Ratzinger, en la hoguera
El papa Benedicto XVI cumple cinco a?os en el cargo acorralado por los esc¨¢ndalos de pederastia y con acusaciones de inmovilismo y retroceso frente al Concilio Vaticano II. Roma ha cancelado el ecumenismo, con ofensas a jud¨ªos, musulmanes, protestantes o anglicanos
Los cardenales eligieron Papa en 2005 a un intelectual de post¨ªn y esperaban que rindiese como un gran ejecutivo. No ha resultado. A punto de cumplirse los cinco a?os de mandato como sumo pont¨ªfice el pr¨®ximo d¨ªa 19, Benedicto XVI, de civil Joseph Alois Ratzinger, es un anciano de 83 a?os atado a su pasado de te¨®logo e inquisidor de doctrinas. ?Qu¨¦ ha hecho en este lustro? ?Qu¨¦ se propone? Sus admiradores cuentan que es un gran trabajador y que ahora mismo est¨¢ empe?ado en culminar antes del verano su ingente biograf¨ªa de Jes¨²s de Nazaret, cuyo primer tomo fue un ¨¦xito de ventas hace dos a?os. Los detractores lo acusan de atacar a las reformas del Concilio Vaticano II y de despreocupaci¨®n o impotencia ante los problemas que afronta el catolicismo.
El Papa piensa que el Vaticano II le ha sentado mal a su Iglesia, y que s¨®lo rectific¨¢ndolo volver¨¢ el esplendor
Los cardenales cre¨ªan que Ratzinger era el ¨²nico capaz de arreglar los problemas del largo ocaso de Wojtyla
El poder en la 'Ciudad Santa' sigue en manos de los de siempre o en las de otros tan inmovilistas como los anteriores
Cinco a?os le han dado para enojar varias veces a los jud¨ªos y vincular al dios del islam con la irracionalidad
Ratzinger "es criticado por no hacer nada... y por hacer demasiado", opina su bi¨®grafo, el periodista cat¨®lico italiano Vittorio Messori. Como ¨¦l, la jerarqu¨ªa de la Iglesia vela armas para enfrentarse al examen del primer lustro de este pontificado. Lo hace a la defensiva. La efem¨¦rides no ha podido llegar en peor momento, con una riada de noticias sobre curas -y hasta obispos- pederastas actuando con impunidad durante d¨¦cadas ante la pasividad o el silencio c¨®mplice del Vaticano.
Benedicto XVI est¨¢ en medio de ese quemadero. Tambi¨¦n ha patinado en otros campos de la gesti¨®n. Ha provocado agrias pol¨¦micas con musulmanes, jud¨ªos o anglicanos; escandaliz¨® cuando quiso acabar con el cisma del ultraconservador arzobispo Marcel Lefebvre, y se enfrent¨® a la comunidad cient¨ªfica condenando en ?frica el uso del preservativo como m¨¦todo de combate del sida. Tambi¨¦n sigue enfrentado a la ciencia, negando toda la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre.
Ratzinger sab¨ªa a lo que se enfrentaba cuando se postul¨® hace cinco a?os como sucesor del polaco Juan Pablo II, de civil Karol Wojtyla. Su discurso electoral fue clamoroso, aquel 24 de marzo de 2005, con Juan Pablo II ya moribundo, a punto de superar los 27 a?os en el cargo. Era el Viernes Santo de ese a?o y Ratzinger sustitu¨ªa al enfermo pont¨ªfice en el tradicional Via Crucis ante el imponente Coliseo romano. No era una casualidad. En cada rezo de las estaciones del fundador cristiano hacia el monte Calvario, el hoy Papa aprovech¨® para intercalar comentarios de programa de gobierno. Fue en la novena estaci¨®n -tercera ca¨ªda de Jes¨²s bajo el peso de la cruz- cuando clam¨®: "?Cu¨¢nta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deber¨ªan estar entregados al Redentor! ?Cu¨¢nta soberbia! La traici¨®n de los disc¨ªpulos es el mayor dolor de Jes¨²s. No nos queda m¨¢s que gritarle: Kyrie, eleison. Se?or, s¨¢lvanos".
