Una ola ¨²nica y monstruosa
Sus formidables relatos autobiogr¨¢ficos nos han legado diferentes im¨¢genes de Canetti, entre ellas la de ese ni?o cuyos padres hablaban castellano-sefard¨ª (proced¨ªan de una familia expulsada de Espa?a, de apellido Ca?ete) y que aprendi¨® a admirar a los grandes genios de las artes y las letras en el fabuloso "calendario Pestalozzi" que acompa?¨® los d¨ªas lectivos de tantos escolares suizos de principios del siglo XX. Pero pronto aparece un descubrimiento inquietante, que el joven realiza en el museo St?del de Fr¨¢ncfort, ante el Sans¨®n cegado por los filisteos de Rembrandt, el descubrimiento de la fuerza motriz del odio. En esta misma ciudad, en 1922, asiste Canetti como espectador emocionado a la manifestaci¨®n de protesta por el asesinato de Walter Rathenau. Y all¨ª, de una manera muy distinta que otros intelectuales como Freud y Ortega y Gasset -que siempre la vieron como algo ajeno y despreciable-, Canetti se enfrenta a lo que ser¨¢ su gran enigma y obsesi¨®n, la masa social humana vista "desde dentro", como una fuerza f¨ªsica de persuasi¨®n que atrae irreflexivamente hacia sus filas. En La antorcha al o¨ªdo (Obras Completas II), Galaxia Gutenberg (2003), encontramos una magistral narraci¨®n de la "experiencia originaria" que llevar¨ªa a nuestro autor a emprender la investigaci¨®n m¨¢s ambiciosa de su vida, Masa y poder, en la que invirti¨® cerca de treinta a?os de estudio. El 15 de julio de 1927, en lugar de acudir al instituto universitario donde se est¨¢ doctorando en Qu¨ªmica, toma su bicicleta y se dirige al centro de Viena a toda velocidad. Ha conocido por la prensa la absoluci¨®n de los asesinos de un grupo de obreros en Burgenland, y encuentra sin dificultad a los grupos de trabajadores que, formando ya una compacta muchedumbre, se dirigen al Palacio de Justicia que, en unos minutos, ser¨¢ pasto de las llamas para desesperaci¨®n de un funcionario celoso que se lamenta a gritos por la p¨¦rdida de los documentos procesales. Lo que mueve a la masa en una direcci¨®n ¨²nica, se?ala Canetti, es primero la palabra "fuego", y luego el fuego mismo, del que parece querer escapar pero a cuya escena vuelve una y otra vez; no s¨®lo por fijaci¨®n hipn¨®tica o porque la polic¨ªa haya cerrado las salidas, sino porque la masa teme a su disoluci¨®n a la vez que sabe que ese es su destino, como el del fuego es extinguirse, y por ello vincula su duraci¨®n a la del estado de incendio declarado, al que se aferra para sobrevivir, para conservarse tanto como pueda. Canetti escucha la "m¨²sica maligna" que marca el comp¨¢s de los disparos y lleva a los hombres a correr con una fuerza que no es la de sus piernas, sino la del extra?o vendaval que arrastra a la multitud abierta, sin cabeza visible ni objetivo final. La polic¨ªa recibe pronto la orden de disparar, y cuando acaban los disturbios quedan sobre las calles noventa cad¨¢veres. No, la masa no es una realidad cuantitativa sino un fen¨®meno misterioso que siempre se oculta en met¨¢foras biol¨®gicas: el sentimiento que la mantiene unida como un organismo es "una ola ¨²nica y monstruosa que se abati¨® sobre la ciudad, aneg¨¢ndola: cuando baj¨® la marea, parec¨ªa incre¨ªble que la ciudad a¨²n siguiera en pie". Pocos han escrutado mejor que el autor de La lengua salvada este concepto, que encierra en sus an¨®nimos perfiles el secreto mejor guardado de nuestro tiempo. -
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