Los ancianos inician su emancipaci¨®n
La transformaci¨®n econ¨®mica y social acaba con el tab¨² de los asilos - Los mayores quieren ante todo autonom¨ªa y, en caso de necesidad, se decantan cada vez m¨¢s por la ayuda profesional
La transformaci¨®n econ¨®mica y social acaba con el tab¨² de los asilos - Los mayores quieren ante todo autonom¨ªa y, en caso de necesidad, se decantan cada vez m¨¢s por la ayuda profesional
La generaci¨®n de mujeres m¨¢s generosa que ha tenido este pa¨ªs toca a su fin. Las que criaron a sus hijos y cuidaron de sus padres ancianos no va a repetirse. Se acab¨®. Pero todav¨ªa est¨¢n ah¨ª, pensionistas ya muchas de ellas, haci¨¦ndole al Estado un ¨²ltimo favor: sus mayores morir¨¢n en casa, bien cuidados, a cambio de una magra paga con la que la Ley de Dependencia remunera a?os de dedicaci¨®n y falta de vacaciones.
La preferencia por el cuidado familiar cae del 84% al 63% en hombres desde 1993
Tener la vivienda en propiedad es una ventaja para los jubilados espa?oles
La inmigraci¨®n ha demostrado que no pasa nada si el que atiende es un extra?o
En el mundo rural a¨²n pesa el qu¨¦ dir¨¢n incluso para la asistencia por horas
Porque si todas ellas, cuidadoras eternas, pidieran una plaza en un geri¨¢trico para los octogenarios y nonagenarios a los que atienden, a ver de d¨®nde iba a sacar la Administraci¨®n tantas plazas de residencia como har¨ªan falta.
Y ah¨ª no acaba su generosidad. Tienen un ¨²ltimo gesto: que sus hijas no repitan los pasos que ellas dieron, que la generaci¨®n que las sucede no tenga que cuidarlas a ellas a tiempo completo. Eso que todas resumen en la misma frase: "yo no quiero ser una carga para mis hijos". Y saben bien de qu¨¦ est¨¢n hablando, tanto que hasta los ayudan con los nietos para que no tengan que abandonar el mercado laboral.
La ¨²ltima encuesta del Ministerio de Sanidad y Pol¨ªtica Social a los mayores de 65 a?os destapa un cambio social que se ve¨ªa venir: la preferencia por los cuidados familiares cuando necesiten ayuda ha ca¨ªdo entre las mujeres 11 puntos porcentuales desde 1993, de un 75% a un 64%. Y m¨¢s espectacular es todav¨ªa el salto, en la misma direcci¨®n, que dan los hombres: en 1993, un 84% de ellos quer¨ªa que a la vejez los atendieran sus familiares m¨¢s allegados, la mujer o los hijos. Ahora s¨®lo lo dice un 63%. Ellos se resist¨ªan, pero la realidad se ha impuesto. Y son muchas las razones que contribuyen a ese cambio.
Han cambiado las familias, pero no s¨®lo por la incorporaci¨®n al mercado laboral de los hijos y las hijas. Tambi¨¦n los propios jubilados de hoy tienen ya un perfil distinto del que tuvieron sus padres. "Disponen de una pensi¨®n propia y eso les da cierta independencia econ¨®mica", dice la profesora de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense Margarita Bara?ano. A ello hay que a?adir que muchos de los que ahora est¨¢n llegando a la edad de la jubilaci¨®n no han vivido con sus hijos en la misma casa durante a?os, porque ellos salieron a estudiar, a trabajar. El modelo de familias agrupadas tal y como se le conoc¨ªa se fue perdiendo. Volver a vivir con hijos, yernos y nueras bajo el mismo techo se hace m¨¢s cuesta arriba. Cada uno tiene su independencia.
"Adem¨¢s, depender de los hijos no es convivir con ellos. Porque los hijos pueden ayudarles con dinero a pagar a alguien que les atienda en casa, por ejemplo, pero eso no significa que vivan juntos", afirma Bara?ano.
La vivienda en propiedad, muy com¨²n en Espa?a, es una ventaja de la que parten los jubilados. No tienen que pagar alquiler, por tanto, su pensi¨®n puede servirles para contratar a quien les cuide. Incluso para formalizar una de las llamadas hipotecas inversas y optar por una residencia. A pesar de ello, "el criterio primero a la hora de comprar una vivienda sigue siendo la cercan¨ªa a los familiares, eso permite que los abuelos ayuden con los nietos, pero tambi¨¦n hacerse cargo de los padres, al menos cierta supervisi¨®n", dice Bara?ano.
Hubo un tiempo en que los ancianos hu¨ªan de las residencias geri¨¢tricas como de la peste. La encuesta del Ministerio de Sanidad y Pol¨ªtica Social muestra c¨®mo ese rechazo es a¨²n m¨¢s marcado entre los m¨¢s mayores, pasados los ochenta. Y ten¨ªan raz¨®n: muchos de los geri¨¢tricos que ellos conocieron eran entonces deprimentes instituciones donde mor¨ªan los que no ten¨ªan a nadie que los cuidara. Asilos, caridad, abandono. Esos prejuicios se est¨¢n deshaciendo. Las residencias ya no tienen ese aspecto sobrecogedor, y eso que muchas de ellas no cumplen a¨²n los requisitos que marca la nueva Ley de Dependencia para poder subvencionar su ocupaci¨®n de forma p¨²blica.