Era un discurso alarmante, elaborado para encoger el coraz¨®n de la mayor¨ªa de los cardenales, acostumbrados muchos de ellos a una vida regalada en el mejor de los mundos, sobre todo durante sus frecuentes estancias en Roma. Dos semanas m¨¢s tarde, reunidos en c¨®nclave, los 114 purpurados -con el pomposo t¨ªtulo de Pr¨ªncipes de la Iglesia, aunque cardenal viene de cardo, en italiano bisagra o punto de apoyo- no se demoraron en decidir qu¨¦ Papa querr¨ªan. Era el alem¨¢n Ratzinger y se llamar¨ªa Benedicto XVI.
La elecci¨®n caus¨® no poca sorpresa. Hoy se sabe que se inclinaron por Ratzinger por considerarlo el ¨²nico capaz -por conocimiento y por autoridad- de arreglar los problemas acumulados durante el interminable ocaso del polaco Wojtyla, del que el te¨®logo alem¨¢n hab¨ªa sido sumo ide¨®logo. La informaci¨®n es poder, y nadie sab¨ªa tanto sobre las crisis -y los pecados- del cristianismo romano como el presidente de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio de la Inquisici¨®n que Ratzinger hab¨ªa dirigido desde 1981 con mano de hierro. En el momento de su elecci¨®n ten¨ªa 78 a?os, tres a?os m¨¢s de la edad de jubilaci¨®n de los obispos. Su salud era quebradiza. Hoy, en el balance de gesti¨®n, cinco a?os m¨¢s tarde, se olvidan esas circunstancias personales.
Ratzinger ha sido siempre un hombre de ideas fijas, pese a su propia opini¨®n. "A m¨ª ya me han diseccionado varias veces: el profesor de la primera etapa y el de la etapa intermedia, el primer cardenal y el de despu¨¦s. Ahora se a?ade otro segmento m¨¢s. Como es natural, las circunstancias, las situaciones y las personas influyen, porque asumen distintas responsabilidades. Digamos que mi personalidad y mi visi¨®n fundamental han madurado, pero todo lo que es esencial ha permanecido id¨¦ntico", dijo de s¨ª mismo en 2006 cuando su bi¨®grafo le hizo notar una supuesta diferencia entre el panzer kardinal (tanque de combate) que dirig¨ªa la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe y el t¨ªmido Benedicto XVI al tim¨®n de la nave del ap¨®stol Pedro.
Alguna prensa alemana hab¨ªa recibido la elecci¨®n de Ratzinger con el t¨ªtulo equ¨ªvoco de
panzer kardinal. Era una alusi¨®n a su intransigencia por la inmisericorde condena de 130 te¨®logos y religiosos cuando fue prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Tampoco olvidaron en Alemania que el nuevo pont¨ªfice, adem¨¢s de te¨®logo y profesor universitario, milit¨® en las Juventudes Hitlerianas y que fue soldado de la Wehrmacht al final de II Guerra Mundial.
Al margen de tan tormentoso -y brillante- pasado,
Benedicto XVI no ocult¨® nunca que le aguardaba una tarea inmensa si quer¨ªa acabar con la "suciedad" y la "soberbia" que anidaba en su Iglesia cuando se propuso como candidato papal. Lo intuy¨® a las 18.04 del 19 de abril de 2005, nada m¨¢s anunciarse su elecci¨®n, y lo dijo en su primera bendici¨®n urbi et orbi ("a la ciudad de Roma y al mundo").
Tampoco pudo ignorar que iba a estar solo en la tarea, salvo que realizase radicales cambios en la Curia (gobierno) del Vaticano. Pero no lo hizo. Es un primer retroceso, principio de todos los dem¨¢s. En la llamada eufem¨ªsticamente Ciudad Santa, el poder sigue en manos de los de siempre, con algunos cambios por razones de edad. Es el caso del astuto cardenal Angelo Sodano, n¨²mero dos de Juan Pablo II y uno de los protectores del fundador de los Legionarios de Cristo y notorio pederasta, el sacerdote mexicano Marcial Maciel. Ha sido sustituido por otro italiano, Tarcisio Bertone, igual de inmovilista, tambi¨¦n amigo de lavar en casa la ropa sucia. Tampoco el cambio en la portavoc¨ªa eclesi¨¢stica -el periodista espa?ol Joaqu¨ªn Navarro Vals, miembro del Opus Dei, antes; el jesuita Federico Lombardi, ahora- ha ganado para el pont¨ªfice una solidaridad especial. En el Vaticano siguen mandando los ancianos aupados por Wojtyla, en su mayor¨ªa "prelados paternalistas desesperadamente aferrados al sill¨®n y que bloquean desde hace a?os el funcionamiento de la Santa Sede con mediocres disputas internas y personalismos enredadores". Son palabras del canonista y editorialista-analista del diario italiano La Stampa, Filippo di Giacomo.
