Comando F., ?d¨ªgame?
Casi el 65% de las mujeres que se quedan embarazadas, son despedidas en el sector privado, en los meses siguientes de hacer p¨²blica su situaci¨®n. El salario de las mujeres es -en t¨¦rminos generales- un 30% inferior a sus cong¨¦neres masculinos. Pr¨¢cticamente ninguna mujer se libra en sus entrevistas laborales de preguntas personales referidas a su estado civil o sus planes personales. Los puestos directivos de las empresas y -no digamos ya de sus consejos de administraci¨®n- se escriben en masculino, incluidas las estructuras de direcci¨®n de medios de comunicaci¨®n a los que se les llena la boca con la palabra igualdad.
La discriminaci¨®n directa es rotundamente ilegal pero esto no ha acabado con el viejo vicio de la desigualdad sino que ha desplazado su pr¨¢ctica a normas no escritas, a costumbres, a falta de promoci¨®n, a invisibilidad de las mujeres en el mundo laboral. Una gran parte de las mujeres profesionales que conozco deber¨ªan estar -si s¨®lo el m¨¦rito y la capacidad contara- en el lugar de sus jefes pero se han topado, a mitad de su recorrido, con un obst¨¢culo invisible, que las ha detenido. Lo llaman techo de cristal, pero no cubre sino que encubre y no es de cristal sino de la materia oscura del viejo machismo.
Si algo tuvo de novedoso la ley de Igualdad fue establecer que la discriminaci¨®n no consiste s¨®lo en leyes o disposiciones que tratan de forma diferente a hombres y mujeres, sino tambi¨¦n en pr¨¢cticas aparentemente neutras, no escritas, en los procesos de selecci¨®n, de promoci¨®n y de retribuci¨®n que finalmente perjudican al g¨¦nero femenino. La ley, adem¨¢s, establec¨ªa unidades de igualdad en las administraciones p¨²blicas y la obligaci¨®n para las empresas de m¨¢s de 250 trabajadores de disponer de planes de igualdad efectivos.
Con bastante retraso, se ha anunciado la puesta en marcha de algunas de estas medidas y la reacci¨®n ha sido inmediata. El lenguaje con el que algunos medios han recogido la noticia es muy significativo. "A¨ªdo quiere imponer comisarios pol¨ªticos a las empresas privadas para vigilar la paridad. Este campo est¨¢ controlado por grupos feministas radicales". No s¨¦ a ustedes, pero a m¨ª esta mezcla de lenguaje guerracivilista y de informaci¨®n antiterrorista me pondr¨ªa los vellos de punta si antes no me hubiera dado un ataque de risa por el imaginario delirante de la derecha. Un cuerpo de aguerridas comisarias feministas, formadas en escuelas de ¨¦lite, que han jurado eterno odio al g¨¦nero masculino, responder¨ªan de forma inmediata a las llamadas de emergencia para acudir a cualquier lugar donde se produjera un caso de discriminaci¨®n.
Confieso que la imagen es un tanto tentadora y que tendr¨ªan un trabajo ingente que realizar porque cada minuto alguna mujer es despedida, postergada o no admitida en el mercado laboral por la mano oculta de la discriminaci¨®n indirecta. Sin embargo, no creo en los comandos especiales sino en un Estado que deber¨ªa asumir como parte esencial de su trabajo la abolici¨®n de cualquier discriminaci¨®n. Por eso lejos de reprochar a la Administraci¨®n el prestarle excesiva atenci¨®n a la igualdad, mi queja es la contraria: por qu¨¦ ¨¦sta no forma parte de su actuaci¨®n habitual. ?Cu¨¢l es la raz¨®n para que la inspecci¨®n laboral no tenga protocolos concretos para el seguimiento de la discriminaci¨®n laboral? ?Por qu¨¦ no hay actuaciones abiertas para impedir que las mujeres ganen un 30% menos? ?C¨®mo es que no se revisan las ofertas y m¨¦todos de selecci¨®n de empleo para evitar los sangrantes casos de discriminaci¨®n? ?Por qu¨¦ apenas se persiguen los despidos de mujeres embarazadas? No son cuerpos de ¨¦lite ni aguerridas comisarias lo que necesitamos sino una Administraci¨®n que persiga la desigualdad como una vulneraci¨®n grave de los derechos laborales y sociales. Hasta ahora, un delito con v¨ªctimas pero sin culpables.
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