Claroscuros de un profesional del gatillo
El metraje de Carlos, una obra concebida inicialmente como serie de televisi¨®n y que cuando se exhiba en las salas lo har¨¢ con un montaje que reducir¨¢ a la mitad su duraci¨®n original, es de cinco horas y media. L¨®gicamente, hab¨ªa espectadores que abandonaban su butaca para ir al lavabo, pero despu¨¦s retornaban, lo cual me hace imaginar que si durara m¨¢s tiempo tampoco se hubieran dado deserciones en el cine. Y entiendo el enganche del personal ante una intriga bien contada. Comprendes su funci¨®n para que descanse el cerebro despu¨¦s de tanto celuloide denso y con vocaci¨®n de tesis sobre el ser y la nada.
Carlos, dirigida por Olivier Assayas, es un biopic fascinado con la turbia existencia y las cuestionables haza?as del terrorista Carlos, leyenda tenebrosa de la subversi¨®n armada durante las d¨¦cadas de los ochenta y de los noventa, alguien con infinito seguimiento medi¨¢tico en cada uno de sus golpes o al que inevitablemente se le atribu¨ªan actos terroristas perpetrados desde el anonimato.
Hay demasiadas sombras en la personalidad de este profesional de la bomba, el gatillo y el secuestro. Assayas, al que no parece importarle mostrar la hipnosis que le provoca el personaje, reconstruye datos y acciones que son constatables como su entrenamiento en L¨ªbano, el asesinato en Par¨ªs de tres polic¨ªas y un supuesto traidor de la OLP, su colaboraci¨®n con miembros del Ej¨¦rcito Rojo japon¨¦s y de las C¨¦lulas Revolucionarias alemanas, el secuestro en Viena de los ministros de la OPEP y otros hechos certificados por la realidad. Entre los muchos misterios de Carlos se deduce que el gran manipulador fue tambi¨¦n manipulado y que abundan los pactos y las negociaciones entre gobiernos que jam¨¢s se hicieron p¨²blicos, que su mito estar¨¢ siempre plagado de enigmas. Pero resulta di¨¢fano que Assayas siente mucho respeto por la energ¨ªa, la imaginaci¨®n, el determinismo, la capacidad organizativa y la frialdad para la acci¨®n de un hombre que se consideraba un soldado de la revoluci¨®n, que se convirti¨® para muchos Estados en el principal enemigo p¨²blico, en el cerebro y ejecutor de un terrorismo tan audaz como efectivo. Esta pel¨ªcula no posee la complejidad ni el arte que volc¨® Steven Spielberg en Munich abordando una tem¨¢tica similar, pero logra algo tan meritorio como que te atrape sin que te agobie su duraci¨®n.
Route Irish, programada tard¨ªamente en la secci¨®n oficial, la dirige Ken Loach y la ha escrito Paul Laverty, su guionista habitual en los ¨²ltimos tiempos. Se desarrolla en Liverpool, pero su tema es la infame guerra de Irak. Cuenta la investigaci¨®n que hace un antiguo miembro de los servicios secretos ingleses sobre la muerte en Bagdad de un ¨ªntimo amigo que trabajaba como agente de seguridad en una de las muchas empresas privadas que est¨¢n haciendo siniestros negocios en un pa¨ªs devastado. La trama es cre¨ªble y las conclusiones dan mucho miedo.
La pel¨ªcula coreana Poetry, dirigida por Lee Chang-Dong, aborda de forma curiosa el brutal desencuentro con la realidad de una anciana exc¨¦ntrica que pretend¨ªa dedicar su vejez a la belleza de la poes¨ªa, la floricultura y otros espirituales placeres cuando descubre que su nieto est¨¢ implicado en la violaci¨®n de una compa?era de colegio. De la pel¨ªcula ucrania My Joy hab¨ªa anticipados comentarios de cr¨ªticos de vanguardia destacando el arte de su director Sergu¨¦i Loznista, otro genio a descubrir. Ignoro en qu¨¦ se basan esas apreciaciones. La historia principal es la de un camionero que abandona su ruta y se pierde en un pueblo donde es acorralado por sus violentos moradores. Esta historia, al parecer, tiene profunda hilaz¨®n con otros relatos paralelos, pero a m¨ª me resulta imposible encontrar ese transparente sentido. Todo es tan incomprensible como fatigoso.
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