Reforma electoral
El sistema electoral es formalmente posconstitucional, pero materialmente no lo es. Fue definido por el primer Gobierno presidido por Adolfo Su¨¢rez mediante el decreto ley que regul¨® la convocatoria de las elecciones del 15 de junio de 1977. Todos los elementos del sistema: n¨²mero de esca?os, 350, la provincia como circunscripci¨®n electoral, el n¨²mero m¨ªnimo de dos esca?os por provincia y la f¨®rmula d'Hondt para la traducci¨®n de votos en esca?os, est¨¢n en el decreto ley del 77. Y todos se han mantenido despu¨¦s. La provincia como circunscripci¨®n electoral y la horquilla de 300 a 400 esca?os en la Constituci¨®n. Los dem¨¢s, en la Ley Org¨¢nica de R¨¦gimen Electoral General. Ni el constituyente ni el legislador posconstitucional se han atrevido a definir a trav¨¦s de un debate en condiciones inequ¨ªvocamente democr¨¢ticas una de las piezas m¨¢s esenciales del sistema pol¨ªtico como es el sistema electoral.
El sistema electoral deber¨ªa permitir una representaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s plural de la sociedad espa?ola
El sistema electoral ha beneficiado masivamente a los dos grandes partidos espa?oles, UCD-PSOE inicialmente, PSOE-PP despu¨¦s, ha sido neutral para los nacionalismos vasco y catal¨¢n y ha sido tremendamente injusto para todos los dem¨¢s.
Para hacer un sistema electoral completamente nuevo habr¨ªa que reformar la Constituci¨®n, pero sin necesidad de reformarla, cambiando simplemente la ley electoral se podr¨ªan introducir cambios importantes. Sobre ellos ha habido recientemente un interesante informe del Consejo de Estado.
No es mi prop¨®sito en este momento hacer una propuesta concreta, sino llamar la atenci¨®n sobre la necesidad de ir pensando en hacerla.
El sistema electoral ha prestado un buen servicio al pa¨ªs en estos tres primeros decenios largos de construcci¨®n del Estado democr¨¢tico. Tanto desde el punto de vista de la legitimidad, como desde el de la eficacia. El Congreso de los Diputados es una s¨ªntesis simplificada de la sociedad espa?ola, pero no es una caricatura de la misma. La segunda es reconocible en el primero. Simplificadamente, pero reconocible. Y adem¨¢s, no ha habido problemas para la formaci¨®n de Gobierno tras el resultado de cada una de las convocatorias electorales, habi¨¦ndose posibilitado la alternancia en el poder en dos ocasiones en las dos direcciones posibles, de UCD a PSOE, de PSOE a PP y de PP a PSOE. No est¨¢ nada mal para un pa¨ªs con ¨²nicamente tres consultas democr¨¢ticas en toda su historia anterior, 1931, 1933 y 1936, cuyos resultados no fueron aceptados de manera inequ¨ªvoca por los perdedores.
Creo, sin embargo, que si el sistema fue ¨²til en la Transici¨®n y en la inicial puesta en marcha de la Constituci¨®n, ha dejado de serlo ya y cada vez m¨¢s. El sistema electoral est¨¢ conduciendo a una polarizaci¨®n pol¨ªtica muy superior a la que existe en la sociedad y, como consecuencia de ello, a una incapacidad para abordar dialogadamente ninguno de los problemas con los que tiene que enfrentarse la sociedad espa?ola. En estos d¨ªas lo estamos comprobando. Ante una situaci¨®n de emergencia econ¨®mico-financiera no ha sido posible ni siquiera transmitir una imagen hacia el exterior de que hay algo que est¨¦ por encima del inter¨¦s de partido. O que es posible ponerse de acuerdo en un modelo educativo. No hay terreno com¨²n posible ante ning¨²n asunto: o se gana o se pierde. La posibilidad de que no pierda ni gane nadie ni se contempla. Por eso, entre otras cosas, no resulta posible hacer la reforma de la Constituci¨®n.
Dicha polarizaci¨®n se proyecta adem¨¢s a todo el sistema institucional. Por eso no es posible la renovaci¨®n ordenada y razonable de ¨®rganos que fueron pensados por el constituyente como refractarios a la polarizaci¨®n pol¨ªtica, como son el Tribunal Constitucional o el Consejo General del Poder Judicial. O por eso se lleva hasta el paroxismo el enfrentamiento en un terreno tan sensible como el de la organizaci¨®n territorial del Estado. Que a un tema tan vital para la articulaci¨®n democr¨¢tica de Espa?a, como es la inserci¨®n de Catalu?a en el Estado com¨²n, no se le haya dado la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de hacerle frente mediante el debate parlamentario, ni en el Parlamento de Catalu?a ni en las Cortes Generales, habla por s¨ª solo. El c¨¢lculo electoral no puede ser el ¨²nico elemento que debe ser tomado en consideraci¨®n.
El sistema electoral deber¨ªa permitir una representaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s plural de la sociedad espa?ola que la que ahora mismo tenemos. El encorsetamiento del sistema pol¨ªtico que se est¨¢ produciendo como consecuencia de los resultados electorales est¨¢ produciendo una atm¨®sfera cada vez m¨¢s irrespirable. O se consigue que entre ox¨ªgeno o la rigidez institucional nos va a llevar a una crisis sist¨¦mica. Las se?ales de alarma llevan activadas desde hace tiempo.
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