La lenta agon¨ªa del carlismo
Refugiado en la a?oranza y las frustraciones, este movimiento hoy languidece
?Qu¨¦ es ser carlista en el siglo XXI? Para Bittori Salinas, veterana militante de este movimiento con m¨¢s de 175 a?os de historia, sin ninguna duda, "es algo muy dif¨ªcil". Algo complicado para los viejos militantes del Partido Carlista o EKA (Euskadiko Karlista Alderdia) en Euskadi y Navarra, en donde han visto mermarse sus fuerzas, poco a poco, desde la transici¨®n. Hoy, sin embargo, unos pocos centenares de militantes y simpatizantes intentan mantener esa peque?a lumbre de esperanza a pesar de lo que ellos definen como "frustraciones", "enga?os" y "traiciones", a los que se a?aden los escasos resultados electorales de estas ¨²ltimas d¨¦cadas.
En la impresionante sede del PC (Partido Carlista) de m¨¢s de 800 metros cuadrados de Tolosa, requisada por Falange Espa?ola en la dictadura, rodeada de hist¨®ricos cuadros de Carlos VII, del general Zumalakarregi, afiches, carteles y foto, junto a una amplia biblioteca, todo huele a pasado. Son valiosas reliquias de la historia. Salinas, concejala en la primera Corporaci¨®n democr¨¢tica, se muestra combativa y no renuncia a los postulados que se definieron a principios de los 70 en el PC: socialismo, federalismo y autogesti¨®n. "Quiz¨¢ evolucionamos demasiado de prisa y muchos no nos entendieron, como por ejemplo cuando nos pusieron a parir por colocar la ikurri?a en 1978, o m¨¢s tarde firmamos el Pacto de Lizarra. Y eso nos afect¨®".
Federalismo, socialismo y autogesti¨®n siguen siendo los principios
Carlistas navarros lamentan todav¨ªa que Nafarroa Bai no acogiera a su partido
Tambi¨¦n afect¨® al carlismo, d¨¦cadas antes, ser un movimiento pol¨ªtico decisivo en la victoria franquista de 1939 contra la II Rep¨²blica, y alejado de los circuitos del poder del r¨¦gimen, para encontrarse en una situaci¨®n de abatimiento total. M¨¢s tarde, el carlismo ser¨ªa mal visto por la escasa oposici¨®n democr¨¢tica por haber colaborado con el resto de los sublevados el 18 de julio de 1936.
Un legado negativo que d¨¦cadas m¨¢s tarde sigui¨® pesando en sus relaciones con el PNV el PSOE y otras fuerzas democr¨¢ticas, a pesar de que su l¨ªder y pretendiente a la corona, Don Javier, perteneciera a la resistencia contra los nazis, y acabara la guerra internado en el campo de concentraci¨®n de Dachau. Enfrentados abiertamente al franquismo y con unos postulados progresistas, el carlismo define su nueva orientaci¨®n en la celebraci¨®n de Montejurra de 1957. Ese 5 de mayo cerca de 40.000 personas se enardecen con el discurso de Carlos Hugo de Borb¨®n en las campas de Irache.
Veinte a?os tardar¨ªa la historia para asestar otro duro golpe al carlismo, cuando el 9 de mayo el 1976, Montejurra vivir¨ªa su tr¨¢gica jornada. Para los carlistas ese d¨ªa supuso un antes y un despu¨¦s en su convulso movimiento. "A partir de entonces mucha gente se va a casa, unos desilusionados y otros con miedo. Algunos de los heridos no se atreven a ir a declarar, y, al a?o siguiente, la cita de Montejurra no re¨²ne ni a la d¨¦cima parte de sus habituales".