En contra de las ideas preestablecidas tambi¨¦n ha jugado una gran partida la llegada de inmigrantes, que ha generalizado una imagen por las calles de pueblos y ciudades: el anciano acompa?ado en su paseo diario por alguien que lleg¨® de Ecuador, Per¨², Rumania. No son los hijos y no pasa nada. "En estos casos, las hijas, sobre todo, supervisan, o pueden cuidarlos a tiempo parcial, turn¨¢ndose con el trabajador extranjero", dice la profesora Bara?ano. "Y adem¨¢s se han ido generalizando las ayudas p¨²blicas de los ayuntamientos. Todo ello les permite seguir en casa, algo que siempre prefieren".
Es cierto. Que los mayores prescindan de los cuidados de sus hijos no significa que quieran salir de su casa. El 87,3% de ellos prefieren vivir en la vivienda propia, aunque sea solos. "Ellos prefieren estar en su entorno hasta que se pueda. All¨ª est¨¢n sus libros, sus recuerdos, incluso el vecindario, que siempre echa una mano. Ahora bien, quieren que les atiendan profesionales", asegura Luis Mart¨ªn Pindado, presidente del Consejo Estatal de Personas Mayores.
"Los datos est¨¢n, efectivamente, marcando una tendencia hacia el incremento de los servicios en detrimento de las ayudas familiares. La gente ha de conocer el valor y la calidad de los servicios que prestan los profesionales, los cuidadores de los centros de d¨ªa, las residencias", afirma la directora del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), Purificaci¨®n Causapi¨¦.
Antes de abandonar este cap¨ªtulo de los prejuicios contra las ayudas profesionales, las residencias, hay que echar un vistazo al mundo rural, donde los cambios, como sucede siempre, van m¨¢s lentos. Causapi¨¦ se?ala que la preferencia por los servicios "est¨¢ relacionada con el nivel cultural", pero cree que lo que ocurre en los pueblos, donde a¨²n el 83% de los consultados se decanta por los cuidados de la familia, se debe a otras razones: "El mundo rural conserva lazos familiares m¨¢s cercanos y fuertes y los entornos familiares son m¨¢s amplios, incluida la relaci¨®n que se tiene con los vecinos". ?Qui¨¦n no se acuerda de Volver, de Pedro Almod¨®var, entre otras muchas?
Pero a¨²n pesa mucho el qu¨¦ dir¨¢n, incluso para admitir que un profesional va a entrar en casa durante unas horas para hacer limpieza, comida, o colaborar con la higiene del anciano. Aunque eso tambi¨¦n se ha ido modificando.
?Son de verdad razones econ¨®micas y culturales las que est¨¢n operando entre los nuevos jubilados para cambiar sus preferencias por los cuidados o es m¨¢s bien la asunci¨®n de una realidad social contra la que nada pueden hacer?
Gerardo Hern¨¢ndez, profesor de Sociolog¨ªa de la Familia y Gerontolog¨ªa Social en la Universidad de A Coru?a, se decanta en parte por el "obligado te veas..."
"La esperanza de vida se ha alargado mucho y eso significa m¨¢s a?os de dependencia y nuevas enfermedades a las que no siempre se puede hacer frente en familia. Adem¨¢s, antes hab¨ªa m¨¢s hijos para repartirse esos cuidados. No es lo mismo cinco hijos para cuidar a dos mayores, que dos hijos para cuidar a cuatro ancianos. Si se trata de un alzh¨¦imer, por ejemplo, se necesita una ayuda m¨¢s profesionalizada. Por otro lado, los hijos ya tienen trabajos extradom¨¦sticos y no siempre en la misma ciudad o pueblo donde est¨¢n los padres. Por mucho amor que se ponga siempre habr¨ªa carencias. Por eso estamos reclamando residencias, centros de d¨ªa, pisos tutelados. La realidad es la que obliga", concluye.
Y la generosidad, porque Delia Otero D¨ªez, a sus 63 a?os, todav¨ªa cuida en casa a dos de sus cuatro hijos. Ya tienen 35 y 37 a?os, solteros. "Mam¨¢ los cuida, les hace la comida, lava, les plancha, ellos est¨¢n bien aqu¨ª", dice entre risas. Otros dos ya se casaron. Bien podr¨ªa pedirles que cuando ella no pueda valerse le devuelvan s¨®lo la mitad de los a?os que les dedic¨®, pero no quiere. "Ellos, gracias a Dios, tienen trabajo y a m¨ª no me gustar¨ªa dejarles esa carga. Yo prefiero irme a una residencia, as¨ª lo comentamos mi marido y yo con los amigos, que nos iremos todos a la misma y all¨ª lo pasaremos bien", r¨ªe. Luego reconoce que tampoco piensa mucho en ello todav¨ªa. No tiene tiempo. Tiene a su madre en casa, con 93 a?os, a la que "hay que hacerle todo". "Yo creo que si la hubi¨¦ramos llevado a una residencia ahora no la tendr¨ªamos aqu¨ª, porque es muy familiar. Y adem¨¢s, ella siente mucha pena por la gente que est¨¢ en las residencias".
