Mi ¨²ltimo viaje a Buchenwald
Los escritores son los ¨²nicos capaces de mantener vivo el recuerdo de la muerte. En ese campo de concentraci¨®n, que fue nazi y despu¨¦s estalinista, pueden encontrarse las ra¨ªces de la construcci¨®n de Europa
Ah¨ª, en un antiguo campo de concentraci¨®n nazi convertido en prisi¨®n estalinista, es donde debemos celebrar la Europa democr¨¢tica. Contra todas las amnesias.
En un magn¨ªfico art¨ªculo, Catherine Herszberg evoc¨® hace poco (Lib¨¦ration, 13 de febrero) una visita a Auschwitz, con ocasi¨®n del 65? aniversario del descubrimiento del campo por parte del Ej¨¦rcito Rojo. Acompa?¨® all¨ª a una vieja familiar, antigua deportada. Y su relato -lleno de iron¨ªa corrosiva, una mirada precisa y una emoci¨®n contenida- confirma con brillantez una idea que comparto desde hace a?os: la escritura y los escritores son los ¨²nicos capaces de mantener vivo el recuerdo de la muerte. Si no, si los escritores no se apoderan de esa memoria de los campos de concentraci¨®n, si no la hacen revivir y sobrevivir mediante su imaginaci¨®n creadora, se apagar¨¢ con los ¨²ltimos testigos, dejar¨¢ de ser un recuerdo en carne y hueso de la experiencia de la muerte.
Ya no se trata de luchar contra los totalitarismos, dice Magris, sino combatir los particularismos
Cuando todos los testigos hayan desaparecido, permanecer¨¢ todav¨ªa viva la memoria jud¨ªa
El texto de Catherine Herszberg se titulaba precisamente, de forma premonitoria, Los funerales de la memoria.
Sin embargo, pese a la pertinencia entristecida de ese relato, pese a su an¨¢lisis l¨²cido y desenga?ado de las trampas, las dificultades y los errores inevitables de las conmemoraciones oficiales, el 11 de abril estar¨¦ en Buchenwald, en la explanada en la que se pasaba lista a los prisioneros, para tomar la palabra durante la ceremonia conmemorativa de la liberaci¨®n del campo por parte de los soldados estadounidenses del Tercer Ej¨¦rcito del general Patton. He aceptado la invitaci¨®n que me han hecho la ministra-presidenta del Gobierno de Turingia, Christine Lieberknecht, y el director del Monumento de Buchenwald-Dora, mi amigo el profesor Volkhard Knigge.
?Por qu¨¦ lo he hecho, por qu¨¦ motivos?
Por una raz¨®n principal, de la que derivan todas las dem¨¢s, que son complementarias: porque es la ¨²ltima vez. Quiero decir, desde luego, la ¨²ltima vez para m¨ª. Dentro de cinco a?os (las conmemoraciones oficiales, probablemente para subrayar su solemnidad, se celebran con un ritmo quinquenal), en el 70? aniversario del descubrimiento y la liberaci¨®n de los campos, yo ya no estar¨¦.
Por ¨²ltima vez, pues, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estar¨¦ aqu¨ª, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su gris¨¢cea insipidez -que en este caso concreto son la misma cosa-, por ¨²ltima vez, dir¨¦ lo que creo que tengo que decir.
?Se comprender¨¢ que no quiera perderme semejante ocasi¨®n!
En primer lugar, la explanada de Buchenwald, bajo el viento glacial del Ettersberg -un viento de una eternidad mort¨ªfera, que sopla sin cesar, incluso en primavera-, es un lugar id¨®neo para hablar de Europa. Porque Buchenwald fue un campo nazi hasta abril de 1945. Los ¨²ltimos deportados, partisanos yugoslavos, salieron de ¨¦l en junio de ese a?o.
Ahora bien, el campo volvi¨® a abrirse en septiembre con el nombre de Speziallager n¡ã 2, campo especial n¨²mero 2 de la polic¨ªa sovi¨¦tica en la zona de ocupaci¨®n rusa.
Fue en 1950, tras la creaci¨®n de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA), cuando el campo se cerr¨® y se transform¨® en lugar para el recuerdo. Pero hubo que esperar a 1989, a la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn y el imperio sovi¨¦tico y la reunificaci¨®n democr¨¢tica de Alemania, para que Buchenwald pudiera asumir sus dos memorias, su doble pasado de campo de concentraci¨®n sucesivamente nazi y estalinista.