En una de las cafeter¨ªas de la Plaza de los Fueros de Tudela, Jes¨²s Mar¨ªa Arag¨®n, nuevo secretario federal del PC, se lamenta hoy que "su partido no supo utilizar entonces el boom medi¨¢tico del acontecimiento y a partir de ah¨ª se entr¨® en un periodo m¨¢s dif¨ªcil, en que no se reconoci¨®, como tampoco se reconoce hoy, el papel hist¨®rico del carlismo".
Esa frustraci¨®n, acompa?ada de un enorme disgusto en sus filas, se increment¨® con el sorprendente abandono de Carlos Hugo a principios del 1980. Despu¨¦s de su derrota electoral en las generales del a?o anterior, Carlos Hugo, entonces presidente del partido, envi¨® por carta su irrevocable dimisi¨®n de su cargo y del partido, el 28 de abril. En la sede carlista ubicada en el barrio bilba¨ªno de Santutxu, Jos¨¦ Mar¨ªa Porro, el responsable de EKA en Vizcaya, frente a una foto del mitin unitario a favor del Estatuto de 1979, se muestra muy duro con esa deserci¨®n. "Las verdaderas razones no las sabemos, pero Carlos Hugo se mostraba cansado, arruinado y con problemas familiares, y se fue a dar clases a Hamburgo".
Jos¨¦ ?ngel P¨¦rez-Nievas el hist¨®rico dirigente lo record¨® as¨ª "Nos ha abandonado, no lo hemos echado". "Muchos pensamos que recibi¨® fuertes presiones de tipo pol¨ªtico, como la intervenci¨®n de la reina de Inglaterra, y de tipo econ¨®mico. Fue una equivocaci¨®n pol¨ªtica brutal que Carlos Hugo fuera a las elecciones como candidato. No pod¨ªa aspirar a ser jefe de Gobierno y jefe de Estado".
Para el ex militante de los GAC (grupos de acci¨®n carlista), que padeci¨® dos a?os de c¨¢rcel durante el franquismo, la decisi¨®n del l¨ªder debilit¨® enormemente al movimiento y muchos de sus militantes prefirieron afiliarse al PSOE, al PCE, a AP, e incluso a la izquierda abertzale. "Fue una importante sangr¨ªa, que aument¨® las dificultades que hab¨ªamos padecido al no poder presentarnos a las primeras elecciones como los dem¨¢s partidos democr¨¢ticos. Jugada de la Administraci¨®n que nos impidi¨® contar nuestras fuerzas, y estar presentes en el pistoletazo de salida para la democracia", dice.
Cofundador de IU de donde se sali¨® por "no recibir ni agua", los carlistas han sobrevivido estos a?os con dificultad, quej¨¢ndose de su escasa presencia en los medios, de la "la dictadura del bipartidismo que prostituye la democracia", de sus frustrados acercamientos a otras fuerzas como Aralar, o Nafarroa Bai, o en una ¨¦poca a Batasuna, pero fieles a sus principios "modernos" de federalismo, socialismo y autogesti¨®n. Tanto en Tudela como en las sedes de Tolosa o Bilbao, en donde las parrillas y las cajas de vino anuncian la celebraci¨®n anual de Montejurra, el ¨¢nimo de los "¨²ltimos combatientes carlistas" se ha vuelto a despertar. Hoy, otro 9 de mayo, venidos de Valencia, Andaluc¨ªa, Madrid, Catalu?a y el contingente m¨¢s importante de Euskadi y Navarra, ser¨¢n unos pocos centenares. "!Ojala! lleguemos a quinientos", afirma Jes¨²s Mar¨ªa Arag¨®n, que intervendr¨¢ en el acto pol¨ªtico en la Plaza de la Fuente de Irache y frente al monolito de Ricardo y Aniano, las dos v¨ªctimas de 1976.
