Clegg o lo de siempre
Cameron y Brown, conservadores y laboristas, representan el bipartidismo cl¨¢sico en Reino Unido. Pero el liberal-dem¨®crata Nick Clegg se ha hecho con la bandera del cambio y fuerza a los votantes a elegir entre seguir la tradici¨®n o atreverse con una coalici¨®n reformadora
El pr¨®ximo jueves, Gordon Brown necesita transformarse en John Major si quiere seguir viviendo en el n¨²mero 10 de Downing Street. S¨®lo un milagro como el que protagoniz¨® el entonces primer ministro conservador en 1992, cuando derrot¨® contra pron¨®stico al laborista Neil Kinnock, puede salvar la carrera pol¨ªtica del impopular Brown. El conservador David Cameron, en cambio, necesita que los votantes le traten como a Tony Blair en 1997. El impulsor del nuevo laborismo arrasaba en los sondeos desde 1995, pero sus expectativas cayeron en v¨ªsperas de las elecciones. A la hora de la verdad, las urnas le dieron una victoria aplastante.
El problema para Cameron, y tambi¨¦n para Brown, es que esta vez hay tres caballos en la carrera para llegar a Downing Street. Ese tercer caballo es el l¨ªder de los liberal-dem¨®cratas, Nick Clegg, que irrumpi¨® en la batalla electoral arrasando contra pron¨®stico en el primer debate televisado en directo de la historia de la democracia brit¨¢nica. Clegg le rob¨® ese d¨ªa a David Cameron la bandera del cambio y ha puesto a los brit¨¢nicos en una encrucijada: les est¨¢ forzando a elegir entre seguir la tradici¨®n -relevar o ratificar al Gobierno de turno- o atreverse a penetrar en territorio inexplorado y llevar al Reino Unido a un Gobierno de coalici¨®n con un mandato para poner patas arriba el sistema constitucional. Por primera vez en su historia, los brit¨¢nicos han de decidir en las urnas si quieren cambio o quieren revoluci¨®n.
Lo habitual es relevar o ratificar al Gobierno de turno. El problema para Cameron y Brown es la irrupci¨®n de Nick Clegg
Clegg ha resonado en un electorado cansado de 13 a?os de laborismo y que no ve atractivos a los conservadores
Prevalece la idea de que el sistema no funciona porque se pens¨® para dos partidos, no para tres
"Lo realmente llamativo de la campa?a ha sido la televisi¨®n", afirma un experto de la London School of Economics
Cameron anuncia un ajuste muy duro. Ninguno de los tres candidatos ha detallado sus planes fiscales
El lento, pero constante, ascenso de los conservadores en los sondeos, superando el brusco desplome de sus expectativas tras el primer debate televisado, hace pensar que un pueblo tan apegado a sus tradiciones como el brit¨¢nico se conformar¨¢ con el cambio. David Cameron domin¨® con cierta holgura el debate del jueves pasado. Mucho menos nervioso que en el primero, el l¨ªder tory cubri¨® su principal objetivo: demostrar a los brit¨¢nicos que tiene talla para ser primer ministro. Pero no consigui¨® ni tirar a la lona a Gordon Brown ni, quiz¨¢ mucho m¨¢s importante, pinchar el globo Clegg.
Cameron es ahora el gran favorito, pero est¨¢ por ver que al final consiga alcanzar la mayor¨ªa absoluta que necesita para asegurarse su mudanza al n¨²mero 10 de Downing Street.
"Lo realmente llamativo de la campa?a electoral ha sido el papel de la televisi¨®n", opina David Held, profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la London School of Economics (LSE). "Mucha gente cre¨ªa que las viejas tecnolog¨ªas, como la televisi¨®n, eran menos ¨²tiles que los nuevos medios en una campa?a pol¨ªtica. Muchos pol¨ªticos brit¨¢nicos se han querido inspirar en la campa?a de Obama como un ejemplo de c¨®mo usar los nuevos medios para complementar su campa?a. Pero al final las elecciones se han visto sacudidas por una tecnolog¨ªa convencional como la televisi¨®n. El debate entre los candidatos a primer ministro ha tenido un papel esencial en provocar una discusi¨®n muy intensa entre los l¨ªderes de los partidos en torno a los asuntos que m¨¢s preocupan. Y eso no tiene precedentes en la pol¨ªtica brit¨¢nica. Por eso ha provocado tanta atenci¨®n, por eso ha tenido un impacto tan asombroso".
