Podemos y debemos
Estamos en democracia. Y, en consecuencia, debemos admitir como ciertos los siguientes hechos: 1. Las Cortes Espa?olas aprobaron una ley de amnist¨ªa para: "Todos los actos de intencionalidad pol¨ªtica, cualquiera que fuere su resultado, tipificados como delitos y faltas realizados con anterioridad al 15 de diciembre de 1976". 2. Tal amnist¨ªa fue expresi¨®n de todos los espa?oles, quienes, a trav¨¦s de sus representantes, la sellaron como ley. 3. No es seguro que dicha ley quede anulada por otras leyes internacionales superiores. 4. El juez Garz¨®n intenta hacer justicia a las v¨ªctimas vencidas de la guerra sin ir contra esa ley, en el sentido de no reclamar procesos ni juicios contra nadie, sino simplemente conseguir que la sociedad espa?ola haga con todos lo que hizo con una sola parte: reconocer a las v¨ªctimas y darles honrada y familiar sepultura. 5. El tribunal Supremo tiene competencia para intervenir con toda legitimidad y valorar si dicho juez traspas¨® los l¨ªmites de su poder y puede decidir, aun equivoc¨¢ndose, pero cumple correctamente con su funci¨®n. 6. Los ciudadanos pueden con argumentos y razones discrepar de dicha decisi¨®n pero no por ello pueden dejar de acatarla.
Dado como supuesto este cuadro legal democr¨¢tico, pienso que unos y otros, en este momento, debemos reconocer un hecho de capital importancia: lo pasado est¨¢ bien hecho y acaso pudo darse por cerrado ese ciclo hist¨®rico, sin abrir el debate de la memoria hist¨®rica, que acab¨® en ley. Hubiera sido una opci¨®n. Pero -y esto es lo nuevo- las leyes no son absolutas ni nos atan y pueden interpelar a la sociedad por nuevas circunstancias. El hecho mayor es que estamos ahora en disposici¨®n de afrontar juntos, mirando al futuro, sin odios in¨²tiles, esa locura colectiva, con v¨ªctimas vencedoras y v¨ªctimas vencidas, y entender que todas las v¨ªctimas tienen el derecho en familiares y amigos, y en la misma sociedad a ser reconocidas y tratadas en digna sepultura.
Este debiera ser el sentir de un gran gesto colectivo, magn¨¢nimo, impregnado de pesar mutuo y de compromiso por no reincidir en las causas que nos llevaron a tan desgraciado enfrentamiento. La sanaci¨®n de nuestras heridas y afianzamiento de nuestra democracia debiera cogernos a todos con la mirada, coraz¨®n y manos abiertas, para sentirnos reconocidos, perdonados, integrados y nunca m¨¢s excluidos. Esto puede que vaya m¨¢s all¨¢ de la legalidad establecida, pero hay que acogerlo como imperativo moral que surge del coraz¨®n y contribuye a fortificar el futuro de nuestra democracia. ?Podemos y debemos.
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