Bocado de ¨¢ngel
Vuelven los ¨¢ngeles. Legiones de ellos. Y en todas sus categor¨ªas: la de los altos consejeros celestiales (serafines, querubines, tronos), la de los gobernadores y administradores de lo alto (dominaciones, virtudes, potestades), la de los mensajeros divinos m¨¢s o menos de a pie, aunque tambi¨¦n fuesen creados con alas (principados, arc¨¢ngeles, simples ¨¢ngeles). Pero, sobre todo, vuelven los ¨¢ngeles ca¨ªdos, aquellos que echaron a perder su carrera y ahora exhiben su estupefaciente belleza, su enfermizo erotismo desencantado que les incita -como a los nephilim del ap¨®crifo libro b¨ªblico de Enoch- a aparearse con las mortales m¨¢s j¨®venes y bellas, como si en ellas pudieran hallar la otra parte de una naturaleza tan incompleta como a?orada. Como sabemos desde Rilke, todo ¨¢ngel es terrible. Pero los que cayeron son, adem¨¢s, un espejo. Y, ahora, un negocio.
Los que protagonizan la nueva literatura para adolescentes pueden ser tambi¨¦n h¨¦roes que combaten a los villanos
En realidad, nunca se fueron del todo. Lo demuestra su obstinada presencia en multitud de manifestaciones de la cultura desde hace tres milenios. Forman parte de todas las mitolog¨ªas y de (casi) todos los cultos. Y, claro, de las tres religiones monote¨ªstas: se les aparecieron a Abraham, a Mois¨¦s y a los profetas de la Tor¨¤, le anunciaron el embarazo a Mar¨ªa, se le manifestaron (incluso para tentarle) al mism¨ªsimo Cristo, le dictaron a Mahoma el libro sagrado de los musulmanes. Siempre estuvieron aqu¨ª, entre nosotros (y no s¨®lo nuestro particular ¨¢ngel de la guarda). Pero ahora se hacen presentes con renovada fuerza, convocados a la vez por el Papa y por la industria cultural. Los sacerdotes tambi¨¦n son ¨¢ngeles, explicaba el Santo Padre en la oraci¨®n pascual Regina Coeli, confirmando a los (hoy) vapuleados cl¨¦rigos cat¨®licos en el oficio de mensajeros de Dios. Y, simult¨¢neamente, los convoca Hollywood, que ve en ellos una fuente de beneficios de la que ya ha bebido la industria editorial.
En una ¨¦poca como la nuestra, en la que los mitos y valores de la adolescencia (tambi¨¦n los imaginarios) han impregnado territorios antes reservados a la edad adulta, la cultura popular se complace en aprovechar (y manipular) para sus productos de consumo elementos procedentes de las mitolog¨ªas y de las religiones establecidas. Para el d¨¦bil suced¨¢neo religioso que se vende en nuestro globalizado hipermercado espiritual, el sincretismo es la norma no escrita del ¨¦xito. Tras los vampiros (entre los ¨²ltimos en llegar abundaban los buenos, como demostr¨® la saga Crep¨²sculo y sus secuelas), que han protagonizado muchos de los grandes ¨¦xitos de la literatura de los llamados "j¨®venes adultos" (y de muchos no tan j¨®venes, que tambi¨¦n consumen la llamada lit-bit o literatura "mordisco"), llega el gran momento de sus primos ¨¢ngeles, tan parecidos a los no-muertos que casi no se les distingue.
De acuerdo con el Catecismo, todos los ¨¢ngeles fueron creados buenos, pero algunos se hicieron malvados por su cuenta. Milton lo cuenta en su Para¨ªso perdido, leg¨¢ndonos la m¨¢s fascinante, enigm¨¢tica y atormentada versi¨®n literaria del ca¨ªdo Lucifer (el-que-lleva-la-luz). El lema publicitario de Legi¨®n, el thriller post apocal¨ªptico de Scott Stewart (estreno en Espa?a en mayo) que ha relanzado la angelog¨ªa popular en Estados Unidos, advierte: "la ¨²ltima vez que Dios perdi¨® la fe en el hombre, envi¨® el diluvio; esta vez ha enviado ¨¢ngeles". Pero los malvados y ca¨ªdos no son los ¨²nicos que vienen a visitarnos. Los que protagonizan la nueva literatura para adolescentes (v¨¦ase, por ejemplo, Oscuros, de Lauren Kate, publicada por Montena) pueden ser tambi¨¦n h¨¦roes que combaten a los villanos. Y que viven y luchan (y seducen y aman), en ese ¨²ltimo avatar de la literatura popular en que se han mezclado la novela rom¨¢ntica, el relato g¨®tico y un fondo nada sofisticado de imaginer¨ªa pagana y nuevas tecnolog¨ªas electr¨®nicas. El objetivo: los j¨®venes lectores y, de modo muy especial, las lectoras. Aqu¨ª est¨¢n los ¨¢ngeles de nuevo cu?o. Ahora toca dejarse morder por ellos.
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