Cabellos velados, miradas veladas
El de la chica del 'hiyab' de Pozuelo es otro caso de tremendismo al abordar los asuntos isl¨¢micos. Entretanto, Espa?a tiene pendiente una tarea crucial: la completa separaci¨®n del Estado y la Iglesia cat¨®lica
El pasado 7 de abril, los ministros de Interior y Justicia presentaron una encuesta de Metroscopia sobre el estado de ¨¢nimo de los inmigrantes musulmanes en Espa?a. El resultado no pod¨ªa ser m¨¢s positivo. El 89% de los encuestados declaraba que es posible ser a la vez buen musulm¨¢n y buen espa?ol; el 87% que el islam es compatible con la democracia y los derechos humanos, y el 83% que el Estado debe ser neutral en el terreno religioso. Una gran mayor¨ªa se felicitaba porque en Espa?a haya m¨¢s libertad y tolerancia y menos discriminaci¨®n de la mujer que en sus pa¨ªses de origen. La conclusi¨®n era que los inmigrantes musulmanes se est¨¢n integrando a buen ritmo en los derechos y deberes de nuestra democracia.
El aula p¨²blica debe ser as¨¦ptica religiosamente. Otra cosa es la cruz, la 'kip¨¢' o el 'hiyab' individual
Puestos a prohibir el velo isl¨¢mico, ?por qu¨¦ no hablamos de las tocas de las monjas cat¨®licas?
?Recuerdan haber le¨ªdo esa informaci¨®n? Probablemente no, apenas ocup¨® espacio en los peri¨®dicos.
En febrero, con un acto en la Casa de la Panader¨ªa y una feria en Lavapi¨¦s, se celebraron en Madrid unas jornadas de divulgaci¨®n de las actividades de las comunidades musulmanas espa?olas. Pol¨ªticos del PSOE y del PP, representantes de la sociedad civil y portavoces musulmanes coincidieron en hablar de un islam instalado en Espa?a para quedarse, un islam respetuoso del marco laico y democr¨¢tico.
?Les suena? Lo m¨¢s seguro es que no. En estas p¨¢ginas de Opini¨®n, el te¨®logo cat¨®lico Juan Jos¨¦ Tamayo glos¨® esas jornadas el 12 de marzo, pero poco m¨¢s.
Y sin embargo, los medios llevan d¨ªas destacando la noticia de la expulsi¨®n de un instituto p¨²blico de Pozuelo de una alumna musulmana que pretend¨ªa acudir a clase con el cabello cubierto por un pa?uelo. Las tertulias le han dado ya cien vueltas al caso y la mayor¨ªa de los comentarios se han inclinado por condenar la actitud de la chica y satanizar el hiyab.
Como en el resto de Occidente, el rechazo a esa prenda amalgama en Espa?a una amplia coalici¨®n de ideas y sentimientos. Las feministas la consideran un funesto signo de discriminaci¨®n de la mujer; los laicistas, una intolerable manifestaci¨®n de religiosidad; los ultraderechistas, otra muestra de que Espa?a est¨¢ siendo reconquistada por los sarracenos; los xen¨®fobos, la prueba de que los inmigrantes se niegan a adoptar las costumbres carpetovet¨®nicas. Aqu¨ª como en otras partes, el resultado de tal amalgama es la islamofobia, convertida en el sucesor de lo que durante siglos fue el antisemitismo: el catalizador del rechazo al que es diferente y la expresi¨®n de toda suerte de miedos y angustias.
Conviene tambi¨¦n desvelar las miradas. As¨ª que vayamos por partes:
1. Un argumento muy escuchado estos d¨ªas reza as¨ª: si los progresistas proponen eliminar los crucifijos de las aulas de las escuelas e institutos p¨²blicos, ?c¨®mo podr¨ªan tolerar que en ellas hubiera alumnas con hiyab? La comparaci¨®n es grosera: el aula en s¨ª es un espacio p¨²blico, pagado con el dinero de todos los contribuyentes, gestionado por representantes del Estado y en el que trabajan profesores y alumnos de creencias muy diferentes. Y se supone que nuestro Estado no es confesional. No deber¨ªa, pues, haber s¨ªmbolos de religi¨®n alguna en ninguno de sus ¨¢mbitos.
En cuanto a llevar un hiyab, un crucifijo o una kip¨¢ jud¨ªa, esto pertenece a la esfera individual. Es la expresi¨®n estrictamente personal de una pertenencia religiosa (un pariente de cosas como llevar la camiseta de tal o cual equipo de f¨²tbol o la ropa de tal o cual moda o tribu urbana).
En Estados Unidos el aula es completamente as¨¦ptica, pero los alumnos son libres de llevar los s¨ªmbolos de identidad -religiosos o de otro tipo- que deseen. En Francia, por el contrario, los alumnos no est¨¢n autorizados a llevar muestras de identidad, deben ser tan as¨¦pticos como las aulas. Uno y otro pa¨ªs representan tanto modelos diferentes de laicismo, de separaci¨®n de religi¨®n y Estado, como de integraci¨®n de la diversidad cultural.
As¨ª que, para empezar, dejemos s¨®lidamente asentado el principio de neutralidad del ¨¢mbito p¨²blico en un Estado democr¨¢tico y discutamos a continuaci¨®n los l¨ªmites, si los hay, de la libertad individual de expresi¨®n de una identidad religiosa.
