El necesario acuerdo sobre pensiones
Las pensiones suponen la red b¨¢sica de seguridad en la que se basa nuestro sistema de bienestar occidental, por lo que toda la atenci¨®n que dediquemos a ella ser¨¢ poca. ?C¨®mo est¨¢ el sistema en Espa?a? ?Condenado al cierre y liquidaci¨®n, como vaticinan algunos, o investido de eterna juventud como nos prometen otros? Pues vayamos por partes. Hasta el presente, el sistema goza de buena salud, aunque es cierto que encierra en su interior debilidades que pueden dar la cara en el futuro si no tomamos ahora las medidas adecuadas. Estamos a¨²n a tiempo para ello, y podemos graduarlas inteligentemente en el tiempo.
Nos hemos equivocado en demasiadas cosas estos ¨²ltimos a?os. Nuestra econom¨ªa ha perdido competitividad a ojos vista; no hemos sabido controlar nuestro d¨¦ficit, ni p¨²blico ni comercial; nuestras empresas est¨¢n endeudadas hasta las cejas. Podr¨ªamos arrepentirnos de mil pecados m¨¢s, pero tambi¨¦n es de justicia que los equilibremos con algunos aciertos. Y entre ellos, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, luce nuestro sistema p¨²blico de pensiones. Primero, por su impecable gesti¨®n. Segundo, por sus resultados de super¨¢vit, que han permitido dotar un significativo fondo de reserva. Y tercero, por el gran consenso social y pol¨ªtico en el que se sustentaba, expresado en el celeb¨¦rrimo Pacto de Toledo.
No tenemos un problema de pensiones; tenemos un grav¨ªsimo problema de empleo
Y en esto est¨¢bamos cuando salt¨® la sorpresa, tras la fallida Cumbre de Davos, de la inesperada decisi¨®n de modificar algunos de los requerimientos -entre otros el de la edad- para alcanzar la jubilaci¨®n. Como no pod¨ªa ser de otra forma, se incendi¨® el debate pol¨ªtico y social y el Gobierno tuvo que matizar su propuesta inicial, en su habitual pol¨ªtica de freno y marcha atr¨¢s. Independientemente de lo afortunado o desafortunado que estuviese en sus formas de plantear el debate -y se equivoc¨® al hacerlo extempor¨¢neamente, fuera del Pacto de Toledo-, no cabe duda de que tendremos que ir introduciendo paulatinas modificaciones a nuestro sistema para conseguir que nuestras pensiones sean viables en el futuro.
Luchamos contra nuestra demograf¨ªa, contra nuestro inexorable envejecimiento y contra un desempleo que desequilibra la relaci¨®n entre cotizantes y beneficiarios del sistema. Las altas cotizaciones que penalizan nuestro empleo y restan competitividad a nuestras empresas debe ser otra de las cuestiones a abordar.
Esa graduaci¨®n de reformas consensuadas conform¨® el esp¨ªritu del Pacto de Toledo, tal y como se puede leer en su punto 15. Los padres de la patria, en el momento clarividente del acuerdo, ya previeron que deber¨ªamos ir modificando sus bases en el futuro. El modelo que tenemos es el adecuado. Una vez dicho esto, somos conscientes de la necesidad de adaptarlo a la evoluci¨®n real de la sociedad. El sistema reviste tanta importancia que debemos esforzarnos por mantener el consenso que sobre la materia hemos disfrutado durante estos ¨²ltimos a?os. El Pacto de Toledo sigue siendo el lugar adecuado para plantear y debatir las reformas necesarias, muchas de ellas ya apuntadas en el documento original. Sin duda alguna, habr¨¢ que subir la edad de jubilaci¨®n, tal y como ya han hecho algunas de las grandes econom¨ªas europeas. Esta subida debe realizarse gradualmente, para no resultar traum¨¢tica, exceptuando aquellos trabajos que se consideren penosos. La base y el c¨®mputo de c¨¢lculo tambi¨¦n deber¨¢n modificarse, seg¨²n las necesidades que sean estimadas.
No tenemos un problema de pensiones. Tenemos un grav¨ªsimo problema de empleo, que reduce la base de cotizantes. La pir¨¢mide demogr¨¢fica y el envejecimiento tambi¨¦n juegan en contra. Nuestro sistema de pensiones s¨®lo podr¨¢ resultar estable a largo plazo si se mantiene la suficiente base de cotizantes. La mejor receta para nuestras pensiones, adem¨¢s de mantener el esp¨ªritu del Pacto de Toledo, es facilitar una econom¨ªa abierta y competitiva que permita la creaci¨®n de empleo.
Manuel Pimentel es ex ministro de Trabajo.
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