?Por qu¨¦, en un c¨®nclave formado -salvo una excepci¨®n- por cardenales nombrados por Juan Pablo II, los 114 electores escogieron al ¨²nico que llevaba a¨²n la p¨²rpura concedida por Pablo VI, un Papa del Concilio Vaticano II? Con Juan Pablo II predomin¨® un "wojtylianismo p¨²blico", de masas y medios de comunicaci¨®n. En cambio, Ratzinger est¨¢ centrado en la palabra desnuda: homil¨ªas, ¨¢ngelus, catequesis, discursos y, hasta ahora, tres enc¨ªclicas. Su idea era acostumbrar a los cat¨®licos a fijarse en lo esencial, no en la persona del Papa, el eterno papanatismo. ?Por qu¨¦ ese cambio? Es un misterio; por decirlo desde el punto de vista de la fe: una decisi¨®n del Esp¨ªritu Santo.
Suele decirse que las promesas electorales est¨¢n para incumplirse. Ratzinger no las hizo.
El ¨²nico documento que puede tenerse como tal es la homil¨ªa en la misa para elegir nuevo Papa el d¨ªa del comienzo del c¨®nclave, donde dibuj¨® un panorama te¨®rico sobre los cristianos veletas -que se han dejado llevar por corrientes ideol¨®gicas opuestas: del marxismo al liberalismo hasta el libertinaje, del colectivismo al individualismo, del ate¨ªsmo a un vago misticismo-. Tambi¨¦n fij¨® all¨ª su idea de que el mundo est¨¢ dominado por la "dictadura del relativismo que no reconoce nada que sea definitivo y que deja como ¨²ltima medida s¨®lo al propio yo y a sus deseos". No dijo c¨®mo luchar contra esa tendencia.
Ideas o palabras al margen, el balance es desolador. En cinco a?os ha provocado varias veces la indignaci¨®n de los jud¨ªos -13 millones-; por ejemplo, cuando readmiti¨® en la "comuni¨®n eclesial" a los seguidores del arzobispo Marcel Lefebvre -la llamada Hermandad Sacerdotal de San P¨ªo X-, entre ellos a Richard Williamson, que niega el Holocausto y al Vaticano II.
"Al levantar la excomuni¨®n de los integristas, sin exigirles la aceptaci¨®n del Concilio Vaticano II, no son ellos quienes se incorporan al cristianismo conciliar. Es m¨¢s bien el Papa quien se convierte al integrismo y lleva a la Iglesia en esa direcci¨®n", sostiene el te¨®logo Juan Jos¨¦ Tamayo. La canciller alemana Angela Merkel exigi¨® entonces al Papa, su compatriota, que pidiera disculpas a los jud¨ªos.
El Papa tambi¨¦n ha reintroducido en la liturgia una oraci¨®n por la conversi¨®n de los jud¨ªos, de car¨¢cter preconciliar, y suele irritar a esa comunidad religiosa cuando insiste en elevar a los altares (es decir, en colocar como ejemplo de santidad para todo el mundo) al papa P¨ªo XII, acusado de callar ante los cr¨ªmenes de los nazis y ante el terrible Holocausto.