Es, por tanto, un lugar ideal, ¨²nico, para reflexionar sobre Europa, para meditar sobre su origen y sus valores. Para recordar a los j¨®venes visitantes -miles cada a?o-, a los estudiantes del mundo entero que hacen all¨ª cursillos de historia, que las ra¨ªces de Europa pueden encontrarse en ese lugar, en las huellas materiales del nazismo y el estalinismo, contra las cuales, precisamente, se inici¨® la aventura de la construcci¨®n europea. Unas huellas visibles a simple vista: en lo alto de la colina, la chimenea achaparrada del crematorio, apagada para siempre, recuerda a las decenas de miles de muertos del campo nazi, a quienes encontraron su tumba en las nubes, como escribi¨® Paul Celan. Al pie del Ettersberg, en cambio, en los l¨ªmites del antiguo campo de cuarentena, un joven bosque plantado por las autoridades de la RDA oculta las fosas comunes en las que est¨¢n sepultados, en desorden, an¨®nimos, los miles de cad¨¢veres del campo estalinista.
Es un lugar ideal, la explanada de Buchenwald, para recordar el origen de Europa, pero tambi¨¦n para pensar en su futuro, en este momento de crisis, involuci¨®n, falta de aliento y empuje. Un momento en el que viene a la memoria la frase de Edmund Husserl, pronunciada en Viena en 1935, en pleno apogeo de los totalitarismos: "El mayor peligro para Europa es el cansancio".
Hoy, para emplear las palabras del gran escritor europeo Claudio Magris, lo fundamental ya no es luchar contra los totalitarismos, sino combatir los particularismos, convertir esta problem¨¢tica suma de 27 pa¨ªses libres en una estructura multiforme y org¨¢nica con una misma raz¨®n democr¨¢tica.
Por otra parte, parece que este a?o participar¨¢n en las ceremonias de conmemoraci¨®n veteranos estadounidenses del Tercer Ej¨¦rcito de Patton. Una ocasi¨®n perfecta para recordar el papel decisivo que desempe?aron en la liberaci¨®n del campo los soldados afroamericanos de los batallones de choque, los j¨®venes soldados hispanos del sur de Estados Unidos, con un habla castellana fluida y melodiosa, los hijos de los granjeros de la Norteam¨¦rica profunda que descubrieron, en aquella guerra justa y terrible, los valores universales de su democracia. El 11 de abril de 1945, mientras las vanguardias acorazadas de Patton, despu¨¦s de vencer y dispersar a la guarnici¨®n de Buchenwald y los hombres de la divisi¨®n SS Totenkopf, atacaban con ¨¦xito Weimar -rodeando el campo propiamente dicho, al que los estadounidenses no volvieron hasta 24 horas m¨¢s tarde-, un jeep del ej¨¦rcito se present¨® en la inmensa entrada del recinto.
Un jeep solitario en el estr¨¦pito de la batalla. Dos hombres de uniforme. Uno de ellos era civil, quiz¨¢ periodista. El otro era un oficial, primer teniente. Pero lo importante no es eso. Lo importante son sus nombres. El civil se llamaba Egon W. Fleck, el oficial, Edward A. Tenenbaum. Decid estos nombres en voz alta y contened vuestras risas, contened vuestras l¨¢grimas. Dos jud¨ªos norteamericanos fueron los primeros en franquear la entrada al campo de Buchenwald, acogidos como vencedores por los hombres en armas de la resistencia antifascista.
En los archivos estadounidenses puede verse el informe preliminar sobre Buchenwald que redactaron Fleck y Tenenbaum el 24 de abril de 1945 para sus superiores militares. Todav¨ªa se sienten su sorpresa, su trastorno y su emoci¨®n, tanto tiempo despu¨¦s. Pero esta incre¨ªble iron¨ªa de la Historia, esta burla ontol¨®gica que significa la presencia de Fleck y Tenenbaum (jud¨ªos americanos, pero de origen alem¨¢n bastante reciente; la prueba est¨¢ en su informe preliminar, redactado en ingl¨¦s pero en el que emplean la palabra alemana panzerfaust para referirse al bazuca, el arma individual anticarros) en la puerta de Buchenwald, esta maravillosa casualidad, nos remite a una verdad indiscutible.
Cuando todos los testigos -deportados y resistentes- hayan desaparecido, pronto, de aqu¨ª a unos a?os, permanecer¨¢ todav¨ªa una memoria viva, personal, de la experiencia de los campos de concentraci¨®n, una memoria que nos sobrevivir¨¢, que es la memoria jud¨ªa. El ¨²ltimo que recordar¨¢, mucho despu¨¦s de nuestra muerte, ser¨¢ uno de esos ni?os jud¨ªos que vimos llegar a Buchenwald en febrero de 1945, evacuados de Auschwitz, despu¨¦s de haber sobrevivido milagrosamente al fr¨ªo, el hambre, el viaje interminable en vagones de mercanc¨ªas, con frecuencia a la intemperie, para dar testimonio en nombre de todos los desaparecidos, los n¨¢ufragos y los escapados, los jud¨ªos y los goyim (los no jud¨ªos), las mujeres y los hombres. ?Larga vida al tornasol jud¨ªo que refleja toda nuestra muerte!
Jorge Sempr¨²n es ex ministro de Cultura. Perteneci¨® a la resistencia comunista y fue deportado de Francia a Buchenwald en 1943. ? Le Monde, 2010. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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