Nunca fui a ese colegio
No es insano que los colegios salgan en la prensa, aunque sea por motivos de atuendo y costumbres. Es uno de los adelantos del progreso, gracias al cual -tambi¨¦n hay retrocesos- se pone de manifiesto la tensi¨®n derivada de un gesto o una afirmaci¨®n religiosa que nos parece mal (o bien). Cuando yo iba al colegio nadie se met¨ªa con esas cosas, porque esas cosas se met¨ªan en la cabeza de los ni?os (a veces tambi¨¦n en otras partes) indiscutiblemente, por no decir autoritariamente. Yo mismo, y lo digo con cierto rubor, acud¨ª un trimestre entero a clase llevando debajo del pantal¨®n un objeto met¨¢lico que a?os despu¨¦s vi fotografiado en un cat¨¢logo para amantes de la disciplina inglesa. Era un cilicio, y me hab¨ªa sido recomendado, o tal vez prescrito, por mi padre espiritual jesuita, supongo que en virtud de alg¨²n mal pensamiento m¨¢s pecaminoso de lo normal que le hab¨ªa yo expuesto en la confesi¨®n. El cilicio, hoy excluido creo del rito cat¨®lico, se compon¨ªa de una corona de p¨²as entrelazadas que, al apretarlas sobre la pierna o cualquier otro lugar de tu cuerpo con el cordel que un¨ªa sus extremos, produc¨ªan un dolor intenso sin derramamiento de sangre. Cumpl¨ª la penitencia, o eso espero, y dej¨¦ de usar el cilicio, que perd¨ª en una mudanza; ahora me cuentan que por un buen cilicio vintage a?os cincuenta se pagan en los foros especializados hasta 1.000 euros. Las imitaciones de sex shop est¨¢n m¨¢s baratas.
Los colegios mayores han salido a la palestra no por conexiones po¨¦ticas sino por asuntos m¨¢s prosaicos
Pero no s¨®lo ha llegado a la prensa la primaria. ?ltimamente tambi¨¦n se ha puesto en la picota la instituci¨®n de los colegios mayores, abundantes en Madrid (no s¨®lo en el per¨ªmetro de la Ciudad Universitaria) y sobre los que se debate por cuestiones de dinero y de g¨¦nero sexual, dos motivos de rabiosa actualidad. Cuando dej¨¦ en Alicante el colegio y el cilicio, viniendo a Madrid a estudiar la carrera, yo estaba imbuido de la m¨ªstica laica de esas residencias universitarias, en las que deseaba fervientemente entrar; mi hermano hab¨ªa estado varios a?os de residente en uno de los situados en la avenida de S¨¦neca, y otro querido amigo algo mayor que yo, el periodista y hombre de radio Miguel Payo de Anta, contaba an¨¦cdotas muy sabrosas de su paso por el Diego de Covarrubias. Mis padres prefirieron para m¨ª una pensi¨®n, ni siquiera galdosiana, en la calle de Guzm¨¢n el Bueno, y a los colegios mayores me he tenido que contentar con ir de vez en cuando a dar una charla o asistir a un recital de poes¨ªa.
En Madrid el colegio mayor tiene adem¨¢s una estirpe muy literaria, lo que a¨²n acrecienta m¨¢s mi irreparable nostalgia. Vicente Aleixandre vivi¨® toda su vida rodeado de colegios mayores de la zona del Parque Metropolitano, y, sabiendo de su buena disposici¨®n a recibir y departir con los j¨®venes, los m¨¢s letraheridos llamaban al timbre de Velintonia, 3, hoy mudo, y ten¨ªan acceso al interior de una casa que nunca fue un santuario. Jaime Gil de Biedma ha dejado en una carta de 1952 a Carlos Barral un relato estupendo de su primera visita al "t¨ªo por parte de padre de todos los poetas, pasados, presentes y futuros", describiendo con cari?oso humor la paz de Velintonia ("huele a rosa diaria"), el consuetudinario atuendo de Aleixandre, pantal¨®n de franela y rebeca gris, y los retratos presidenciales del sal¨®n, Baudelaire y Rimbaud, tan en discordancia -nada casual- con el aparente interior burgu¨¦s. Del autor de Espadas como labios, el "Vicente D¨¦lfico", dice entonces Gil de Biedma, antes de someterlo, como har¨ªa m¨¢s tarde, a su sarcasmo sistem¨¢tico, que es "el hombre de mayor sensibilidad po¨¦tica que jam¨¢s he conocido".
Un a?o y medio despu¨¦s de esa primera entrada en Velintonia, Jaime Gil reside ("?Vivo quiz¨¢?", le escribe a Barral), mientras prepara las oposiciones a la Escuela Diplom¨¢tica, en el colegio mayor C¨¦sar Carlos, situado en la avenida del Valle, a tres calles de la casa de Aleixandre, de la que fue asiduo visitante. Gil de Biedma no entr¨® en el cuerpo diplom¨¢tico, seguramente, seg¨²n apunta Andreu Jaume en su excelente edici¨®n de la correspondencia reci¨¦n publicada en Lumen, por haber contestado en el primer ejercicio de cultura general que su ciudad preferida del mundo era Ar¨¦valo.
Los colegios mayores madrile?os han salido a la palestra no por estas conexiones po¨¦ticas sino por asuntos m¨¢s prosaicos. La Complutense busca socios patrocinadores (ahora que la figura del sponsor penetra en todas las capas de la cultura) para llegar a una especie de semi-privatizaci¨®n, y por otra parte, la parte del estudiantado, hay malestar respecto a la idea del rector Carlos Berzosa de hacer que tres de los seis colegios dependientes de la Universidad se hagan mixtos. Los argumentos contrarios a esa mixtificaci¨®n de chicos y chicas -que en sitios tan venerables como Oxford y Cambridge, donde se ha establecido, no parece haber causado ni gran tensi¨®n ni estupro masivo- suenan pueriles. O rancios. Veremos en qu¨¦ queda la disputa. Yo mientras tanto seguir¨¦ pensando que esos colegios eran un para¨ªso a cuya sombra nunca pude ponerme.
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