S¨®lo para incondicionales
Hay algo en las fiestas civiles que no acaba de cuajar, como si la sociedad moderna se hubiera fragmentado y encontrar en ella comuniones colectivas fuera ya algo imposible. En el ¨²ltimo Aberri Eguna, los cr¨ªticos aludieron, de nuevo, al car¨¢cter parcial de la celebraci¨®n, pero en ocasiones similares no obran en consecuencia: cuando se habla del concepto de ciudadan¨ªa habr¨ªa que preguntarse qu¨¦ ciudadan¨ªa anida en fiestas rancias y tel¨²ricas como el D¨ªa de la Hispanidad. Los que oponen la idea de ciudadan¨ªa al patriotismo comunitario del Aberri Eguna tendr¨ªan credibilidad si en las m¨ªsticas celebraciones que organiza el Estado obraran con similar desafecci¨®n, pero en esas ocasiones bastante tienen con buscar asiento en la tribuna, lo m¨¢s cerca posible de un ministro, antes de que empiece el desfile de la cabra y los dem¨¢s.
Hace d¨¦cadas que el Aberri Eguna, como fiesta nacional, es un fracaso. Y no tanto por culpa de aquellos que no ir¨ªan ni arrastrados por una pareja de bueyes de idi probak, sino por los mismos nacionalistas, que han hecho de la divisi¨®n interna su verdadera se?al de identidad. Aunque este a?o los aberris hayan sido menos en n¨²mero que otros a?os, no han abandonado su clave partidista. Nadie es tan ingenuo como para pensar que la convocatoria del PNV tenga otros destinatarios que sus propios militantes. Y el desesperado viaje de Eusko Alkartasuna hacia ninguna parte no maquilla la evidencia de que el Aberri Eguna radical conlleva la sumisi¨®n a una cuadrilla de pistoleros. Por su parte, el Aberri-on-line de Hamaikabat era una confesi¨®n de impotencia, aunque I?aki Galdos hiciera las declaraciones m¨¢s interesantes de esos d¨ªas, reclamando una reflexi¨®n sobre la naci¨®n vasca y sobre sus s¨ªmbolos en la modernidad.
La cr¨®nica fragmentaci¨®n del Aberri Eguna desmoviliza a muchas personas de conciencia nacional vasca, que desear¨ªan para ellos y para sus hijos una celebraci¨®n unitaria, pac¨ªfica y civil. Pero en Euskadi, algo unitario, pac¨ªfico y civil es imposible. El car¨¢cter banderizo de los vascos hace que toda celebraci¨®n, por ecum¨¦nica que se postule, sea s¨®lo para incondicionales. No importa incondicionales de qu¨¦: en Euskadi todo es s¨®lo para incondicionales. Los que esperen mejor fortuna para el D¨ªa del Estatuto apuestan en contra de la historia. La celebraci¨®n administrativo-estatutaria tendr¨¢ en el paisito la misma suerte que los viejos rituales hispanistas: una masiva desmovilizaci¨®n porque la mayor¨ªa, sencillamente, no se siente interpelada por una simbolog¨ªa ajena a sus sentimientos.
Definitivamente, las fiestas civiles no acaban de cuajar. Se acerca el Primero de Mayo, y un a?o m¨¢s la profusi¨®n de banderas y octavillas intentar¨¢ disimular ante las c¨¢maras unas avenidas desesperadamente vac¨ªas. En la fiesta del trabajo, los trabajadores duermen a pierna suelta. A la mani va menos gente que a misa.
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