Arqu¨ªmedes y la Diagonal
Todo cuerpo sumergido en un l¨ªquido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del volumen del l¨ªquido desalojado. Arqu¨ªmedes ten¨ªa raz¨®n, incluso aplicando su principio a las relaciones entre peatones y autom¨®viles. Hace ya un siglo que los coches se adue?aron de nuestras ciudades y conforme aumentaba su peso -y su volumen- los abor¨ªgenes fuimos progresivamente desalojados. En el momento excelso de la modernidad, cuando la fe en el progreso y las m¨¢quinas no ten¨ªa l¨ªmites, arrancamos todos los ¨¢rboles y redujimos las aceras al tama?o de un z¨®calo. Nos acostumbramos a andar de puntillas por entre artefactos cada vez m¨¢s grandes.
Ahora ya sabemos que el progreso era un arma de doble filo, y le evito al lector todas las monsergas sobre el desastroso estado en el que hemos dejado al planeta. Sin embargo, los coches siguen ocupando nuestro espacio vital pese a que nadie discute el placer que produce pasear por las pocas calles peatonales que se han conseguido habilitar, ni los beneficios que esto ha tra¨ªdo a los barrios.
No s¨¦ cu¨¢l ser¨¢ la mejor soluci¨®n para la reforma de la Diagonal, pero s¨ª s¨¦ que, sea cual sea, no debe tener como prioridad la fluidez del tr¨¢fico rodado. Los coches particulares deben abandonar los cascos urbanos de las ciudades. Tampoco estoy muy seguro de que se deba someter a votaci¨®n. Me imagino lo que votar¨¢n esas se?oras menudas que cada ma?ana y cada tarde conducen camiones de dise?o para llevar y traer a sus hijos del colegio.
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