El liberal-dem¨®crata Nick Clegg supo aprovechar esa gran oportunidad mejor que ninguno de sus rivales. En el primer debate, todo el mundo esperaba un c¨®modo triunfo del teleg¨¦nico Cameron frente al sombr¨ªo Brown. Los analistas daban por descontado que para Clegg el s¨®lo hecho de estar ah¨ª era un regalo, pero pronosticaban que acabar¨ªa quedando arrinconado, a la sombra de los dos pesos pesados de la pol¨ªtica brit¨¢nica. Igual que ocurre en los Comunes. Pero no fue as¨ª.
"Los debates han permitido al tercer partido entrar en el escenario, entrar en la competici¨®n como un igual. Y Nick Clegg aprovech¨® al m¨¢ximo esa oportunidad", explica Held. "Antes de que empezara la campa?a est¨¢bamos en territorio de la pol¨ªtica convencional bipartidista, la pol¨ªtica de pimp¨®n entre los dos grandes partidos. Y la pol¨ªtica de pimp¨®n es lo que el Parlamento incita a hacer porque la oposici¨®n y el Gobierno est¨¢n cara a cara en la C¨¢mara de los Comunes, y eso fomenta que los temas vayan de unos a otros. Pero al permitir un debate a tres bandas, por fin hemos tenido a Clegg y a los liberal-dem¨®cratas al mismo nivel que los otros l¨ªderes y diciendo cosas en realidad muy sencillas, pero mortalmente efectivas, como echarles en cara que vosotros form¨¢is parte del viejo equipo, sois parte del problema, y yo soy nuevo, estoy fresco y adem¨¢s soy bastante bien parecido y puedo transmitir un mensaje nuevo", a?ade.
"Eso ha resonado profundamente en un electorado que estaba bastante cansado despu¨¦s de 13 a?os de laborismo, que no considera a los conservadores una alternativa atractiva y, por tanto, est¨¢ buscando algo diferente, algo nuevo. Las tendencias del electorado en los ¨²ltimos a?os muestran que hab¨ªa cada vez m¨¢s volatilidad, pero tambi¨¦n la b¨²squeda de un tercer partido al que votar. Ese debate televisado cristaliza esas tendencias subyacentes y eso provoca una emergencia del tercer partido que creo que va a perdurar. Aunque, como dijo Hegel, el conocimiento viene de la historia, no de las predicciones", advierte el profesor de la LSE.
El ascenso de los liberales "se explica por un genuino deseo de algo nuevo, algo diferente, y tanto Gordon Brown como David Cameron les parece a los votantes que representan el viejo estilo de hacer pol¨ªtica", opina el doctor Chris Bickerton, profesor del departamento de pol¨ªticas de la Universidad de Oxford. "No dudo del genuino deseo de algo nuevo, pero creo que es sobre todo un voto de protesta porque si se miran con detalle los programas de los tres partidos, es bastante dif¨ªcil encontrar diferencias entre ellos. No creo que los liberal-dem¨®cratas puedan decir que representan ning¨²n tipo de alternativa coherente", sostiene.
Haya o no grandes diferencias de programa, lo que representan los liberal-dem¨®cratas es el deseo y la necesidad de reformar un sistema electoral que les penaliza de manera muy injusta. En 2005 consiguieron el 22,1% de los votos, pero s¨®lo el 9,6% de los esca?os. Los laboristas, con el 35,3% de los votos, acapararon el 55,2% de los esca?os. Los tories, entre ambos, cosecharon el 30,7% de los esca?os con el 32,3% de los votos.
