Carcamales resentidos, gracias
A algunos lectores de diccionarios les pasa lo mismo que a ciertos lectores de la Biblia: encuentran con frecuencia en esos libros la explicaci¨®n que m¨¢s les conviene. Y en el caso de los diccionarios, m¨¢s que manipular las acepciones de los t¨¦rminos, que tampoco se descarta que lo haga Esperanza Aguirre, se quedan con la interpretaci¨®n que les interesa.
Si Aguirre busca en el diccionario la palabra torera no va a quedarse nunca con la figura de "saltarse algo a la torera", que significa "omitir audazmente y sin escr¨²pulos el cumplimiento de una obligaci¨®n o compromiso", exactamente lo que revela el sumario del caso G¨¹rtel que se ha hecho en su Gobierno con las normas de contrataci¨®n, sino que, con sus particulares teor¨ªas sobre la corrupci¨®n en las instituciones expuestas en este 2 de mayo, preferir¨¢ "saltar a la torera", que es "saltar sobre una cosa apoy¨¢ndose en ella con una o ambas manos y pasando por encima el cuerpo con los pies juntos sin rozarla"; justamente lo que debe suponer Aguirre que se le da mejor. Y m¨¢s en este caso de enorme corrupci¨®n que la polic¨ªa ha investigado con in¨²til celo, ya que seg¨²n ella la polic¨ªa depende del Gobierno, y eso pone en entredicho para la presidenta toda la decencia y la eficacia de los agentes.
Aguirre est¨¢ m¨¢s en su salsa en los mercados que en un acto institucional
La palabra demagogia en cambio s¨®lo cuenta con dos acepciones en el diccionario de la Academia, con lo que Aguirre ¨²nicamente tiene la posibilidad de elegir entre la primera, "dominaci¨®n tir¨¢nica de la plebe con la aquiescencia de esta", que a pesar de todo no creo que sea su caso, y esta segunda definici¨®n: "Halago de la plebe para hacerla instrumento de la propia ambici¨®n pol¨ªtica". Y en la misma ¨®rbita est¨¢ la palabra populista, pero no tiene otra definici¨®n en el diccionario de la RAE que perteneciente o relativo al pueblo, y no cabe la menor duda de que ella representa al de Madrid, aunque tal vez alguien la vea m¨¢s cercana a la populacher¨ªa, en la que la lideresa habr¨¢ descubierto lo que el diccionario dice: "F¨¢cil popularidad que se alcanza entre el vulgo, halagando sus pasiones".
Bien es verdad que el vulgo que ella halaga es uno muy concreto y no est¨¢ precisamente en el centro pol¨ªtico. En los mercados, s¨ª, aunque en los mercados hay de todo. Por eso, ahora, cuando se pasea por ellos, comprando 200 gramos de golosinas y renunciando al regalo, mientras cuenta el da?o que nos va a hacer la subida del IVA, y suelta de paso algunas simplezas para ganarse la empat¨ªa de compradores y vendedores (qui¨¦n va a querer que le suban algo o que le pongan un impuesto de basuras), es evidente que Aguirre se ajusta plenamente a la segunda acepci¨®n.
Desde luego, se encuentra m¨¢s en su salsa en los mercados, de charleta, que en un acto institucional como la entrega del Cervantes, donde se dedic¨® a dos pasos del Rey al tel¨¦fono m¨®vil, dicen las cr¨®nicas, y sin hacer caso a la palabra sabia del poeta Pacheco. El precio del bacalao le interesa m¨¢s que la reflexi¨®n po¨¦tica. Y no est¨¢ mal que dedique m¨¢s tiempo a la verdura que a la poes¨ªa, si ese es su gusto, pero es evidente que un mayor grado de reflexi¨®n, ¨¦tica y est¨¦tica, le ser¨ªa beneficioso para evitar que se le siga perdiendo el respeto. Porque cuando llama carcamales a los que defienden la memoria de sus muertos -"personas decr¨¦pitas y achacosas", llamadas as¨ª en tono despectivo, de acuerdo con el diccionario, m¨¢s el a?adido de un tono chabacano- se gana que la llamen, no reaccionaria, que eso debe importarle poco (como demuestran sus recientes repasos a la historia del siglo XX en la Asamblea, empe?ada en demostrarnos que la Rep¨²blica fue tan mala como el franquismo y el 34 tan nefasto como el 36, con lo que elude sumarse a la condena del 36 porque echa de menos la condena del 34), sino cantama-?anas, que como es l¨®gico debe parecerle un insulto.
Pero es que la presidenta de todos los madrile?os, despojada tal vez de su papel institucional, adem¨¢s de llamar carcamales a los reunidos para ejercer su libertad de expresi¨®n en un acto que a ella no le gusta, no contenta con llamarles carcamales les llama resentidos. Y ah¨ª no le falta precisi¨®n: algunos de los reunidos en la Universidad tienen muchas razones para haberse sentido maltratados por la sociedad o por la vida, seg¨²n la definici¨®n de resentido que ofrece el diccionario. Y si el resentido es el que siente dolor o molestia en alguna parte del cuerpo, a causa de alguna enfermedad o dolencia pasada, ha calificado bien la presidenta a quienes desde la dignidad parecen haberla sacado de sus casillas.
Claro que, fuera de sus casillas la presidenta, peligra el respeto ciudadano, no en el sentido de veneraci¨®n y acatamiento, sino de miramiento, consideraci¨®n o deferencia con la Comunidad por el irrespetuoso comportamiento de la persona que encarna su representaci¨®n.
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