La corrupci¨®n y los l¨ªmites de la democracia
Las encuestas que se vienen publicando las ¨²ltimas semanas en los medios de comunicaci¨®n siguen dando como vencedor al Partido Popular. Por ello, algunos analistas han concluido que los ciudadanos toleran la corrupci¨®n. Se transmite as¨ª una negra imagen de los votantes. Los espa?oles ser¨ªan unos individuos indiferentes ante el saqueo de las arcas p¨²blicas. Si este argumento fuese cierto, la desafecci¨®n no deber¨ªa ser con la pol¨ªtica, sino con los ciudadanos.
No obstante, estos argumentos son dudosos e incompletos, puesto que prestan muy poca atenci¨®n al funcionamiento de las democracias. Nuestros sistemas pol¨ªticos tienen dos l¨ªmites muy importantes. Por un lado, el control de los pol¨ªticos por parte de la ciudadan¨ªa se reduce al voto. Este instrumento es bastante limitado. Los ciudadanos tienen que transmitir tantos mensajes con una sola papeleta que en muchas ocasiones lo que transmiten es casi nada. Con un solo voto deben evaluar la pol¨ªtica social, la econ¨®mica, la de seguridad, la internacional, la corrupci¨®n, la personalidad de los dirigentes, etc¨¦tera, y evaluar tanto al gobierno como a la oposici¨®n. Pero, en ocasiones, un solo tema candente -por ejemplo, el paro ahora- termina condicionando el sentido de su voto. ?Qu¨¦ pasa entonces con el resto de cuestiones? El voto es, pues, un instrumento con limitaciones.
El PP espera que un error judicial anule el 'caso G¨¹rtel' y conf¨ªa en que a sus votantes les mueva la ideolog¨ªa
El segundo l¨ªmite de las democracias es la informaci¨®n. ?sta no est¨¢ distribuida de forma equitativa y, generalmente, un grupo de ciudadanos sabe mucho m¨¢s que el resto. Ante la ausencia de informaci¨®n o la presencia de informaci¨®n contradictoria, los votantes terminan usando la ideolog¨ªa. Dicho en otras palabras, cuando uno no sabe a qui¨¦n creer, acaba creyendo a los "suyos". Esto significa que la ideolog¨ªa acaba condicionando el comportamiento electoral, pesando mucho m¨¢s en la decisi¨®n de voto que cualquier otra cuesti¨®n.
Por ello los partidos suelen desencadenar estrategias de "confusi¨®n". Quiz¨¢s un ejemplo lo aclare. Las recientes noticias de la trama G¨¹rtel han sido acompa?adas en los medios de comunicaci¨®n de la derecha y en los portavoces del PP de mucho "ruido". Como narraba Ignacio S¨¢nchez-Cuenca en estas p¨¢ginas (EL PA?S, 16-4-2010), el PP ha lanzado todo tipo de cortinas de humo para evadir sus responsabilidades. Su objetivo es generar la suficiente confusi¨®n para que sus votantes, a la hora de encontrar seguridades, tengan que recurrir a la ideolog¨ªa y, en consecuencia, no les abandonen. Lo que persiguen es que la ideolog¨ªa conservadora pese mucho m¨¢s que la corrupci¨®n a la hora de votar.
Uno de los riesgos de las democracias es que los partidos usen de forma ventajista estos l¨ªmites de la democracia para extraer conclusiones err¨®neas. Por ejemplo, que las urnas no sean un instrumento perfecto para depurar responsabilidades pol¨ªticas, no significa que los acusados sean inocentes. Ganar elecciones no implica la absoluci¨®n.
Los dirigentes del PP saben que las sentencias judiciales forman parte del juego pol¨ªtico. Por ello, desarrollan todo tipo de maniobras para evitar tambi¨¦n este tipo de responsabilidad. No buscan tanto que sus imputados sean declarados inocentes como que errores en el procedimiento les absuelvan. Desde el caso Naseiro, el PP no aspira a ganar los juicios demostrando la inocencia de sus militantes, sino que conf¨ªan en que alg¨²n fallo en la investigaci¨®n policial o en la instrucci¨®n judicial del caso les permita evitar la responsabilidad jur¨ªdica. Por eso ponen constantemente en cuesti¨®n el trabajo elaborado por la polic¨ªa o las escuchas telef¨®nicas ordenadas por el juez. Estos trucos est¨¢n muy alejados del "comportamiento ejemplar" que se espera de la oposici¨®n, del que nos hablaba Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle recientemente (EL PA?S, 14-4-2010).
Afortunadamente, la responsabilidad pol¨ªtica no se reduce a una relaci¨®n entre gobernantes y votantes, los pol¨ªticos tambi¨¦n deben rendir cuentas ante sus compa?eros de partido. Cuanto m¨¢s democr¨¢tica es una formaci¨®n, mayor es el control que sufren sus dirigentes por parte de sus bases. El grado de apertura interna de un partido suele estar muy relacionado con la forma de seleccionar a los l¨ªderes. Desde que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar fue elegido l¨ªder del PP, la selecci¨®n de candidatos se redujo al "dedo". Por lo tanto, el PP est¨¢ lejos de poder ser catalogado como un partido abierto internamente. Seguramente por ello la rendici¨®n de cuentas de los dirigentes del PP hacia sus militantes sea tan escasa.
Esto explicar¨ªa por qu¨¦ algunos de los implicados en la trama G¨¹rtel todav¨ªa no han asumido responsabilidades pol¨ªticas, especialmente en Valencia. Mientras gocen del favor de los principales dirigentes del PP, no piensan dejar sus cargos. S¨®lo cuando pierden la confianza de la calle G¨¦nova dimiten. De hecho, tanta es la confianza que tiene Rajoy en Camps, o tanto le debe, que acaba de decir: "Camps ser¨¢ el candidato. Diga la justicia lo que quiera".
En definitiva, la democracia no es perfecta a la hora de controlar a los pol¨ªticos. Los partidos tienen mecanismos -el reduccionismo del voto y la manipulaci¨®n de la informaci¨®n- para eludir sus responsabilidades. Si a esto le a?adimos, como en el caso G¨¹rtel, una formaci¨®n pol¨ªtica poco democr¨¢tica en su funcionamiento interno, podemos entender por qu¨¦ cierta corrupci¨®n tiene muy limitadas consecuencias pol¨ªticas en la Espa?a de hoy.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.
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