Reino Unido necesita a los liberales
Antes de las elecciones, yo instaba a votar a los dem¨®cratas liberales, y lo hac¨ªa desde mi posici¨®n de alguien que nunca ha pertenecido a ning¨²n partido pol¨ªtico y que, como escritor independiente, tiene intenci¨®n de continuar as¨ª. Toda mi vida he sido liberal, y veo elementos de liberalismo genuino en los tres principales partidos brit¨¢nicos. El laborismo de Blair y Brown tiene grandes franjas de liberalismo igualitario, junto a horribles bolsas de autoritarismo. A prop¨®sito de las libertades civiles, el conservador Dominic Grieve me parece m¨¢s aut¨¦nticamente liberal -en el sentido de que piensa que la libertad individual es el m¨¢ximo valor pol¨ªtico- que todos los ministros de Interior laboristas juntos. Si pretendemos recuperar parte de la libertad que hemos perdido en los ¨²ltimos 20 a?os, con Gobiernos tanto conservadores como laboristas, los dem¨®cratas liberales son los m¨¢s liberales de todos, como es natural. Ning¨²n otro partido tiene una Carta de Libertades. Y su pol¨ªtica europea tambi¨¦n es la mejor para los intereses a largo plazo de Reino Unido.
Ante los retos que afronta este pa¨ªs, es preferible un Gobierno de coalici¨®n a uno minoritario
Sea cual sea el primer ministro, el sistema electoral seguir¨¢ en el punto de mira
Pero esta vez, las pol¨ªticas individuales no eran lo importante. Ni siquiera en la econom¨ªa. Hay diferencias entre los partidos sobre d¨®nde recortar el gasto y d¨®nde subir m¨¢s los impuestos. Est¨¢ la cuesti¨®n de qui¨¦n es m¨¢s competente, y yo pondr¨ªa a Vince Cable (dem¨®crata liberal) y Alistair Darling (laborista) por delante de George Osborne (conservador). Pero todos est¨¢n a favor de una econom¨ªa social de mercado; todos quieren un Estado de bienestar fuerte; todos tendr¨ªan que recortar el gasto p¨²blico y subir los impuestos m¨¢s de lo que han empezado a reconocer. Debemos olvidarnos de los lemas partidistas sobre "recortes salvajes". Recortes salvajes los vamos a sufrir gobierne quien gobierne.
Y no acaba ah¨ª la cosa. Adem¨¢s de pagar el precio de las locuras del capitalismo de casino en los ¨²ltimos 20 a?os, nos enfrentamos al reto sin precedentes de Asia, con su expansi¨®n econ¨®mica, sus salarios bajos y sus altas cualificaciones, y a la necesidad perentoria de hacer que nuestra econom¨ªa y nuestra forma de vida sean m¨¢s verdes. Para sostener esa dolorosa transformaci¨®n econ¨®mica y social necesitamos una forma nueva de pol¨ªtica, con m¨¢s apoyo popular y con continuidad estrat¨¦gica. Una pol¨ªtica como la que podr¨ªa ejercerse, por ejemplo, si hay un Gobierno de coalici¨®n que represente a dos tercios de los votantes, en vez de un Gobierno conservador o laborista que s¨®lo represente a la tercera parte.
Es en ese aspecto en el que es crucial el papel de los dem¨®cratas liberales. No por los detalles de sus pol¨ªticas, ni por su l¨ªder, aunque es bastante bueno, sino porque son el tercer partido y, en nuestro sistema actual, colocar a un tercer partido como bisagra esla ¨²nica forma de poder cambiar ese sistema.
Hace un a?o, ante la reacci¨®n popular al esc¨¢ndalo de los gastos de los parlamentarios, algunos so?amos con que hab¨ªa llegado nuestro "momento constitucional". Luego se apag¨® la antorcha. Yo pensaba que estas elecciones iban a ser unas de las m¨¢s aburridas de mi vida: unos tories modernizados iban a recuperar el poder a fuerza de darle a su imagen un toque neo-blairista, avanzando hacia el pasado. Pero despu¨¦s del primer y electrizante debate televisado, la luz de la antorcha volvi¨® a encenderse. Toda la energ¨ªa gastada generada el a?o pasado por la desilusi¨®n con la vieja pol¨ªtica corrupta de Westminster pareci¨® inundar la campa?a de Clegg y hacer que el pulso se volviera emocionante.
Luego, la luz titube¨®. Despu¨¦s de la buena actuaci¨®n de David Cameron en el ¨²ltimo debate, los tories cobraron impulso. Yo ten¨ªa la impresi¨®n de que pod¨ªan ganar por los pelos o con una mayor¨ªa absoluta justa, o gobernar en minor¨ªa, tal vez gracias a un pacto con los unionistas del Ulster. Los conservadores ser¨¢n lo que se quiera (y algunas de sus ideas resultan verdaderamente innovadoras), pero, por s¨ª solos, nunca introducir¨¢n los cambios estructurales que necesitamos.