"El sistema electoral brit¨¢nico es f¨¢cil de entender, es sencillo y en general produce gobiernos estables. No es proporcional, no es justo, pero produce resultados concluyentes", explica el profesor David Held. "Los brit¨¢nicos son pioneros en sistemas electorales. El sistema no es producto de un cambio revolucionario. Ha evolucionado de forma lenta, durante un largo periodo de tiempo durante el cual la monarqu¨ªa y la aristocracia fueron desplazadas por el voto popular en varias etapas hist¨®ricas a lo largo de los siglos XIX y XX. Y se opt¨® por un sistema sencillo que cambia el papel de la monarqu¨ªa y de la aristocracia con unos pocos elegidos a trav¨¦s de los partidos y las urnas. Debido a que el parlamento era uno de los m¨¢s antiguos, debido a que creci¨® a trav¨¦s de un proceso de cambio evolutivo, esas tradiciones son muy anteriores a los sistemas constitucionales y electorales modernos. Y a los brit¨¢nicos les gustan las tradiciones", contextualiza.
El doctor Ken Ritchie, director de la Sociedad para la Reforma Electoral, conf¨ªa en que se cumplan las expectativas al alza de los liberal-dem¨®cratas porque "son el ¨²nico partido que defiende la introducci¨®n de la proporcionalidad en el sistema electoral". "Defienden el sistema que se utiliza en Irlanda, el voto ¨²nico transferible, y cuanto mejor lo hagan los liberal-dem¨®cratas en estas elecciones, mejor para nosotros", a?ade.
En el pasado, el actual sistema electoral brit¨¢nico fue definido como "una dictadura electa" o una "dictadura democr¨¢tica": el Gobierno es elegido, pero un solo partido tiene todo el poder. Lo que hace el votante es decidir cu¨¢l de los dos grandes partidos quiere que gobierne. "S¨ª, es as¨ª", admite Bickerton, "y eso plantea cuestiones dif¨ªciles sobre la naturaleza de la representaci¨®n". "Es una manera muy imperfecta y aproximada de captar la voluntad popular. Bajo ciertas condiciones, si la gente se siente cada vez menos representada por sus diputados, menos comprometida con los partidos pol¨ªticos, aparece exactamente como eso, como un tipo de dictadura electa. Pero el problema de fondo en realidad no es que la representaci¨®n no funcione, es que la gente se siente alienada por el sistema pol¨ªtico", asegura.
"Hemos llegado al punto de que las cosas van a cambiar y que la idea de una dictadura democr¨¢tica ya no ser¨¢ posible", sostiene el reformista Ken Ritchie. "No s¨¦ si es una dictadura democr¨¢tica, pero creo que ser¨ªa positivo conseguir que ning¨²n partido sea capaz de dominar la C¨¢mara de los Comunes. En Escocia, el Partido Nacional Escoc¨¦s (SNP) s¨®lo tiene un esca?o m¨¢s que los laboristas y, sin embargo, ha conseguido formar un Gobierno minoritario. Nadie cre¨ªa que pudiera durar m¨¢s de unos pocos meses, pero lleva ya casi tres a?os en el poder y el sistema ha funcionado bastante bien. Y las decisiones se toman a trav¨¦s del debate. Eso introducir¨ªa un nuevo estilo de pol¨ªtica en Westminster. Pero eso s¨®lo puede ocurrir si los pol¨ªticos brit¨¢nicos aceptan que la pol¨ªtica ya no es s¨®lo cosa de dos partidos y que necesitamos un sistema electoral diferente", concluye.
"Los brit¨¢nicos s¨®lo tendr¨¢n un sistema proporcional si les fuerzan a ello", asegura David Held. Y la ¨²nica forma de forzarles es un parlamento colgado en el que los liberal-dem¨®cratas tengan un alto porcentaje de votos y un n¨²mero sustancial de esca?os. Entonces su voz ser¨ªa esencial para un nuevo Gobierno que s¨®lo ser¨ªa posible en coalici¨®n con los liberal-dem¨®cratas. Si eso ocurre, entonces se abrir¨ªa el camino a una reforma constitucional.
"Creo que estamos ante un gran momento de reformas en la historia brit¨¢nica", pronostica el profesor de la LSE. "El llamado parlamento colgado puede ser un parlamento m¨¢s equilibrado y puede, si hay una coalici¨®n con los liberal-dem¨®cratas, llevar a un firme cambio constitucional en el Reino Unido en torno a un sistema electoral proporcional, profundizaci¨®n de las libertades civiles, reforma de la C¨¢mara de los Lores, reforma de otras formas de Gobierno tambi¨¦n. Y creo que este es un momento crucial, realmente crucial, en la pol¨ªtica brit¨¢nica. Vamos a ver dentro de unos d¨ªas si eso es as¨ª o no".
