El toreo
El catedr¨¢tico don Juli¨¢n L¨®pez, El Juli, subi¨® al estrado, se plant¨® en la boca de riego, brind¨® a la concurrencia con parsimonia, abri¨® la muleta, habl¨® pronto y claro y no tard¨® ni diez minutos en dictar una lecci¨®n magistral que cont¨® con el benepl¨¢cito de todos. Tema que desarrollar: el toreo. Y la disertaci¨®n alcanz¨® tal grado de brillantez que el auditorio salt¨® de sus asientos, la ovaci¨®n se hizo ensordecedora y la Maestranza parec¨ªa que se iba a venir abajo. A continuaci¨®n, el presidente del tribunal sac¨® los dos pa?uelos a un tiempo y la plaza entera ascendi¨® a los cielos de la gloria taurina.
?Qu¨¦ dijo que tanta conmoci¨®n caus¨®? Pues pasen y vean.
Vaya por delante que no era una lecci¨®n f¨¢cil porque el toro cuarto de la tarde -el primero hab¨ªa sido un soso sin clase- fue un manso de libro en el caballo que hu¨ªa del castigo. Y esa condici¨®n mostr¨® al primer pase por alto. Pero el maestro apel¨® a su magisterio, le ense?¨® la muleta, se la acerc¨®, le habl¨® al o¨ªdo, se coloc¨® en el sitio justo y pareci¨® decirle: "por aqu¨ª". Y el toro acept¨® el reto, se olvid¨® de su sangre dulce y embisti¨® con fiereza y codicia. Y toro y torero se enfrascaron en una lecci¨®n emocionant¨ªsima de toreo verdadero, portentoso, espectacular, sublime y solemne. Con la mano diestra mand¨® larga la embestida en un par de tandas dominadas por la quietud y la ligaz¨®n. Arrastr¨® la muleta en los naturales, emotivos, perfectos de colocaci¨®n, cite y remate. Y volvi¨® a la derecha para ahondar m¨¢s sus argumentos de pases eternos, templad¨ªsimos, lent¨ªsimos, en una apasionada integridad de la lidia. Volvi¨® a la zurda, y la plaza, extasiada, los tendidos en pie, rug¨ªan felicidad ante el momento esplendoroso del torero. Y se prepar¨® para el acto final, y cobr¨® una estocada en todo lo alto. Y se acab¨®. La Maestranza se volvi¨® loca, se torn¨® blanca y una alegr¨ªa desbordante se apoder¨® de todos.
TORREALTA / EL JULI, MANZANARES, LUQUE
Toros de Torrealta, correctos de presentaci¨®n, blandos, mansos y sosos.
El Juli: casi entera atravesada (ovaci¨®n); estocada (dos orejas).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: media estocada (oreja); estocada (oreja).
Daniel Luque: estocada y un descabello (silencio); casi entera y descabello (silencio). Plaza de La Maestranza. Martes, 20 de abril. Decimotercera corrida de abono. Lleno.
Los tendidos, en pie, rug¨ªan felicidad ante el esplendor de El Juli
Y ?por qu¨¦? Porque se hab¨ªa hecho presente el toreo aut¨¦ntico en toda su dimensi¨®n. Y as¨ª de grande es esto, que hasta la gente m¨¢s cuerda se vuelve chaveta, se da un abrazo sin conocerte de nada y te invita esta noche, sin falta, a su caseta porque ha sido feliz, porque ha sentido en sus venas el fuerte veneno de la emoci¨®n que se desprende del encuentro entre un toro encastado y un torero heroico y artista. As¨ª es, nada m¨¢s y nada menos, el toreo.
Pero la sesi¨®n no hab¨ªa terminado. Otro torero esperaba motivado en su burladero. Manzanares lo llaman, y sali¨® ante el quinto, un manso muy deslucido, con ganas de comerse el mundo. Se dej¨® mirar y requetemirar la taleguilla, aguant¨® parones que parec¨ªan inaguantables y le rob¨® muletazos muy estimables a un toro que, en apariencia, no ten¨ªa un pase. Y arranc¨® una meritoria oreja por decisi¨®n y valent¨ªa. Momentos antes, su banderillero Luis Bl¨¢zquez recibi¨® un golpe en la cara cuando intentaba apuntillar al toro. M¨¢s grande, si cabe, fue su labor en el segundo, al que entendi¨® a mitad de faena, enfadado, quiz¨¢, por la falta de codicia de su oponente, y lo mulete¨® con intensidad en tres hermosas tandas de derechazos magn¨ªficamente interpretados.
Y quedaba el joven Luque, barbilampi?o todav¨ªa y novato, que hizo lo que mejor pudo: intentarlo con toda su alma. Pero su primero era un marmolillo y el sexto, un soso desva¨ªdo. (Esta noche, sin falta, a la caseta del vecino...)
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