Lo mejor y m¨¢s atrevido en las pasadas elecciones era apostar por los dem¨®cratas liberales. Ir a por todas. Que la cabeza y el coraz¨®n actuaran juntos. El riesgo pod¨ªa ser m¨¢s grande, pero el premio, tambi¨¦n. De todos modos, nos adentr¨¢bamos en territorio desconocido.
Ahora, como los conservadores son el mayor partido tanto en votos como en esca?os, hay argumentos democr¨¢ticos para defender un pacto entre ellos -si aceptan celebrar un refer¨¦ndum sobre la reforma electoral- y los dem¨®cratas liberales. Ahora bien, si los tories se negasen a someter la reforma electoral al juicio de los brit¨¢nicos, la v¨ªa m¨¢s directa para llegar a un nuevo sistema pol¨ªtico ser¨ªa un acuerdo entre liberales y laboristas. Me gustaba la sugerencia de Will Hutton de unos ministros laboristas a las ¨®rdenes de Clegg como primer ministro y que, por ejemplo, el nuevo l¨ªder laborista David Miliband permaneciera como ministro de Exteriores (la defenestraci¨®n inmediata de Gordon Brown es una necesidad que no necesita explicaciones). Esta coalici¨®n podr¨ªa presentar no s¨®lo un refer¨¦ndum sobre la reforma electoral, sino tambi¨¦n la democratizaci¨®n de la C¨¢mara de los Lores, periodos fijos de duraci¨®n de las legislaturas, que las leyes para Inglaterra las voten los ingleses y otros cambios estructurales que exige un Reino Unido moderno y liberal. Y tendr¨ªa una pol¨ªtica realista para aumentar al m¨¢ximo nuestra influencia en Europa y el mundo.
Dado que tambi¨¦n tendr¨ªa que introducir los famosos recortes salvajes, no hay duda de que acabar¨ªa siendo muy impopular, y los conservadores tendr¨ªan entonces su oportunidad. No me parece mal tampoco. El objetivo de esta gran reforma no puede ser una dictadura electiva permanente de un centro izquierda consolidado. La democracia significa que la gente cambia de Gobierno peri¨®dicamente. Pero entonces los conservadores volver¨ªan al poder en un sistema nuevo, no en el viejo.
En otras palabras, el pasado jueves se trataba de elegir entre que ¨¦stas fueran unas elecciones m¨¢s o que fueran las que cambiasen para siempre todas las elecciones. Si esta vez vot¨¢bamos a los dem¨®cratas liberales, el 6 de mayo de 2010 iba a ser un momento hist¨®rico que preparar¨ªa a Reino Unido para afrontar el mundo en el que estamos. Podemos hacerlo.
Pues bien, el pueblo brit¨¢nico prefiri¨® otra cosa. Aunque, en el momento de escribir estas l¨ªneas, en la ma?ana del viernes 7, no est¨¢ del todo claro qu¨¦ es lo que ha querido.
Una caricatura publicada en uno de los peri¨®dicos populares brit¨¢nicos muestra a los dirigentes de los partidos disfrazados de boxeadores, los tres tendidos en la pista del cuadril¨¢tero, los tres con un ojo negro. Los dem¨®cratas liberales no han crecido como esperaban, los laboristas han sufrido una gran derrota y los conservadores no han obtenido la mayor¨ªa absoluta. Si David Cameron termina siendo primer ministro, depender¨¢ de los votos de otros partidos en la C¨¢mara de los Comunes y tendr¨¢ que ordenar unos recortes draconianos para satisfacer a los mercados de bonos (los dioses mundiales de nuestra era).
Suceda lo que suceda en los pr¨®ximos d¨ªas, el sistema electoral brit¨¢nico y las anacr¨®nicas disposiciones constitucionales seguir¨¢n en el punto de mira. (Lo ¨²nico en lo que todo el mundo parece estar de acuerdo es en que no hay que arrastrar a la Reina a ninguna controversia pol¨ªtica. "?No met¨¢is a la abuela en esto!", dijo un destacado historiador). La "conversi¨®n en el lecho de muerte" de los l¨ªderes laboristas a la reforma electoral tiene una trascendencia fundamental. Es dif¨ªcil pensar que puedan desdecirse de un compromiso expresado con tanta claridad.
Tambi¨¦n son muy importantes los malos resultados de los conservadores en Gales y el hecho de que sigan teniendo un solo esca?o en Escocia. Cada vez m¨¢s, el Partido Conservador es un partido ingl¨¦s, m¨¢s que brit¨¢nico. Por consiguiente, en un periodo de cruda austeridad, las tensiones entre Escocia e Inglaterra seguramente van a ir en aumento. Eso, a su vez, intensificar¨¢ las presiones para que haya un cambio en el sistema pol¨ªtico.
Sin embargo, ese cambio tardar¨¢ m¨¢s y ser¨¢ m¨¢s complicado de lo que muchos esper¨¢bamos. Es posible que Reino Unido se convierta en un pa¨ªs m¨¢s moderno, liberal y federal (en la pr¨¢ctica, aunque no lo sea oficialmente), pero lo va a hacer a una velocidad muy brit¨¢nica, de cangrejo. Henos aqu¨ª de nuevo en la patria del "nos las arreglaremos".
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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