Aprender de Grecia
La crisis de la deuda en Grecia est¨¢ llegando al punto de no retorno. A medida que se esfuman las perspectivas de un plan de rescate, en gran parte gracias a la obstinaci¨®n alemana, los inversores inquietos han hecho que los tipos de inter¨¦s de las obligaciones del Estado se pongan por las nubes, lo que ha disparado el coste de los pr¨¦stamos del pa¨ªs. Esto hundir¨¢ a¨²n m¨¢s a Grecia en la deuda y minar¨¢ todav¨ªa m¨¢s la confianza. A estas alturas, es dif¨ªcil ver c¨®mo podr¨¢ el pa¨ªs escapar de esta nefasta espiral hacia el impago.
Es una historia terrible, y sin duda una lecci¨®n con moraleja para el resto de nosotros. ?Pero cu¨¢l, exactamente, es la moraleja? S¨ª, Grecia est¨¢ pagando el precio de la irresponsabilidad fiscal de anta?o. Pero la historia no acaba ah¨ª ni mucho menos. La tragedia griega tambi¨¦n ilustra el grave peligro que supone una pol¨ªtica monetaria deflacionista. Y esa es una lecci¨®n que uno espera que los responsables pol¨ªticos estadounidenses se aprendan de memoria.
A estas alturas es dif¨ªcil ver c¨®mo podr¨¢ el pa¨ªs escapar de esta nefasta espiral hacia el impago
La tragedia griega ilustra el grave peligro que supone una pol¨ªtica monetaria deflacionista
La clave para comprender los apuros de Grecia es que no se trata simplemente de un problema de deuda excesiva. La deuda p¨²blica de Grecia, del 113% de su PIB, sin duda es alta, pero otros pa¨ªses han hecho frente a niveles de deuda similares sin sufrir crisis. Por ejemplo, en 1946, Estados Unidos, reci¨¦n salido de la Segunda Guerra Mundial, ten¨ªa una deuda federal equivalente al 122% del PIB. Sin embargo, los inversores estaban relajados, y con raz¨®n: durante la d¨¦cada siguiente, la relaci¨®n entre la deuda y el PIB se redujo a casi la mitad, lo que disip¨® cualquier preocupaci¨®n que la gente pudiese tener respecto a nuestra capacidad para pagar lo que deb¨ªamos. Y la deuda como porcentaje del PIB sigui¨® cayendo en las d¨¦cadas siguientes, hasta alcanzar un m¨ªnimo del 33% en 1981.
?Y c¨®mo se las arregl¨® el Gobierno de EE UU para pagar la deuda contra¨ªda en la guerra? En realidad, no la pag¨®. A finales de 1946, el Gobierno federal deb¨ªa 271.000 millones de d¨®lares; a finales de 1956, esa cifra hab¨ªa aumentado ligeramente, hasta los 274.000 millones de d¨®lares. La relaci¨®n entre la deuda y el PIB no cay¨® porque la deuda se redujese, sino porque el PIB subi¨® y, medido en d¨®lares, casi se duplic¨® en el transcurso de una d¨¦cada. La subida del PIB medido en d¨®lares fue consecuencia casi a partes iguales del crecimiento econ¨®mico y de la inflaci¨®n, con un PIB real y un nivel de precios general que subieron alrededor de un 40% entre 1946 y 1956.
Desgraciadamente, Grecia no puede esperar una evoluci¨®n similar. ?Por qu¨¦? Por el euro. Hasta hace poco, ser miembro de la zona euro parec¨ªa algo bueno para Grecia, y tra¨ªa consigo pr¨¦stamos baratos y grandes entradas de capital. Pero esas entradas de capital tambi¨¦n provocaron inflaci¨®n; y cuando la m¨²sica par¨®, Grecia se encontr¨® con unos costes y unos precios muy alejados de los de las grandes econom¨ªas europeas. Con el tiempo, los precios de Grecia tendr¨¢n que bajar. Y eso significa que, a diferencia de lo que pas¨® en EE UU tras la guerra, cuando parte de la deuda se esfum¨® gracias a la inflaci¨®n, Grecia va a ver la carga de su deuda aumentada por culpa de la deflaci¨®n. Y eso no es todo. La deflaci¨®n es un proceso doloroso, que invariablemente afecta al crecimiento y al empleo. De modo que Grecia no va a librarse de la deuda mediante el crecimiento. Por el contrario, tendr¨¢ que hacer frente a su deuda con una econom¨ªa que, en el mejor de los casos, estar¨¢ estancada.
As¨ª que el ¨²nico modo en que Grecia podr¨ªa dominar su problema con la deuda ser¨ªa mediante recortes en el gasto y subidas de inter¨¦s feroces, medidas que por s¨ª mismas empeorar¨¢n la tasa de paro. No es de extra?ar, por tanto, que los mercados de obligaciones est¨¦n perdiendo la confianza y llevando la situaci¨®n al l¨ªmite.
?Qu¨¦ se puede hacer? La esperanza era que otros pa¨ªses europeos llegasen a un acuerdo que garantizase la deuda griega a cambio de una estricta austeridad fiscal. Eso podr¨ªa haber funcionado. Pero sin el apoyo alem¨¢n, un acuerdo as¨ª no puede alcanzarse.
Grecia podr¨ªa aliviar un poco sus problemas abandonando el euro y devaluando su moneda. Pero resulta dif¨ªcil saber c¨®mo podr¨ªa hacer eso sin desencadenar una catastr¨®fica huida de su sistema bancario. De hecho, los depositantes preocupados ya han empezado a sacar dinero en met¨¢lico de los bancos griegos. No hay soluciones buenas para esto; de hecho, no hay soluciones que no sean terribles.
?Pero cu¨¢les son las lecciones para Estados Unidos? Por supuesto, que deber¨ªamos ser fiscalmente responsables. Sin embargo, eso significa atajar los grandes problemas a largo plazo, sobre todo los costes sanitarios (en lugar de fanfarronear y ser taca?os en el gasto a corto plazo para ayudar a una econom¨ªa en peligro).
Pero hay otra cosa igual de importante: tenemos que mantenernos alejados de la deflaci¨®n, e incluso de la inflaci¨®n excesivamente baja. A diferencia de Grecia, no nos toca cargar con la moneda de otro. Pero como ha demostrado Jap¨®n, hasta los pa¨ªses que tienen su propia moneda pueden caer en una trampa deflacionista.
Lo que m¨¢s me preocupa de la situaci¨®n de EE UU ahora mismo es el clamor cada vez mayor de los halcones de la inflaci¨®n, que quieren que la Reserva Federal suba los tipos (y que el Gobierno federal suprima el est¨ªmulo econ¨®mico) aun cuando el empleo apenas ha empezado a recuperarse. Si se salen con la suya, perpetuar¨¢n el paro masivo. Pero eso no es todo. La deuda p¨²blica de Estados Unidos ser¨¢ manejable si finalmente volvemos a un crecimiento vigoroso y una inflaci¨®n moderada. Pero si ganan los que defienden la restricci¨®n monetaria, eso no suceder¨¢; y podr¨ªa pasar cualquier cosa.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa 2008.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.