La nueva estrella de la pol¨ªtica
La nueva estrella de la pol¨ªtica brit¨¢nica sabe mirar a la c¨¢mara como nadie, atrapar la atenci¨®n de la audiencia en el mejor estilo a la americana y mostrarse m¨¢s cercano que cualquiera de sus rivales. La fotograf¨ªa de un joven Nick Clegg difundida estos d¨ªas no dista demasiado de la imagen del candidato en pleno debate, la misma mano en el bolsillo, un aspecto atractivo y refrescante, lo opuesto a la rigidez de los dos grandes partidos que han dominado durante d¨¦cadas la escena pol¨ªtica brit¨¢nica.
Intuitivo, abierto, dotado de una calidad humana que avalan sus amigos, Nick Clegg se ha convertido a lo largo de la campa?a tambi¨¦n en el estandarte de lo nuevo. Y como tal, en objeto de un escrutinio feroz. Si una audiencia embelesada le conced¨ªa el derecho a declararse internacionalista convencido, su condici¨®n de hijo de holandesa, de padre con ascendencia rusa, de marido de una abogada vallisoletana que ha bautizado a sus tres hijos con nombres espa?oles, abr¨ªa la veda a la prensa conservadora. Unos medios que cuestionan si ser¨¢ capaz de defender los intereses brit¨¢nicos en primer lugar. Tambi¨¦n se han cebado en el origen privilegiado del l¨ªder liberal-dem¨®crata, aunque lo comparta con David Cameron, al igual que la edad: ambos tienen 43 a?os. S¨ª difiere del dirigente conservador en su perspectiva abierta al mundo exterior como elemento enriquecedor, y eso redunda en un perfil completamente diferente.
El hijo de banquero que estudi¨® antropolog¨ªa social en Cambridge, "entonces muy influenciado por los pensadores marxistas", y defendi¨® en la Universidad de Minnesota su tesis sobre el impacto humano en el medio ambiente obtuvo su primer trabajo en Bruselas de la mano de un tory amigo de la familia, el ex ministro de Exteriores lord Carrington. Se puso a las ¨®rdenes del comisario conservador Leon Brittan, pero luego obtuvo el acta de europarlamentario con filiaci¨®n liberal-dem¨®crata. Dos a?os despu¨¦s de regresar a casa como diputado de Westminster (2005), se erig¨ªa en l¨ªder del partido adoptado.
Poco se habl¨® de Clegg hasta que su irrupci¨®n en la peque?a pantalla lograba transmitir a los brit¨¢nicos la idea de que es uno m¨¢s entre ellos (toda una proeza por tratarse de un eur¨®filo sofisticado que habla ingl¨¦s, holand¨¦s, alem¨¢n, franc¨¦s y espa?ol). Su personalidad tan magn¨¦tica es, no obstante, la que plantea la gran pregunta entre los votantes: ?ser¨¢ un encantador de serpientes, un poco a la manera de Tony Blair?
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