El voto unitario catal¨¢n
No s¨¦ si estamos asistiendo a la cosecha tard¨ªa de la segunda transici¨®n proclamada en su d¨ªa por Aznar, pero es indudable que asistimos a un intento de contrarreforma del proceso democr¨¢tico espa?ol, con la aquiescencia del PP y la asombrosa pasividad del presidente Zapatero.
El proceso a Garz¨®n abierto por el Tribunal Supremo marca una peligrosa relectura de la transici¨®n. Lo que se pact¨® entonces fue la amnist¨ªa, no la amnesia. Se pon¨ªa el reloj judicial a cero, para poder negociar la construcci¨®n de la democracia sobre el principio de reconciliaci¨®n nacional. Pero en ning¨²n lugar estaba escrito que ello equivaliera al blanqueo general del r¨¦gimen anterior. Al contrario: la capacidad de elaborar el duelo sobre el pasado ser¨ªa la prueba de que la democracia espa?ola est¨¢ ya madura. Si esto todav¨ªa no es posible, si Espa?a sigue siendo incapaz de afrontar la cuesti¨®n del franquismo como constata con estupor la prensa extranjera, es o bien porque la democracia todav¨ªa no ha alcanzado su velocidad de crucero o bien porque hay un proceso de contrarreforma puesto en marcha. Si el proceso a Garz¨®n suscita tanta controversia es precisamente porque se extiende la sensaci¨®n de que la democracia espa?ola va con el freno puesto.
El Constitucional ha aceptado el envite de confrontar su legitimidad con la de la soberan¨ªa popular catalana
Igualmente, la desdichada historia del Estatuto catal¨¢n y el Tribunal Constitucional revela un bloqueo del proceso auton¨®mico. Y sorprende el pasotismo de Zapatero. El Estatuto que est¨¢ en cuesti¨®n es del presidente m¨¢s que de nadie. El Estatuto de los parlamentarios catalanes era el que sali¨® del Parlament. Y fue Zapatero el que le pas¨® el cepillo, asociado con la innegable vocaci¨®n pactista de los catalanes. Ser¨ªa l¨®gico esperar que ¨¦l fuera su principal defensor. Sin embargo, ahora est¨¢ desaparecido. El hecho es que, con el concurso inestimable del PP como cooperador necesario, el Tribunal Constitucional ha aceptado el envite de confrontar su legitimidad con la de la soberan¨ªa popular catalana. Rechazado un proyecto de sentencia malo, ya s¨®lo puede haber una sentencia peor. Estamos as¨ª ante un proceso revisionista que se realiza con la impunidad que da una creencia, desgraciadamente fundada: que no pasar¨¢ nada, que los catalanes cuando se sienten agredidos tienen una reacci¨®n inicial fuerte, pero que escampa muy deprisa.
Ante esta realidad, creo que m¨¢s que nunca es necesario hacer una advertencia clara a quienes gobiernan hoy en Madrid y a quienes pueden gobernar en el futuro. Y esto s¨®lo puede conseguirse con algo que realmente pueda hacer da?o a las aspiraciones de poder de cada cual. ?C¨®mo? Pues sencillamente con un pacto de solidaridad de los partidos catalanes (el PP catal¨¢n se excluye ¨¦l mismo al apoyar el recurso de anticonstitucionalidad) para votar conjuntamente en el Parlamento espa?ol en aquellos temas que conciernen a las cuestiones b¨¢sicas de Catalu?a y de sus instituciones. Puesto que son disputas por el reparto de poder, hay que acudir a ellas con toda la fuerza de la que se dispone en cada n¨²cleo de poder. Y en el Parlamento espa?ol, la fuerza es la suma de esca?os que vienen de Catalu?a. Que el PSOE sepa que el apoyo del PSC y de CiU no es gratis, y que el PP sepa que el de CiU tampoco. El PSOE nunca ha cre¨ªdo que el PSC pueda votar en contra de ¨¦l. La ¨²nica forma de que se lo crea es que el PSC ejerza su arma.
Siempre he sido partidario de que los sistemas pol¨ªticos se estructuren conforme a la normal confrontaci¨®n entre derechas e izquierdas, con gobiernos y oposiciones fuertes. Y creo que Esquerra hizo una aportaci¨®n positiva al validar esta opci¨®n con su apuesta por el tripartito. Otra cosa es que despu¨¦s la izquierda lo haya hecho mejor o peor. S¨®lo excepcionalmente me parece justificable una gran coalici¨®n entre los dos principales partidos. Es una opci¨®n que gusta mucho al poder econ¨®mico, probablemente porque piensa que en este marco podr¨ªa influir m¨¢s que nunca. Pero no creo que se d¨¦ la situaci¨®n excepcional que lo justificar¨ªa. S¨ª creo, sin embargo, que es ineludible, m¨¢s all¨¢ de la normal confrontaci¨®n democr¨¢tica interna, establecer una base unitaria en las instituciones espa?olas. Y eso empieza por una coordinaci¨®n parlamentaria en Madrid que asegure el voto conjunto de los diputados catalanes en las cuestiones b¨¢sicas para Catalu?a. Los que piensan que "cuanto peor, mejor" dir¨¢n que es un ejercicio de pragmatismo que no har¨¢ m¨¢s que retardar la confrontaci¨®n principal. Pero la querencia de los catalanes ha sido siempre avanzar con estropicios limitados y este, por peque?o que parezca, ser¨ªa un gran paso: los dos grandes partidos espa?oles se lo pensar¨ªan dos veces antes de repetir humillaciones como la del Estatuto.
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