2. El velo es una manifestaci¨®n de discriminaci¨®n y opresi¨®n de la mujer, se dice mayoritariamente. No voy a discutir que los monote¨ªsmos -juda¨ªsmo, cristianismo e islam- tienen un fuerte componente original mis¨®gino. El dios de Abraham es duro con las mujeres. Interpretado de modo tradicional y/o fundamentalista, les impone un papel secundario: el de esposa fiel, madre y ama de casa abnegada y creyente modesta y piadosa. A¨²n hoy, el catolicismo de las ep¨ªstolas de San Pablo, oportunamente recordadas por el filme ?gora, impide a las mujeres ser sacerdotes.
Pero, bueno, si el hiyab (al que se confunde con esas aut¨¦nticas c¨¢rceles que son el burka y el niqab) es una intolerable muestra de segregaci¨®n de la mujer, ?por qu¨¦ no aplicamos ese mismo razonamiento a las monjas cat¨®licas? Ellas tambi¨¦n cubren sus cabellos con tocas. Incluso en lugares p¨²blicos pagados por todos los contribuyentes como las aulas o los hospitales.
3. Tambi¨¦n se escucha este argumento zafio: puesto que a las espa?olas se les obliga a cubrirse el cabello en los pa¨ªses musulmanes, nosotros debemos hacer lo contrario en nuestra patria. Am¨¦n de que responder a una barbaridad con otra no parece propio de gentes civilizadas, los que esto dicen ni tan siquiera se han bajado al moro m¨¢s cercano: Marruecos. All¨ª nadie obliga a las espa?olas a cubrirse.
Y es que ni siquiera est¨¢ claro que el islam establezca la obligatoriedad del hiyab. A favor de la misma pueden citarse varias aleyas del Cor¨¢n, pero muchos pensadores musulmanes creen que lo que de ellas se desprende es m¨¢s bien una recomendaci¨®n. Como del Antiguo y el Nuevo Testamento, de El Cor¨¢n puede efectuarse una lectura literal o una lectura racional.
Hay pa¨ªses musulmanes que imponen a las mujeres distintas variedades del velo, tal es el caso de Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n. Pero hay otros en que esto no ocurre: Marruecos, Argelia, T¨²nez, Egipto, Jordania, Siria... En Marruecos el hiyab no es obligatorio desde que Mohamed V, el abuelo del actual monarca, as¨ª lo decidi¨® en su condici¨®n de Amir al Muminin o Pr¨ªncipe de los Creyentes. No lo llevan ni la esposa del rey ni las princesas. Lo mismo en Jordania. ?No han visto ustedes a Rania con el cabello descubierto en la portada de ?Hola!?
4. Se argumenta que la prohibici¨®n del hiyab en el instituto de Pozuelo es fruto de un reglamento interno. Dicho as¨ª, suena indiscutible. Pero supongo que no estamos aceptando a priori que pueda haber reglamentos contrarios a la Constituci¨®n y las leyes espa?olas sobre educaci¨®n y libertad religiosa y a la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos. No s¨¦ si es el caso de Pozuelo, lo apunto s¨®lo para se?alar el terreno de la discusi¨®n. Lo que lleva a pensar que s¨ª que hay un principio superior a cualquier reglamento interno: el derecho -y la obligaci¨®n- de todo ni?o y adolescente espa?ol, o residente en Espa?a, a recibir educaci¨®n, a ser escolarizado. M¨¢xime si se trata de un centro p¨²blico, esto es, pagado con el dinero de los contribuyentes. Es lo que sobre este caso ha dicho el siempre razonable ministro Gabilondo.
5. El libre arbitrio, la autonom¨ªa personal, es la base de la civilizaci¨®n democr¨¢tica occidental. Su ¨²nico l¨ªmite es ese momento en que empieza a da?ar a los dem¨¢s. Y resulta dif¨ªcil ver en qu¨¦ puede da?ar a otros alumnos el que una chica lleve tal o cual prenda, sea el hiyab o un look a lo Lady Gaga. Ah, dicen muchos, es que la chica de Pozuelo, de 16 a?os, se ve forzada a llevar el hiyab por su padre. Pues, bien, pregunt¨¦moslo. S¨®lo los que no tienen hijos de esas edades pueden pensar que en un pa¨ªs como la Espa?a actual los padres pueden imponerles algo. Pero, en fin, nunca se sabe. En todo caso, cabe recordar que la carga de la prueba recae siempre en el acusador.
Podemos, pues, optar por el modelo estadounidense o por el franc¨¦s. Pero en uno y otro caso, no deber¨ªa haber crucifijos en las escuelas y, permitidos o prohibidos, el crucifijo y la kip¨¢ deber¨ªan acompa?ar el hiyab. Y si el problema de esta ¨²ltima prensa es su condici¨®n de humillante para la mujer, entonces seamos coherentes y empecemos prohibiendo que las monjas cat¨®licas se cubran la cabeza en ¨¢mbitos p¨²blicos.
En cuanto a los musulmanes, se trata de que terminen siendo ciudadanos espa?oles. Eso s¨ª, de la Espa?a democr¨¢tica, la que dice no tener una religi¨®n oficial, la que dice garantizar las libertades y derechos de todos. No de la Espa?a nacionalcat¨®lica.
Una ¨²ltima reflexi¨®n: ?por qu¨¦ importamos de Francia pol¨¦micas como ¨¦sta, como si en Espa?a no tuvi¨¦ramos ya suficientes problemas? ?Por qu¨¦, puestos a importar debates for¨¢neos, no lo hacemos, por ejemplo, sobre la ecotasa?
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