva: hacen falta a?os para cobrar algo, a?os en los que la v¨ªctima puede acabar en la indigencia. "El sistema indemnizatorio debe cambiarse", dice Alba. "No puede ser. El Estado tiene que responder por el caso de Ricardi".
S¨®lo una cosa buena tuvo la c¨¢rcel. Ricardi entr¨® con graves problemas de drogadicci¨®n que ahora ha superado. "Vivo gracias a mi nieto, Kiram, de 10 a?os", dice con una sonrisa. "?l me da fuerzas. El mundo ha cambiado mucho desde que entr¨¦ en la c¨¢rcel. Cuando vi Internet, me qued¨¦ flipado. Con dinero podr¨ªa estar un poco tranquilo. Tener una casita, comer fuera, llevarme los domingos a mi nieto por ah¨ª. Cosas que no he hecho nunca. Lo mismo que me han quitado la vida, que me ayuden un poco. Pero, hasta el momento, nada. Ni un 'usted perdone".
Tanto Tommouhi como Ricardi han tenido, al menos, la suerte de contar con el apoyo de alg¨²n polic¨ªa, de alg¨²n cuidadano, que se interes¨® en la historia del moro o del yonqui desahuciados. "A ellos les debo todo", dice Tommouhi. "Es lo ¨²nico que me alivia un poco".
El grancanario Ricardo Cazorla tiene una historia similar, aunque m¨¢s corta. Acaba de salir de la c¨¢rcel, donde pas¨® casi tres a?os injustamente por unas identificaciones err¨®neas. Era entonces, como Ricardi en su d¨ªa, drogadicto, y tiene una minusval¨ªa del 66% f¨ªsica, ps¨ªquica y sensorial desde 1993, cuando lo atropell¨® un autob¨²s. El Supremo lo absolvi¨® porque el tribunal que lo hab¨ªa condenado no tuvo en cuenta un informe de ADN exculpatorio. Sus padres, Rodolfo y Carmen, un matrimonio humilde (¨¦l est¨¢ jubilado), lo mantienen y cuidan de ¨¦l en su casa de Las Palmas. Sus abogados, Sergio Armario y Octavio Quintana, est¨¢n calculando ahora la indemnizaci¨®n que se puede pedir. Pero, una vez m¨¢s, puede tardar. "Yo s¨®lo quiero estar tranquilo y llevarme a mis padres de aqu¨ª", dice mientras se da un ba?o en la playa de las Alcaravaneras, en Las Palmas. El primero despu¨¦s de salir de la c¨¢rcel. "La justicia es muy ligera para condenar", concluye Ricardi. "Mucho. Te quitan la vida. Pero, luego, se desentienden de ti".
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