Delia, que vive en Mejorada del Campo (Madrid), cuid¨® de su suegra, inv¨¢lida durante cinco a?os, por meses, "turn¨¢ndose con las cu?adas". Tambi¨¦n llevaba a su suegro a di¨¢lisis. Y ya lleva 11 a?os al cargo de su madre. Recibe una paga de 387 euros al mes por la Ley de Dependencia.
Su mente no repara todav¨ªa en una Delia de 90 a?os, que quiz¨¢ no pueda caminar, o a la que le lleven la comida a la boca, cucharada a cucharada, como hace ella con su madre. Eso todav¨ªa queda lejos. "Pero si a¨²n estamos pensando en los hijos", se r¨ªe. Y en los nietos. "A veces me los dejan, no mucho, eh, no abusan, no, pero cuando los tengo es la felicidad".
?Y c¨®mo anda ella de salud? "Bueno, mis huesos se resienten, un poquillo, pero bien".
Ella no quiere ser una carga para sus hijos, pero lo cierto es que, quiz¨¢, sus hijos no puedan con esa carga, porque la realidad se impone. Las amas de casa a tiempo completo son una figura a extinguir.
La crisis econ¨®mica, quiz¨¢, est¨¢ dando una tregua a los pol¨ªticos, que no parecen entender el alud que se les viene encima. No hay mapas para construir residencias all¨¢ donde se necesitan y las guarder¨ªas y los geri¨¢tricos siguen siendo la gran asignatura pendiente. ?Conf¨ªan en que las mujeres podr¨¢n estirar a¨²n m¨¢s el Estado de bienestar que ellos no proporcionan?
No podr¨¢n. Pero la crisis est¨¢ ralentizando las demandas. La mayor¨ªa de las ayudas que se conceden por Ley de Dependencia son prestaciones econ¨®micas para las cuidadoras, hasta un 57%, muy alejado del esp¨ªritu que preconizaba esta ley. Se pretend¨ªa con ella que muchas mujeres salieran al mercado laboral y los cuidados de ancianos quedaran en manos de profesionales, a domicilio o en residencias geri¨¢tricas. No est¨¢ siendo as¨ª. Ana Lima, la presidenta del Consejo General de Trabajadores Sociales, cuenta un caso que sirve de ejemplo. "Hay una se?ora que ped¨ªa un servicio profesionalizado, pero una de sus cinco hijas se ha quedado en paro y han preferido que sea ella misma la que la cuide y tenga la prestaci¨®n econ¨®mica que da la ley", dice.
"La crisis est¨¢ inclinando a la gente a pedir la prestaci¨®n econ¨®mica, por el paro, pero tambi¨¦n porque te la dan con atrasos, desde que se curs¨® la solicitud, o desde que el usuario fue reconocido como dependiente, y eso supone un buen pellizco para una econom¨ªa precaria", sostiene Lima. El gobierno anunci¨® ayer que los pagos retroactivos se acabar¨¢n pronto.
Pero la crisis pasar¨¢ y la demanda de residencias para los m¨¢s ancianos y otros servicios intermedios para edades anteriores seguir¨¢n su curso. El n¨²mero de plazas de residencia cubr¨ªa en 2002 un 3,3% de la poblaci¨®n mayor de 65 a?os. En 2009 aumentaron un poco, hasta un 4,31%. Espa?a es un pa¨ªs afortunadamente longevo y, como en otros pa¨ªses m¨¢s avanzados en cobertura social, la gente demandar¨¢ cada vez m¨¢s servicios. No depender¨¢ s¨®lo de los hijos. La ¨²nica diferencia, dicen los que trabajan en asuntos sociales, es que a unos les llevar¨¢n a la residencia los hijos y los otros ir¨¢n en taxi. Pero las mujeres ya no estar¨¢n para prestar esos cuidados, ni siquiera estar¨¢n tan preparadas para ello como lo estuvieron sus madres, que a su vez lo aprendieron de las suyas.
"Las abuelas cuidan a sus nietos porque a trav¨¦s de sus hijas hacen lo que ellas no pudieron hacer, estudiar y trabajar fuera. Por eso tienen una mayor sensibilidad hacia ese problema. No es que no deban existir los cuidados familiares, pero deben ser s¨®lo una pieza m¨¢s del puzle", dice la catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa de la Universidad Carlos III Constanza Tob¨ªo. Y prosigue: "Estas mujeres est¨¢n ayudando a la sociedad a modernizarse cuidando nietos y aceptando, sin dramatismo, que a ellas no las cuidar¨¢n sus hijas. Esta es la generaci¨®n que m¨¢s ha dado y que menos est¨¢ recibiendo. Es una generaci¨®n de mujeres excepcionalmente generosa".
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