Ofendi¨® tambi¨¦n Benedicto XVI a los musulmanes -1.300 millones- cuando, en un discurso en la Universidad de Ratisbona (Alemania) en septiembre de 2006, dijo que Mahoma impuso la fe con la espada y proclam¨® la guerra santa, vinculando al dios del islam con la violencia y la irracionalidad. Tampoco los protestantes -650 millones- y los cristianos ortodoxos -250 millones- tienen motivo de contento con este Papa. En un documento oficial de julio de 2007, el Vaticano identifica la Iglesia de Cristo con la Iglesia cat¨®lica, a la que considera la ¨²nica verdadera, y califica en consecuencia a las Iglesias ortodoxas como Iglesia imperfecta y niega que las Iglesias de la reforma sean Iglesia.
El proceso ecum¨¦nico (de encuentro entre religiones, en la idea del te¨®logo Hans K¨¹ng de que no habr¨¢ paz entre las naciones sin paz entre las religiones) tambi¨¦n sufri¨® un duro rev¨¦s cuando el Papa les dijo a las comunidades ind¨ªgenas latinoamericanas -el 10% de la poblaci¨®n en ese continente-, durante su viaje a Aparecida (Brasil) en 2007, que una supuesta vuelta a las religiones precolombinas no era un progreso, sino un retroceso. Lo dijo Benedicto XVI en su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y en el mismo viaje acus¨® a los nuevos l¨ªderes pol¨ªticos latinoamericanos de estar sometidos a ideolog¨ªas superadas y de no actuar en concordancia con la visi¨®n cristiana del ser humano y de la sociedad.
Tambi¨¦n atac¨® all¨ª a los te¨®logos de la liberaci¨®n por politizaci¨®n, falso mesianismo, ideas err¨®neas y dependencia del marxismo, como hab¨ªa hecho, excomulg¨¢ndolos, cuando estaba al frente de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe.
A¨²n m¨¢s criticada ha sido su visi¨®n de la planetaria lucha contra el sida, llevada a cabo por las autoridades sanitarias y gran parte de los Gobiernos. Durante un viaje a Camer¨²n y Angola, el Papa execr¨® contra el uso de los preservativos porque, dijo, "no s¨®lo no solucionan el problema del sida, sino que lo agravan todav¨ªa m¨¢s". El Parlamento belga pidi¨® entonces, por mayor¨ªa, a su Gobierno que condenase esas declaraciones y expresase una protesta formal al Vaticano, de Estado a Estado. Una iniciativa parecida en Espa?a, a instancias de Izquierda Unida, no prosper¨® en el Congreso de los Diputados.
Todas esas derivas anticonciliares se resumen en una m¨¢s aparatosa y visible: los cambios en la liturgia, autorizados con regocijo por Ratzinger. No s¨®lo se vuelve a la misa en lat¨ªn y con el celebrante de espaldas al pueblo creyente, sino que se han aceptado algunas de las ideas del arzobispo Lefebvre, el gran fustigador del Vaticano II. Ratzinger hab¨ªa sido perito en ese concilio, como asesor del episcopado alem¨¢n, pero siempre se mostr¨® contrario a su desarrollo "con el entusiasmo de zelotes", acus¨® una vez a sus colegas, en referencia a una de las sectas m¨¢s radicales en la ¨¦poca de Jes¨²s, en la Galilea sojuzgada por Roma.
?Por qu¨¦ esa deriva antiecum¨¦nica o anticonciliar? El papa Ratzinger piensa que el Concilio Vaticano II le ha sentado muy mal a su Iglesia, y que s¨®lo rectific¨¢ndolo volver¨¢n tiempos de esplendor, prestigio e influencia. Los hechos son testarudos, en la direcci¨®n contraria. Cada d¨ªa hay menos vocaciones sacerdotales y m¨¢s parroquias sin cura. La juventud sigue alejada, salvo los cientos de miles de muchachos que jalean al pont¨ªfice desde los movimientos m¨¢s conservadores; la mujer permanece marginada del santuario, y pocos cat¨®licos hacen caso a las doctrinas de sus prelados en materia de sexo u otros comportamientos sociales.
La decisi¨®n de acoger a sacerdotes anglicanos, incluso si est¨¢n casados, no hace m¨¢s que agravar el veto al celibato opcional entre el clero cat¨®lico, origen de quebradores de cabeza para el Papa. Pero esas son ahora historias de sexo, un terreno en el que la jerarqu¨ªa del catolicismo pierde casi siempre la compostura.
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