Humillaci¨®n
Humillaci¨®n
Susana Ivanovna, hija ileg¨ªtima de un maduro hacendado ruso y de su amante jud¨ªa, no tard¨® en percatarse de las casi nulas expectativas que oscurec¨ªan su horizonte vital, tanto m¨¢s agobiante ¨¦ste cuanto ella creci¨® en un ambiente esmerado, cuyos refinamientos no la predispon¨ªan para afrontar las indefectibles miserias de todo tipo que suelen asediar a una criatura de origen dudoso. De manera que, siendo todav¨ªa una adolescente, Susana vio derrumbarse el fr¨¢gil andamiaje de su destino, no rest¨¢ndole otro recurso que agarrarse a esa peligrosa tabla de salvaci¨®n del amor rom¨¢ntico, el ¨²ltimo recurso de los corazones desesperados. Esta historia es relatada por el escritor ruso Iv¨¢n Turgu¨¦nev (1819-1883) en una novela, reci¨¦n traducida al castellano, con el t¨ªtulo La desdichada (La Compa?¨ªa).
Simon Axler, consagrado actor de teatro estadounidense ya sexagenario, se siente cierto d¨ªa s¨²bita e incomprensiblemente incapacitado para volver a subir a un escenario, y, tras un par de estrepitosos fracasos, entra en un trance depresivo que le arrebata las ganas de seguir viviendo. Dadas las circunstancias, cualquiera podr¨ªa conjeturar que Axler era un firme candidato al suicidio, y algo as¨ª nos sugiere el escritor Philip Roth (Newark, 1933), quien nos relata la pat¨¦tica historia de este actor frustrado en su ¨²ltima novela publicada en nuestro pa¨ªs con el t¨ªtulo La humillaci¨®n (Mondadori). No obstante, esta catastr¨®fica deriva hacia la muerte cambia inesperadamente de rumbo, cuando, cierto d¨ªa, se presenta en el apartado retiro de Axler una mujer, Pegeen Stapleford, hija de unos antiguos colegas, que no s¨®lo es 25 a?os m¨¢s joven, sino hasta el momento una reconocida lesbiana, y, contra todo pron¨®stico, surge entre ellos un t¨®rrido amor por el que ¨¦l recupera el ansia vital a costa de la p¨¦rdida de la identidad sexual de ella, quedando as¨ª el drama visto para sentencia.
?Cu¨¢l es el punto de uni¨®n entre estos dos h¨¦roes de ficci¨®n, la primera, una asediada joven rusa del XIX al comienzo de su vida, y el segundo, un maduro actor actual, en cuyo declive no encuentra ning¨²n papel mejor para interpretar convincentemente que el de su desaparici¨®n f¨ªsica? Antes o despu¨¦s de haber vivido, seg¨²n los dos relatos rese?ados, parece que el amor, esa tabla de salvaci¨®n, en efecto, peligrosa, porque puede asimismo convertirse en ag¨®nica tabla de perdici¨®n, como lo son siempre las esperanzas para los n¨¢ufragos.
Ahora bien, sea cual sea la impredecible carga alienante que comporta cualquier desaf¨ªo er¨®tico, por el que un mortal pone en manos de otro mortal su ilusi¨®n misma de vivir, ?qu¨¦ hace que un lance amoroso sea "desdichado" o se transforme en una "humillaci¨®n"? En el primer caso, podr¨ªamos decir, que no haber tenido la oportunidad de conocer la dicha, una privaci¨®n, pero, en el segundo, haber conocido su naturaleza perecedera, que es, si se quiere, una privaci¨®n por duplicado. Etimol¨®gicamente, el t¨¦rmino "humilde" procede del latino "humus", que significa "tierra", con lo que alguien humilde es quien no pierde contacto con el suelo, pero el "humillado" es aquel al que las excesivas ¨ªnfulas le han arrojado de bruces en la dura realidad. ?Ser¨¢ el amor, pues, esa imprescindible pasi¨®n aerost¨¢tica sin la cual nadie aprecia el paisaje aun a costa de finalmente estrellarse contra ¨¦l?
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