El tr¨¢gico Montejurra de 1976
Decir Montejurra es decir carlismo. El 9 de mayo de 1976, el movimiento de m¨¢s de 175 a?os de vida se reun¨ªa al pie de la cresta, que algunos cronistas definen como un gigante drag¨®n dormido. Ese d¨ªa, el animal volvi¨® a escupir fuego. Antes, y a mediados de abril de aquel a?o, la Hermandad de Requet¨¦s, integrada en la Confederaci¨®n de Combatientes que preside el falangista Gir¨®n y la Comuni¨®n Tradicionalista que lidera Sixto de Borb¨®n (hermano de Carlos Hugo), firman el acuerdo para otra convocatoria el mismo d¨ªa y en el mismo lugar, con el lema: "Reconquistar Montejurra de la profanaci¨®n marxista".
En la ma?ana del viernes 7 de mayo, las calles de Pamplona aparecen con pintadas de "Montejurra rojo, no", "Morir¨¦is EKA". Al d¨ªa siguiente, Sixto y sus partidarios ocupan una veintena de habitaciones del Hostal Irache sin recatarse en ocultar las armas que llevan, y esa misma noche otro grupo pernocta en tiendas de campa?a ya en Montejurra.
"Viva Cristo Rey"
El d¨ªa 9, la niebla y el sirimiri que cubre la campa de Irache no afecta al ambiente festivo que se adue?a de los miles de carlistas reunidos para ascender al monte. S¨®lo algunos organizadores, conocedores de la presencia de los hombres de Sixto se muestran discretamente inquietos. Cuando a¨²n no han dado las once de la ma?ana, se comienzan a o¨ªr tambores, cornetas y silbatos que provienen de unos 200 hombres armados con porras, y cadenas de hierro que se dirigen hac¨ªa la multitud gritando "!Rojos, no!, "Viva Cristo Rey". Muchos, llevan brazaletes con las letras RS (Rey Sixto) y empiezan a golpear a los all¨ª reunidos.
Tras los primeros choques violentos entre carlistas y fascistas, y la pasividad de la Guardia Civil all¨ª presente, Jos¨¦ Lu¨ªs Garc¨ªa Verde (el famoso hombre de la gabardina) saca una pistola hiriendo de muerte, al joven obrero santanderino carlista, Aniano Jim¨¦nez Santos. Despu¨¦s de los primeros momentos de p¨¢nico y confusi¨®n, los carlistas se reagrupan e inician la subida al monte, animados por la presencia de Carlos Hugo. Pero antes de llegar a la cima, en donde Sixto, Jos¨¦ Arturo M¨¢rquez y una docena de partidarios, algunos vestidos de legionarios, han colocado una ametralladora sobre un tr¨ªpode, los carlistas van a padecer el segundo acto de la tragedia.
Con la orden "?haced fuego raso!" los hombres de Sixto comienzan a disparar. A consecuencia de los disparos muere Ricardo Garc¨ªa Pellejero, obrero estell¨¦s de 20 a?os. Con ¨¦l se evacuan a tres heridos por bala. La fiesta carlista termina tr¨¢gicamente y pese a las numerosas pruebas existentes, se sucedieron los obst¨¢culos para el trabajo de los abogados carlistas. Sin juicio por la Ley de Amnist¨ªa de 1977, en 2004 la Audiencia Nacional reconoci¨® a los asesinados en el Montejurra 76 como v¨ªctimas del terrorismo.
La resistencia
Despu¨¦s de 175 a?os de historia el movimiento carlista o Partido Carlista que propugna el socialismo, la autogesti¨®n y una Euskalherria federal, y Federada a los distintos Estados de las Espa?as, sigue manteniendo una docena de sedes en todo el pa¨ªs. Navarra encabeza la lista con seis: Pamplona (2) Estella, Lumbier, Cirauqui, y Sang¨¹esa, el Pa¨ªs Vasco con cuatro Bilbao, Tolosa, Azkoitia, y San Sebasti¨¢n, m¨¢s Valencia, y Barcelona. Como ejemplo en las elecciones generales de 2005 y 2009 s¨®lo en Vizcaya obtuvo 179 y 302 votos, respectivamente.
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