Oliver Stone resucita in¨²tilmente a Gekko
Oliver Stone nos ofreci¨® noticias de la pavorosa existencia del tibur¨®n Gordon Gekko en 1987. La pel¨ªcula se titulaba Wall Street y describ¨ªa un mundo en guerra cuyas armas eran las finanzas, la especulaci¨®n, el enga?o, la compraventa de empresas, las estrat¨¦gicas subidas y bajadas de la Bolsa, la delincuencia econ¨®mica legitimada en el sagrado nombre del dinero. En ese turbio universo Gekko era el rey. Hasta que el depredador acorazado fue a parar a la c¨¢rcel despu¨¦s de que un juvenil broker al que le hab¨ªa dado clases de pragmatismo y de sordidez, le preparara una trampa azuzado por la mala conciencia y por los sabios consejos de su honrado padre. Sospecho que tambi¨¦n obedec¨ªa el encarcelamiento de Gekko a que los asustados espectadores nos tranquiliz¨¢ramos comprobando que la ley siempre acaba haciendo purgar sus delitos a los millonarios sin escr¨²pulos.
La segunda 'Wall Street' no posee esa fascinante maldad de su antecesora
Wall Street: el dinero nunca duerme comienza con la liberaci¨®n de Gekko despu¨¦s de haber cumplido 20 a?os de trullo. Paralelamente nos cuentan el equilibrado amor entre la hija de Gekko, alguien que no quiere saber nada del canalla de su padre, y un broker con ansia de venganza contra el banquero que provoc¨® con sus malas artes el suicidio de su protector, del hombre que le ense?¨® el oficio de amasar fortuna en Wall Street. El terreno es ¨®ptimo para que el redimido Gekko, el maestro de la corrupci¨®n, anhelante de que su hija le perdone y le acepte, le ofrezca al yerno su experiencia para destruir a los rivales m¨¢s curtidos en el universo de los grandes negocios.
Esta segunda entrega no posee la tensi¨®n, la energ¨ªa y la fascinante maldad que chorreaba su antecesora. La sigues con cierto inter¨¦s, pero ya no te impresionan las barbaries que forman la mec¨¢nica del gran dinero. Tambi¨¦n huele ligeramente a oportunismo, a que a Stone le viene muy bien retratar una tem¨¢tica como la de la infame crisis econ¨®mica que crearon unos cuantos y que estamos padeciendo casi todos. Afortunadamente el personaje de Gekko mantiene durante bastante tiempo su lado tenebroso y su perversa capacidad para la manipulaci¨®n, aunque Stone, temeroso de que el diablo perjudique a la taquilla, intenta hacerlo bueno con un desenlace imposible de creer, tontorr¨®n y sensiblero.
Por el contrario, la pel¨ªcula coreana The housemaid comienza de forma tan desesperada como termina. Es la ¨²nica postura entendible y decente en una historia terrible sobre las relaciones de poder, la de una sirvienta a la que embaraza el aparentemente civilizado aunque ¨ªntimamente feudal due?o de la casa. El director Im Sangsoo resulta tan complejo como veraz describiendo la eterna lucha de clases, el machaque que ejerce el fuerte contra el d¨¦bil si la protesta de este se atreve a amenazar su mundo.
Hubo una ovaci¨®n interminable por parte del distinguido y emocionado p¨²blico cuando un director de 101 a?os llamado Manoel de Oliveira subi¨® al escenario para presentar su ¨²ltima pel¨ªcula El extra?o caso de Ang¨¦lica. Celebro su longevidad pero me resulta imposible compartir el generalizado entusiasmo hacia su obra. Presiento que Oliveira s¨®lo reina en los festivales y no en la agradecida memoria del gran p¨²blico, pero algo es algo y cada uno se divierte como quiere. Imagino que yo sentir¨ªa id¨¦ntico fervor y agradecimiento si ese anciano al que se homenajea se llamara John Ford, Billy Wilder, Buster Keaton o Luis Bu?uel.
El extra?o caso de Ang¨¦lica cuenta con el tedioso estilo habitual el encantamiento y la tortura de un fot¨®grafo ante una mujer muerta a la que debe retratar, la fusi¨®n de ambos esp¨ªritus y no s¨¦ cu¨¢ntas tonter¨ªas m¨¢s. Nada en ella es comprensible ni cre¨ªble, pero como pertenece al territorio de la l¨ªrica y del delirio, tampoco tiene necesidad de justificarse. La protagoniza Pilar L¨®pez de Ayala (s¨¦ que cualquier actor consagrado trabaja pr¨¢cticamente gratis con Woody Allen por el prestigio que eso aporta a su carrera, pero al parecer esa actitud actoral de amor al arte tambi¨¦n la disfruta en los ¨²ltimos a?os el cine de Oliveira con los int¨¦rpretes en posesi¨®n de inquietudes culturales), pero como tiene que hacer todo el rato de cad¨¢ver no podemos apreciar ni su vitalidad ni su talento. El extra?o caso de Ang¨¦lica me parece otro aburrido e insoportable disparate de alguien cuya presunta magia celebra toda la cinefilia sofisticada. Como soy primario, sigo sin captar ese arte legendario.
Babelia
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