El debate constitucional ha ocupado las dos primeras semanas de la campa?a, pero esta se ha ido deslizando en los ¨²ltimos d¨ªas a temas m¨¢s cercanos a las preocupaciones de los ciudadanos, como la econom¨ªa o la inmigraci¨®n. Una mala noticia para los liberal-dem¨®cratas porque su ¨¦xito se basa en las ansias de cambio, en la sensaci¨®n de que el sistema electoral es injusto. Pero su programa en econom¨ªa o en inmigraci¨®n, como la regularizaci¨®n de los ilegales para "sacarlos de manos de las mafias criminales y ponerlos en manos de Hacienda", la moratoria nuclear o la renuncia a renovar el actual programa de disuasi¨®n militar Trident para reducir el gasto p¨²blico, atrae sobre todo a los j¨®venes, pero no tanto al resto de la poblaci¨®n. Y las elecciones, en el Reino Unido, las deciden los votantes maduros porque muchos j¨®venes ni siquiera se preocupan de apuntarse al registro electoral. Aunque el ¨¦xito de Nick Clegg ayud¨® a incrementar el n¨²mero de j¨®venes decididos a votar.
La econom¨ªa estaba destinada a ser el factor decisivo de estas elecciones. Y seguramente acabar¨¢ si¨¦ndolo. Los brit¨¢nicos afrontan tiempos muy duros: un ajuste del presupuesto del Estado de 82.000 millones de euros anuales para dejar por debajo del 5% del PIB el actual d¨¦ficit p¨²blico, que roza el 12%. Ninguno de los tres candidatos ha explicado con detalle c¨®mo va a afrontar ese ajuste fiscal.
Con la campa?a ya en la recta final, Gordon Brown no parece haber sido capaz de inyectar un mensaje optimista a los votantes, aunque los modernos mecanismos de seguimiento de la reacci¨®n del p¨²blico durante los debates revela que los brit¨¢nicos parecen comulgar con ¨¦l cuando denuncia el proyecto tory de empezar a recortar el gasto p¨²blico nada m¨¢s llegar a Downing Street.
David Cameron ha asegurado que si consigue formar Gobierno, seis semanas despu¨¦s de llegar a Downing Street aprobar¨¢ un ajuste presupuestario de 7.000 millones de euros. Brown ha denunciado de forma insistente que ese recorte del gasto va a poner en peligro la fr¨¢gil recuperaci¨®n de la econom¨ªa y que el pa¨ªs se arriesga a entrar de nuevo en recesi¨®n. Pero eso no ha llevado a los votantes a volcarse en masa en favor de la continuidad del actual primer ministro. Quiz¨¢ porque el desgaste de su imagen es ya irreparable.
Al final ha dado la impresi¨®n de que Gordon Brown est¨¢ apelando al voto del miedo y que es incapaz de lanzar un mensaje positivo sobre su propio programa, de convencer a los brit¨¢nicos de que los laboristas han de seguir en el poder para el bien del pa¨ªs y que ¨¦l sigue siendo el hombre adecuado para conducir al Reino Unido por las procelosas aguas de la recuperaci¨®n econ¨®mica y el equilibrio de las cuentas p¨²blicas. Se ha visto atrapado por la necesidad de contrarrestar la ventaja que le llevan sus adversarios en los sondeos y su mensaje ha sonado demasiado negativo. "Las cosas son demasiado importantes para dejarlas en manos de las pol¨ªticas de estos dos", dijo Brown al cierre del decisivo debate del jueves pasado.
David Cameron, en cambio, opt¨® por lanzar un mensaje positivo. "Habr¨¢ que tomar decisiones dif¨ªciles, pero quiero lideraros en nuestro camino hacia tiempos mejores. Creo que podemos hacer grandes cosas por este pa¨ªs. Si vot¨¢is laborista, vais a tener m¨¢s de lo mismo. Si vot¨¢is liberal, como hemos visto esta noche, s¨®lo habr¨¢ incertidumbre", les dijo a los brit¨¢nicos.
