La nube negra
Las madres son sabias, eso lo saben hasta los padres. Ahora se est¨¢ cumpliendo lo que dec¨ªa la madre riojana de Rafael Azcona cuando hab¨ªa demasiada fiesta alrededor:
-?Ya lo pagaremos!
Lo estamos pagando. Hab¨ªa demasiada fiesta. Un personaje de Jos¨¦ Emilio Pacheco, en El viento distante, dice al final de su delirio:
-Ya ver¨¢n, ya ver¨¢n el a?o que entra.
Hasta ahora las nubes iban m¨¢s o menos. Pero vino el volc¨¢n impronunciable (?y por qu¨¦ impronunciable? Los islandeses lo pronuncian muy bien; aqu¨ª a la ignorancia la llamamos dificultad), pero vino el volc¨¢n que pronuncian tan bien los islandeses y el mundo se par¨® de pronto. Manuel Rivas, el poeta gallego, colega de Pacheco, por tanto, ha dicho que subestim¨¢bamos la capacidad de discurso de los volcanes. Y ah¨ª est¨¢n, dormidos, pero dispuestos a escupirle al mundo la profec¨ªa de la madre de Azcona. Y del personaje de Pacheco. Ya ver¨¢n, ya ver¨¢n el a?o que viene.
Aqu¨ª se ha juntado todo, en la nube negra. Ahora est¨¢ Jos¨¦ Emilio Pacheco en Espa?a, trayendo su poes¨ªa, que es como la barra de oro que conservan en Par¨ªs; pocos poetas hay en el mundo con tanta hondura, tanto humor y tanta eficacia metaf¨®rica. Viene de un pa¨ªs que conoce la nube negra como si fuera parte de su esencia; vive M¨¦xico en la nube, entras a la ciudad y esa nube te recibe como si fuera parte de su ciudadan¨ªa. Hay un hueco grande en la melancol¨ªa de M¨¦xico, y ese hueco lo llena la nube negra.
Para que las cosas se compensen y la vida sea de veras de ida y vuelta, cuando ha venido Pacheco se ha ido Sabina, Joaqu¨ªn Sabina, que est¨¢ en M¨¦xico cantando precisamente Nube negra. Esa canci¨®n, que le escribi¨® una noche de desesperaci¨®n rute?a el tambi¨¦n poeta Luis Garc¨ªa Montero, nace asimismo de la met¨¢fora que encierran las advertencias de la madre de Azcona y del personaje de Jos¨¦ Emilio Pacheco: ya las pagaremos, quiz¨¢ el a?o que viene.
Nube negra es m¨¢s que una met¨¢fora porque nace de la realidad; en primer lugar, de aquella realidad de Sabina: "Cuando busco el verano en un sue?o vac¨ªo, / cuando te quema el fr¨ªo si me coges la mano, / cuando la luz cansada tiene sombras de ayer, / cuando el amanecer es otra noche helada".
Claro, estas son cosas de los poetas, pero los volcanes son instrumentos concretos de los que la naturaleza dispone para advertir contra el exceso de viaje, por ejemplo. Est¨¢ el mundo dando vueltas como en Rayuela, la novela de Julio Cort¨¢zar, o como en La autopista del sur, del mismo autor melanc¨®lico argentino, y de pronto un incidente que en los siglos oscuros no hubiera significado otra cosa que una coma en el cielo paraliza el universo, pone patas arriba las agendas de los ejecutivos y de los ministros y hasta del Papa, y hace burla de la solemnidad de los grandes capitalistas, cuyos avioncitos de lujo se quedan en el fondo de sus hangares como juguetes rotos.
Ya las pagaremos, dicen los viejos, y las estamos pagando. Cantaba Sabina: "Al otro lado de los apagones, / al otro lado de la luna en quiebra, / all¨¢ donde se escriben las canciones / con humo blanco de la nube negra". Pues ah¨ª estamos, en la nube negra, pag¨¢ndolo.
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