Los c¨®mplices de Maciel
La Iglesia mexicana tiene dos discursos. Uno, impecable. Es el que, por boca del arzobispo Rogelio Cabrera, exhorta a sus sacerdotes y obispos a no cerrarle el paso a la Justicia en los casos de pederastia ni a negociar "en lo oscurito" con las v¨ªctimas para evitar el esc¨¢ndalo. "La pederastia", clama monse?or Cabrera, "es un crimen despreciable y tiene que ser castigado". Hasta ah¨ª, todo bien. Lo malo es que la Iglesia mexicana tiene otro discurso. M¨¢s importante. El discurso de los hechos.
Y ese discurso dice justo lo contrario. Desde hace d¨¦cadas, la Iglesia ha venido utilizando su poder para acallar cualquier denuncia. El caso de Marcial Maciel es el m¨¢s espectacular. Pero ni mucho menos el ¨²nico. Cuando las v¨ªctimas del fundador de los Legionarios de Cristo se armaron de valor y acudieron a la prensa a denunciar los abusos sexuales, la Iglesia cat¨®lica emprendi¨® una feroz operaci¨®n de encubrimiento.
Sus jerarcas no dudaron en pedir ayuda a las ¨¦lites de la pol¨ªtica y de la empresa, que usaron su enorme poder para desacreditar a los periodistas y asfixiar a sus medios. Las v¨ªctimas —hombres hechos y derechos que todav¨ªa lloran cuando recuerdan las largas manos del padre Maciel— sufrieron un doble dolor. Y los periodistas que se atrevieron a poner en cuesti¨®n a los pr¨ªncipes de la Iglesia fueron amenazados y condenados al infierno... El primero que llegue, que entreviste a Maciel.
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