Funcionarios
Desde que nuestro admirado Larra hiciese la cr¨®nica m¨¢s amarga de la burocracia espa?ola en sus art¨ªculos de costumbres, se ha confundido la funci¨®n p¨²blica con la detestable burocracia. La palabra "funcionario" evoca en nuestra mente una mesa de despacho, el papeleo interminable de gestiones agotadoras y el indescifrable lenguaje de una administraci¨®n decimon¨®nica.
Sin embargo, la inmensa mayor¨ªa de los funcionarios p¨²blicos no se dedican a las tareas burocr¨¢ticas. El 45% pertenece a la rama de la docencia; casi el 40%, al sistema sanitario y s¨®lo algo m¨¢s del 12% se dedica a tareas administrativas.
Sin los funcionarios p¨²blicos, las escuelas, institutos, universidades, servicios sanitarios e incluso la investigaci¨®n tendr¨ªan que clausurarse. Es m¨¢s, si se aplica el plan expresado por la Ministra Salgado para que la tasa de reposici¨®n de los servicios p¨²blicos se reduzca a uno de cada diez funcionarios, en muy pocos a?os se producir¨ªa un deterioro estremecedor de la educaci¨®n, la salud y los servicios sociales.
Al contrario de lo que se dice -sin datos y sin reflexi¨®n- el n¨²mero de funcionarios de nuestro pa¨ªs es m¨¢s bien bajo con respecto a la media Europea e inferior al de pa¨ªses con un estado del bienestar m¨¢s consolidado como Francia, Noruega, Alemania o Reino Unido. Por lo que respecta a Andaluc¨ªa, nuestro n¨²mero de funcionarios p¨²blicos por habitante es muy inferior al de otras comunidades: pongamos por caso Madrid. De hecho, Andaluc¨ªa, con dos millones de habitantes m¨¢s que esta comunidad, dispone de un n¨²mero similar de trabajadores en este sector.
Lo que sobran no son funcionarios sino burocracia. Lo que estorba no son empleados p¨²blicos sino duplicidad de organismos, mastodontes administrativos, normas de funcionamiento decimon¨®nicas y enchufados a dedo en las empresas p¨²blicas y en los ayuntamientos. Porque es justo esto lo que desprestigia a toda una funci¨®n p¨²blica que es, en general, de una gran profesionalidad. De hecho, los t¨¦cnicos de la administraci¨®n, el personal sanitario, investigador y docente es apreciado en toda Europa con la mayor consideraci¨®n.
Viene todo esto a cuento de la reducci¨®n salarial para los funcionarios. El Gobierno no ha tenido m¨¢s valent¨ªa e imaginaci¨®n que ir al granero de los sueldos p¨²blicos para reducir el d¨¦ficit. Hab¨ªa otras fuentes a las que acudir, pero hubiera necesitado mayor decisi¨®n e independencia de los poderes econ¨®micos. En vez de acometer la reforma financiera, la contribuci¨®n de los m¨¢s poderosos y una verdadera reforma de la administraci¨®n p¨²blica, el Gobierno ha decidido que paguen el pato los funcionarios y los jubilados.
En esta reducci¨®n salarial hay un trasfondo de demagogia y de desprestigio de la funci¨®n p¨²blica. Indirectamente, el mensaje que se env¨ªa a la poblaci¨®n es que se trata de sectores privilegiados que, en medio de la crisis, han conservado su salario y su estatus. Sin embargo, los aumentos salariales de la funci¨®n p¨²blica en tiempos de bonanza han estado siempre por debajo del resto de los sectores, han soportado congelaciones salariales y, en los ¨²ltimos a?os, apenas han aumentado su nivel adquisitivo.
No me resisto a transcribir la cita final del discurso del presidente del Gobierno que deber¨ªa figurar en un manual de l¨®gica contradictoria: "Son los mismos que nada han tenido que ver con el origen, el desarrollo y las fases de la crisis. Son, por el contrario, los que han sufrido sus consecuencias. Y son, ahora, los que mayoritariamente deben contribuir a los esfuerzos necesarios para corregir los efectos de la crisis". Pues precisamente eso es lo que cabrea: que paguen los inocentes y que los culpables aplaudan al Gobierno mientras debaten su pr¨®xima prima de beneficios. O como dir¨ªa Larra "palabras vac¨ªas de sentido con que trate el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos".
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