Nick Clegg opt¨® tambi¨¦n por subrayar lo positivo e insisti¨® en su mensaje de cambio y en que no hay que tener miedo a ese cambio. "Cuando vay¨¢is a votar, escoged el futuro que realmente quer¨¦is. Si cre¨¦is que esta vez las cosas se pueden hacer de otra manera, entonces realmente vamos a cambiar Gran Breta?a juntos. No dej¨¦is que nadie os diga que eso no puede pasar. S¨ª, puede pasar. Esta vez, t¨² puedes marcar la diferencia", anim¨® a los votantes.
Ahora son los votantes los que tienen que decidir. Y, salvo sorpresa may¨²scula, s¨®lo aceptan dos opciones: cambiar de Gobierno o cambiar de sistema. Sea cual sea su decisi¨®n, el cambio parece asegurado.
Votar al partido o al candidato
En el sistema electoral brit¨¢nico, cada circunscripci¨®n elige solo un diputado y se lleva el esca?o el candidato que obtiene m¨¢s votos, con independencia de que alcance o no la mayor¨ªa absoluta. La reforma que defienden los laboristas mantendr¨ªa ese modelo de circunscripciones, pero los votantes han de indicar sus segundas y sucesivas preferencias de voto y, si nadie obtiene la mayor¨ªa tras escrutarse los votos de primera preferencia, se tienen en cuenta las siguientes hasta que alg¨²n candidato la obtiene. Eso soluciona el problema de la legitimidad de los diputados electos, pero no aumentar¨ªa el grado de proporcionalidad del sistema.
El sistema de voto ¨²nico transferible utilizado en Irlanda, en cambio, se aplica en circunscripciones de entre tres y cinco diputados, seg¨²n el n¨²mero de votantes que hay en cada una, lo que s¨ª introduce el factor de la proporcionalidad. Pero rompe el v¨ªnculo entre el diputado ¨²nico y su circunscripci¨®n, considerado por muchos esencial en el sistema pol¨ªtico brit¨¢nico. "Ese es un debate dif¨ªcil", admite Ken Ritchie, director de la Sociedad para la Reforma Electoral. "Nosotros aceptamos que tiene que haber un cierto v¨ªnculo entre el diputado y los electores, que de alguna manera le obligue a rendir cuentas ante ellos. Pero no podemos tener proporcionalidad si seguimos utilizando circunscripciones de un solo esca?o".
La Sociedad para la Reforma Electoral cree que, a diferencia del sistema de listas cerradas de partidos en grandes circunscripciones que se utiliza en Espa?a, -que en el Reino Unido nadie aceptar¨ªa porque da todo el poder a las direcciones de los partidos-, el sistema irland¨¦s mantiene cierta relaci¨®n entre el diputado y sus votantes porque estos deciden cu¨¢l de los candidatos de un mismo partido sale finalmente elegido. No votan a un partido, votan a un candidato.
Dado el creciente desapego entre la ciudadan¨ªa y la clase pol¨ªtica, el debate de m¨¢s calado sobre la reforma electoral es en realidad el de si hay que ir a un modelo que rompa la tendencia actual de facilitar la creaci¨®n de mayor¨ªas absolutas. Los brit¨¢nicos desconf¨ªan de lo que llaman "parlamento colgado", en el que ning¨²n partido obtiene la mayor¨ªa y fuerza la creaci¨®n de coaliciones, como ocurre en muchos pa¨ªses de Europa.
"Hay un apego a la claridad y la transparencia del sistema mayoritario, en el que se ve qui¨¦n ha ganado las elecciones y sabes qui¨¦n gobierna, sabes que la pr¨®xima vez pueden perder pero que de momento han ganado y no existe la sensaci¨®n de que la pol¨ªtica se hace a trav¨¦s de acuerdos en el cuarto trasero", explica Chris Bickerton, profesor de pol¨ªticas de la Universidad de Oxford. "Pero yo dir¨ªa que aunque esa preocupaci¨®n es comprensible, est¨¢ fuera de lugar porque el sistema que tenemos ahora ya no se traduce en un mayoritarismo abierto y transparente. Aunque no hay que olvidar que el viejo sistema de Westminster, con el enfrentamiento de un partido en un lado y el otro enfrente, tiene un lugar en el imaginario popular, la creencia que prevalece es que eso hoy no funciona". Y no funciona porque el sistema se pens¨® para dos grandes partidos, no para tres. -
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