Un fraile, pionero del contrabando en el siglo XVII
Una investigaci¨®n hist¨®rica revela la red que teji¨® el prior Balboa en Arousa
El tabaco en el siglo XVII, a pesar de ser un reci¨¦n llegado a la vieja Europa, era ya sin¨®nimo de distinci¨®n, propio de las clases nobles y gravado con impuestos muy altos. Y donde hay dinero, hay negocio. O as¨ª lo entendi¨® el prior benedictino de Vilanova de Arousa, Gregorio Balboa, quien, siglos antes de que la r¨ªa fuese conocida como el puerto de entrada de droga para toda Europa, se dedic¨® a descargar, de noche y en esas mismas playas, fardos de tabaco.
La historia la recoge en el libro El tabaco y el incienso. Un episodio compostelano del siglo XVII, editado por el Consorcio de Santiago y obra del historiador Baudilio Barreiro, quien se tropez¨® con el fraile contrabandista "por casualidad" entre unos papeles del Archivo Nacional. En el legajo se contaba c¨®mo un prior benedictino hab¨ªa sido procesado por contrabando y culpado por no declarar sus beneficios y, en consecuencia, no cumplir con su voto de pobreza por su propia orden. El fraile era Gregorio Balboa, que se encargaba de gestionar, cobrar y vender las rentas de ma¨ªz, centeno, trigo y vino en Vilanova de Arousa para el monasterio compostelano de San Marti?o Pinario y, de paso, aprovechaba sus contactos para tejer una red de contrabando.
El religioso abri¨® nuevos mercados en Asturias, Pa¨ªs Vasco y Cantabria
La saturaci¨®n del mercado en la zona de Arousa hizo al fraile abrir sus horizontes comerciales y fletar un barco para vender, sobre todo vino, en Asturias, Cantabria y Pa¨ªs Vasco, donde se vend¨ªa m¨¢s caro. En Asturias, Balboa ten¨ªa adem¨¢s contactos, ya que hab¨ªa estado destinado all¨ª unos a?os antes. Al mando de un Incl¨¢n, un apellido muy abundante en la zona, el barco navegaba con tripulaci¨®n asturiana, con la que viajaba tambi¨¦n Domingo Gonz¨¢lez, un hombre de confianza del prior. De alguna manera, se manten¨ªan en contacto durante el viaje y se coordinaban para, por las noches, descargar hasta 100 fardos de tabaco que camuflaban en el resto del cargamento en playas desiertas.
La clientela de Balboa era la peque?a nobleza e incluso cl¨¦rigos amigos, pero "hab¨ªa un rumor en toda la r¨ªa" de que iba a llegar ese tabaco. Lo sab¨ªa tambi¨¦n la guardia fiscal -que se encargaba de vigilar el cobro de los impuestos- y sus hombres lograron localizar el desembarco. All¨ª estaba un grupo de hombres dirigido por un cura de la zona al que el criado del prior daba la orden de ir a recoger el tabaco. En la redada cayeron los marineros, que acabaron en la c¨¢rcel de Rianxo, pero no el prior. Balboa, que ten¨ªa los privilegios de un eclesi¨¢stico, no fue reclamado por la justicia civil, pero s¨ª por la eclesi¨¢stica.
En Santiago estaba de abad Juan de Landa, un navarro que representaba la l¨ªnea m¨¢s dura de los benedictinos y que defend¨ªa una vuelta a una "vida auster¨ªsima", lo que chocaba de frente con la postura "m¨¢s aseglarada" de Balboa. Adem¨¢s de sus posiciones ideol¨®gicas, estaba de fondo otro asunto: el pleito que el prior de Vilanova hab¨ªa ganado ya al duro Landa en un destino anterior. Adem¨¢s, ten¨ªa a su favor al abad general de Madrid, que segu¨ªa la l¨ªnea austera de Landa. La poca simpat¨ªa entre ambos y la sospecha de que Balboa no declaraba sus ingresos desembocaron en un juicio, ya en 1694, dos a?os despu¨¦s de que fuesen apresados los marineros. "El problema no era que Balboa tuviese dinero, que por su condici¨®n de prior ten¨ªa que manejar el dinero de la venta de las rentas, sino que no lo declarara", explica Baudilio Barreiro. Eso era incompatible con su voto de pobreza.
Cuando Juan de Landa orden¨® revisar la celda del prior, Balboa no dud¨® en lanzar el dinero y a su propio criado por la ventana del monasterio compostelano de San Marti?o Pinario. La sentencia del juicio lo declar¨® culpable y Balboa tuvo que cambiar de celda: de su habitaci¨®n a la c¨¢rcel que hab¨ªa dentro del propio monasterio. "Un a?o entero de c¨¢rcel cerrada, sin salir de ella, a excepci¨®n de los viernes, d¨ªas en los que deb¨ªa acudir al cap¨ªtulo para recibir un juicio en carnes y bajar al refectorio a comer pan y agua y a besar los pies al santo convento".
Balboa recurri¨® en varias ocasiones la sentencia ante el tribunal de la Nunciatura. S¨®lo la grave enfermedad que le hab¨ªan descubierto en 1693 le consigui¨® un permiso para salir de la c¨¢rcel, con la compa?¨ªa de otro religioso, para ir a tomar los ba?os a Mel¨®n (Ourense). No tard¨® en modificar el destino de su viaje e irse a Mar¨ªn. Desde all¨ª, ante la posibilidad de que fuese sorprendido por monjes y criados, organiz¨® su viaje a Madrid. Enfermo, de inc¨®gnito y fugitivo, se subi¨® a lomos de un caballo. A¨²n tuvo tiempo de escuchar la sentencia de la Nunciatura que lo absolvi¨® del "delito de comerciante" pero no del quebrantamiento del voto de pobreza. Quince d¨ªas despu¨¦s, mor¨ªa en Madrid.
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