Los seis partidos de Galicia
Hace un cuarto de siglo, cuando el mundo inmediato estaba por hacer y parec¨ªa maleable, unos cuantos propugn¨¢bamos -m¨¢s en serio de lo que parec¨ªa- la entrada de Galicia en la Commonwealth. Hoy, los brit¨¢nicos de verdad decidir¨¢n si dan o no la puntilla al sistema electoral mayoritario que tanto encandilaba a nuestros autoritarios, empezando por Fraga, porque supone la prevalencia del orden pol¨ªtico sobre la justicia de las preferencias de la ciudadan¨ªa. Independientemente de lo que decidan nuestros vecinos, mar por medio, aqu¨ª podr¨ªamos hacer el ejercicio de imaginar un escenario en el que pudiesen desarrollar sus potencialidades los seis partidos reales con representaci¨®n parlamentaria en Galicia. Me refiero a los dos PPdeG, los dos PSdeG y los dos BNG.
Entre las fuerzas con representaci¨®n en el Parlamento, hay dos PP, dos PSOE y dos BNG
En el campo conservador, coexisten lo que podr¨ªamos llamar, para entendernos, el PPdeG y el PPenG. La discrepancia entre ambos es claramente ideol¨®gica, por mucho que el centro derecha se venda como el para¨ªso del pragmatismo apol¨ªtico. La diferencia no es entre lo que en su d¨ªa se conoci¨® como boinas y birretes, ni siquiera, como apreci¨® antes con m¨¢s certeza Xos¨¦ Manuel Beiras, entre blancos y negros (los que mandaban y los que hac¨ªan el trabajo). La divergencia es entre los que tienen vocaci¨®n de administradores de finca y los que tienen esp¨ªritu de propietarios. Los administradores, herederos m¨¢s o menos de lo que en su d¨ªa fue Alianza Popular, tienen vocaci¨®n de desarrollar aqu¨ª las estrategias que les vienen marcadas de los centros de decisi¨®n y poder externos, desde los pol¨ªticos a los medi¨¢ticos. Los propietarios, legatarios en parte de las distintas sensibilidades que se aglutinaron en UCD o en opciones posteriores como Coalici¨®n Galega, y de las directrices que en su momento marcaron Xos¨¦ Luis Barreiro, Xos¨¦ Cui?a y, en buena medida, Manuel Fraga, aplicaban la ideolog¨ªa de ra¨ªz conservadora a las necesidades y circunstancias propias de la sociedad gallega.
Cuando mandaban los propietarios, los administradores hac¨ªan, de grado o resignados, el papel de t¨¦cnicos o empleados cualificados. Cuando, como ahora, es al contrario, los propietarios desarrollan labores de capataces y cooperadores necesarios. La diferencia entre el PPdeG y el PPenG no es metodol¨®gica, pese a la fingida sorpresa que escenific¨® la actual direcci¨®n del PP gallego en la lucha por el poder en el PP de Ourense.
En las filas socialistas, la cohabitaci¨®n de dos tendencias es ancestral (entendiendo por ancestral algo incluso anterior a las ¨¦pocas en que el secretario general del PSdeG era Paco V¨¢zquez). Una es la que hist¨®ricamente pretende hacer del PSOE en Galicia un partido que se arriesgue a elaborar pol¨ªticas propias, y reivindica los referentes galleguistas, tan hist¨®ricos como no demasiado abundantes. La otra es la que proverbialmente se arrellana en la postura de ser la franquicia local del progresismo espa?ol, y ni siquiera tiene demasiada necesidad de reivindicar la tradici¨®n jacobina del partido. La primera ha sido tan tradicionalmente minoritaria como estimulada por todo tipo de l¨ªderes de opini¨®n, circunstancias ambas que sumadas arrojan ciertas dudas sobre la consistencia de la tal tendencia o de los tales l¨ªderes. De hecho, las contadas etapas en que, por gracia o por exclusi¨®n, ha encabezado el partido, han sido posterior y eficazmente laminadas y denostadas.
Al contrario que en el rival campo conservador, las dos facetas del BNG, te¨®rico planeta de la sigla y el debate pol¨ªtico, se distinguen por los aspectos metodol¨®gicos y no por las l¨ªneas de pensamiento. Aunque el referente de unos podr¨ªa ser lo que fue Unidade Galega y el de los otros es la UPG, las diferencias no son esencialmente ideol¨®gicas. Ninguna instituci¨®n gobernada por equipos nominalmente marxista-leninistas ha puesto en marcha precisamente experimentos colectivistas, y s¨ª pol¨ªticas, en general, sensatas. El partido de vanguardia act¨²a en la retaguardia, guardando las esencias y ocup¨¢ndose de la tradicional tarea de separar el grano de la paja y dictaminar lo que est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal, al amparo de una fracci¨®n del electorado que votar¨¢ nacionalista as¨ª granice o caigan los p¨¢jaros fritos por el calor. Pero tampoco la otra tendencia parece muy resuelta a asumir la labor de sumar voluntades en lugar de expedir certificados de buena conducta, y de dar respuesta a las corrientes sociales, arrumbando de una vez el mito ilusorio y arqueol¨®gico de que se pueden dirigir.
No me tengan en cuenta lo de la Commonwealth, pero este ejercicio de imaginaci¨®n tiene, pese a serlo, aplicaciones pr¨¢cticas. Una, m¨¢s que remota, ser¨ªa un escenario pol¨ªtico m¨¢s rico y m¨¢s vers¨¢til. Pero hay otras que podremos comprobar de forma inmediata, como las consecuencias de la importaci¨®n y asunci¨®n de Ley de Cajas que se empez¨® a perge?ar ayer en La Moncloa. En estos casos es cuando se demuestra aquello que dec¨ªa Winston Churchill de que las actitudes son m¨¢s importantes que las aptitudes.
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